El País Digital
Lunes
13 octubre
1997 - Nº 528


Las víctimas del huracán increpan al presidente mexicano en Acapulco por la falta de ayuda

MAITE RICO, México
Cientos de damnificados por el huracán Paulina, que asoló la pasada semana la costa pacífica del sur de México, aprovecharon la visita del presidente Ernesto Zedillo a la zona siniestrada para reclamarle una ayuda que, aseguran, no acaba de llegar. Frente al «todo está bajo control» esgrimido por los informes oficiales, Zedillo se topó con las protestas y la desesperación de los afectados, que le increparon. El mandatario pidió paciencia y aseguró que estará muy pendiente de que los víveres lleguen directamente a los necesitados, y no a intermediarios políticos «oportunistas».


Cientos de residentes de las áreas pobres
de Acapulco más castigadas por el huracán
aguardan en fila víveres y ayuda (A. Winning).
El presidente llegó el sábado a los Estados de Guerrero y Oaxaca procedente de Alemania, en donde se encontraba de visita oficial cuando sucedió la tragedia. No hizo siquiera escala en la capital mexicana. Recorrió Acapulco y sus colonias populares, devastadas por el viento y las lluvias.

La gente se arremolinó a su alrededor y le pidió agua, ropa, láminas y cartones. «Ténganme paciencia», les dijo. «Lo material lo vamos a recuperar. La vida de ustedes nunca. Lo importante es estar seguro».

Decidido a supervisar personalmente la entrega de la ayuda, Zedillo advirtió que no tolerará que ningún grupo, incluido el gubernamental Partido Revolucionario Institucional (PRI), capitalice esta situación. «El único representante de los 93 millones de mexicanos soy yo. Esto lo vamos a arreglar con la gente, no con oportunistas. Vamos a estar muy pendientes».

Críticas desde el PRD

No le hizo falta esperar mucho, porque poco después, mientras el secretario de Defensa leía un informe sobre las acciones emprendidas por el Ejército, un senador del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), Félix Salgado, que lleva a cabo una peculiar campaña de prensa, se encaró con el mandatario.

Zedillo reviró virulento. «¡Mire, señor senador, me hubiera gustado verlo en los albergues, que es donde yo estuve hace un rato con la gente. Me hubiera encantado que me acompañara!», le cortó. «Hay muchos terrenos en los que no podemos disputarnos la simpatía del pueblo. Si nos queremos lucrar, cualquiera de su partido, del mío o del otro, no vamos a resolver el problema».

El presidente rechazó que el reparto de los víveres se haya dilatado en exceso. Las circunstancias, dice, no permiten otra cosa. Lo demás es demagogia.

También salió al paso de las duras críticas recibidas por los Gobiernos de Guerrero y Oaxaca, en el sentido de que actuaron con negligencia al no advertir a tiempo a la población del peligro que se avecinaba. «No existe la suficiente tecnología para evitar o disminuir las consecuencias de un fenómeno natural de tales dimensiones», explicó.

La polémica continúa. Carlos Espinosa, gerente del Servicio Meteorológico Nacional dio cuenta el sábado del número de avisos emitidos entre el 6 y el 10 de octubre sobre la peligrosidad de Paulina: 4.929, enviados a todas las instituciones, que estaban perfectamente al tanto.

«El problema», añadió, «es que esto seguirá sucediendo en lugares con asentamientos en laderas en situaciones precarias o en lechos de ríos». La Cámara de Diputados ha abierto ya una investigación sobre la actuación de las autoridades locales.

Situación dramática

Mientras, las tareas de rescate continúan sin descanso. Si bien la atención se ha concentrado en el centro turístico de Acapulco, donde se han contabilizado hasta ahora 156 víctimas, la situación en Oaxaca es igualmente dramática.

Unas 500 comunidades de la sierra siguen aún aisladas, sin poder recibir alimentos ni agua potable. Zedillo instó al Gobierno oaxaqueño a que las atendiera con urgencia.

Las informaciones suministradas por parroquias, maestros y radioaficionados elevan a 110 el número de muertos, frente a los 47 reconocidos oficialmente. En conjunto, la cifra extraoficial de víctimas se acerca ya a 300.

¿No hay agua? «¡No!»

AGENCIAS , Acapulco
Hambrientos e indignados, los vecinos de Acapulco increparon el sábado al presidente Ernesto Zedillo por el caos de organización que se ha vivido tras el paso devastador del huracán Paulina .

Mientras Zedillo besaba a los bebés y a las señoras mayores ante las cámaras en un centro de acogida, otros afectados por el huracán gritaban con frustración, quejándose de que la ayuda no ha llegado tres días después del desastre.

«¿No hay agua?», preguntó Zedillo a la multitud. «¡No!», gritaba el gentío. «¿No hay ropa?» «¡No!». Zedillo no hizo más preguntas.

Mientras efectivos del Ejército, de la Cruz Roja y de Protección Civil continúan removiendo aún escombros de viviendas, automóviles, piedras y lodo en busca de más cadáveres, los aeropuertos de Acapulco, Puerto Escondido y Huatulco fueron reabiertos ayer para reanudar el envío de ayuda humanitaria a los damnificados. Aerolíneas mexicanas ha trasladado ya de forma gratuita unas 18 toneladas de víveres y medicamentos.

El Secretario de Comunicaciones, Carlos Ruiz Sacristán, reconoció ayer que aún no se han cuantificado los daños causados a la red de carreteras, aunque adelantó que las de Guerrero y Oaxaca quedarán libres del pago de peaje para el envío de ayuda humanitaria, al menos hasta que se supere la etapa de crisis.

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