El País Digital
Lunes
22 febrero
1999 - Nº 1025

Marcos, el mestizaje que viene





Vázquez Montalbán entrega los presentes
gastronómicos a Marcos (G. Rovira).
En diciembre de 1997, Manuel Vázquez Montalbán recibió en Barcelona la primera carta del 'subcomandante' Marcos. En ella, el líder guerrillero le ofrece construir "reflexiones mutuas sobre la globalización y sus consecuencias". La semana pasada, a lomos de un caballo desconfiado y con una ofrenda de cuatro kilos de chorizos de Guijuelo en el zurrón, el escritor alcanzó el lugar de la selva de Lacandona en el que le esperaba el líder insurgente. Ésta es la crónica de ese encuentro, narrada por el propio escritor. Marcos denuncia el intento de eliminación de una parte de la humanidad y proclama el mestizaje "como lo deseable más que como lo inevitable".



MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

Hacía ya dos años que el subcomandante Marcos había declarado ante las cámaras de TVE, Georgina Cisquella y Pere Joan como testigos, que dejaba de leer mis novelas de Carvalho porque en plena selva le daban hambre las recetas que se cocinaba el protagonista. Le prometí al subcomandante incluir cocina precolombina en mis novelas, comidas profundas en la selva Lacandona.

De pronto alguien puso en mis manos dos cartas, dirigidas a Carvalho y a mí. "Para: Manuel Vázquez Montalbán y/o Pepe Carvalho, La Rambla, Barcelona Catalunya, Estado Español. De: Subcomandante Insurgente Marcos. Chiapas, México". La primera carta estaba encabezada con una cita de Don Quijote. A continuación, la rica escritura del subcomandante, señalado por algunos escritores mexicanos contemporáneos como un gran literato en potencia, en las que se reconocía lector de Asesinato en el Comité Central y El premio, cuando menos. La otra carta convocaba encuentros, cómo, cuándo, y la ironía de si podría llevarle unos chorizos. Le contesté y me predispuse a saltar a Chiapas desde Cuba mientras trabajaba mi libro Y Dios entró en La Habana .

Luego se produjo la matanza de indígenas zapatistas de Acteal a cargo de paramilitares teledirigidos por caciques priístas. Se dudó incluso de que Marcos siguiera vivo. De pronto emergió Marcos con la declaración de julio, con una espléndida epístola condenatoria de la hipocresía del Gobierno mexicano y del orden global, epístola con citas de Antonio Machado, de Juan de Mairena, para ser más exactos, el más grande pensador liberal de todos los tiempos que han sido pensados: "Al hombre público hay que exigirle fidelidad a la propia máscara, pero, más tarde o más temprano", sostiene Mairena, "hay que dar la cara".

Y de todas las máscaras, flagela Marcos, la más enmascaradora es la de la soberanía del Estado mexicano, de un Estado que ha vendido miles de empresas nacionales para que le salgan las cuentas de la modernidad, o la máscara de la democracia en un país lleno de desaparecidos y bandas paramilitares caciquiles.

Cita el subcomandante a Shakespeare, a Carlos Fuentes, a Galeano, a Miguel Scorza; da acuse de recibo a Panfleto desde el planeta de los simios cuando cita: "La operación de descrédito de la razón crítica fue protagonizada por una beautiful people intelectual, compuesta mayoritariamente por ex jóvenes filósofos, ex jóvenes sociólogos y ex jóvenes líderes de opinión que conocían los caminos que llevan a la mesa del señor, según la antigua enseñanza del escriba sentado".

Esos señoritos han puesto la música de la represión, y el PRI y sus incontrolados, la letra y la metralla, mientras se lanzan campañas paralelas de desprestigio del obispo Samuel Ruiz, señalado como un fundamentalista, del subcomandante, acusado de impostura, o de la misma Rigoberta Menchú, en otro tiempo auspiciada por Salinas de Gortari, y una campaña en defensa de la soberanía nacional, al parecer allanada por los cooperantes que van a Chiapas para evitar que en México haya más desaparecidos, para que México deje de ser "...un agujero negro en la protección de los derechos humanos", según calificación de Amnistía Internacional.

En su informe de 1997, Amnistía ofrece una reveladora geografía de la violación de los derechos humanos, de la que destacan las referencias a estados donde se está en plena orgía de modernización neoliberal. La guerrilla zapatista parece sitiada en la selva, pero, a su vez, ha puesto en estado de sitio al Gobierno del PRI y al simulacro de Estado nacional priísta en liquidación. Tal es así, que al comienzo de 1999, revistas como Letras Libres, continuadora del espíritu octaviopacista de Vuelta , dedica sus dos primeros números al acoso y derribo del zapatismo, y Proceso edita un número especial de recordatorio de lo que ha significado el zapatismo como elemento de ruptura del espejo trucado de la realidad mexicana. Sin desperdicio la entrevista de Juan Gelman a Marcos, una auténtica lección de teoría literaria a dos voces.

Tengo bastante leído a este submilitar y no le he pillado en ningún desliz de argot convencional marxista- leninista, como si hubiera renunciado a esa "continuidad acústica" de la que hablaba Sloterdijk en En el mismo barco . Esa continuidad acústica que es un fin en sí misma, que morirá con la tribu que la avala, que nada rompe ya incluso cuando pronuncia palabras de ruptura. Marcos ha vuelto a poner nombre a las reivindicaciones desde una nueva poética, porque parte de un sujeto histórico de cambio realmente existente: el globalizado frente al globalizador.

Sin duda, por eso estoy aquí, en una barraca de La Realidad, una comunidad indígena que cohabita con un grupo de observadores extranjeros, muchachos y muchachas, hoy catalanes e italianos, que se han pagado el viaje, que malcomen lo mismo que malcomen los indígenas, bajo la misma luz de sol y la misma luz de velas o linternas que se impone cuando oscurece, que cada mañana trabajan con ellos o se instalan en el camino para presenciar el paso amenazador de los convoyes militares, fotografiarlo, reclamar que no penetren en La Realidad para hostilizar a los indígenas o bien trabajan como carpinteros o construyen una turbina, siempre compenetrados con las necesidades de estas gentes.

Los medios de comunicación priístas les acusan de incitar a la revuelta o de quemar la selva o de llevarse incluso la tierra mexicana en los bolsillos, y fue tal la hostilidad alzada tras el paso de los observadores internacionales de marzo del 1998, que se temió la acción de los paramilitares y muchos cooperantes ganaron a pie la frontera de Guatemala a través de la selva Lacandona.

He llegado hasta aquí convocado por la posibilidad de verme con Marcos, pasando el filtro de controles militares. ¿Es usted escritor? ¿Va a escribir algo sobre Chiapas? Le traigo al subcomandante cuatro kilos de chorizos de Guijuelo, algunos turrones, un ejemplar de Y Dios entró en La Habana y espero la señal que llegará de la selva al anochecer, un capitán zapatista con su pasamontañas y caballos de la mano, uno para Guiomar Rovira, periodista catalana por parte de padres, mexicana por parte de marido e hijo, que me acompaña como fotógrafo; otro para mí, que jamás monté a caballo, y lo nota el capitán, pero sobre todo el caballo, que me mira reservón primero, angustiado después, para regalarme luego la condición de Indiana Jones, camino arriba, laderas abajo, a través del riachuelo, perseguidos un largo tramo por un perro que ha olido los chorizos.

De pronto, un claro de la foresta, Marcos con su pasamontañas y una mujer con el suyo, Mariana, mi compañera, presenta, no le saquéis fotografías, ni la describáis, por favor. Mariana asistirá a la entrega de chorizos y del libro con la ironía enmascarada y el mismo sentido del humor con el que implícitamente Marcos asume que no es el Dr. Livingstone, ni yo Stanley; tampoco quiere ser el Tarzán de la selva Lacandona, ni que Mariana sea Jane.

Sobre una mesa de livianos troncos construida para la ocasión, planificamos dos, tres encuentros, mientras Guiomar fotografía o filma y Marcos aporta su magnetofón parado por si se estropea el mío, y examina, corrige mis torpes manejos grabadores con una solicitud de experto en imagen y sonido. Tiene las manos largas, la palma erosionada de arrastrarse por la selva desde hace más de trece años, pero los dedos de profesor de filosofía en el trance de explicar el "como sí" kantiano, esa pirueta del espíritu. Le explico que lo voy a meter en la breve medida de un reportaje, pero que luego lo soltaré a la plena libertad de un opúsculo o un libelo o un panfleto. Le encanta la palabra panfleto.

-A ver si te sale como Panfleto desde el planeta de los simios.

-He seguido las cinco declaraciones que habéis hecho y lo que me sorprende es el especial carácter vanguardista de vuestra revolución. Monsivais ha dicho que más que una vanguardia representáis una minoría significada, pero no a la manera vanguardista de una minoría que está en posesión de una verdad total. Tras un aprendizaje en contacto con el mundo indígena y de pretender hacer una revolución para ellos, habéis asumido la energía de cambio y el lenguaje que salía de ellos.

-Nos vemos como un grupo que plantea una serie de demandas y tiene la fortuna de que esas demandas encuentran coincidencias, reflejos o espejos en las demandas de otras partes del país y del mundo. En todo caso, el mérito del EZLN [Ejército Zapatista de Liberación Nacional] es haber encontrado la frecuencia de comunicación para que se produjera ese reflejo múltiple, primero en el México urbano, en el México campesino e indígena. Pero también en otros países y en minorías excluidas de otros países. La demanda del "¡Ya basta!" encuentra su reflejo en otras partes. Tuvimos la fortuna de encontrar la sintonía para no sólo comunicarnos con esos grupos, sino que esos grupos se sintieran interpelados y armados por el discurso.

-En parte, la crisis de la izquierda en todo el mundo proviene de la confusión sobre el sujeto histórico de cambio, agotado, deconstruido el proletariado industrial como sujeto. Y con vosotros aparece el sujeto étnico, el indígena, el doble perdedor. Denunciáis el desorden a partir de lo más inmediato y obvio, y no como hubiera hecho un revolucionario tradicional, aplicando un esquema de lucha de clases nacional o internacional.

-Nosotros llegamos a la selva como una clásica élite revolucionaria en busca de ese sujeto, el proletariado, en el caso de la revolución marxista-leninista. Pero esa propuesta inicial choca con el planteamiento de las comunidades indígenas, tienen otro sustrato, una compleja prehistoria de emergencias e insumisiones. Y modificamos nuestro planteamiento interactivamente, hay un antes y un después del zapatismo con respecto a 1994.

El EZLN no nace de planteamientos que vienen de la ciudad, pero tampoco de planteamientos que vengan exclusivamente de las comunidades indígenas. Nace de esa mezcla, de ese cóctel mólotov, de ese choque que produce un nuevo discurso, un mestizaje crítico y emancipador. Lo que planteamos es que el cambio histórico no debe hacerse a costa de la exclusión de un determinado sector de la sociedad.

Eso implica costos políticos, sociales, económicos, para una nación y para el mundo entero. Cuando un sector dice "¡ya basta!" está tratando de repetir lo que otros sectores ya han dicho y practicado. Conduce a la exclusión. No va a existir nunca un mundo homogéneo, hay que respetar el derecho a la diferencia y el excluido reclama: o cuentan con nosotros, con nuestros derechos, o cuentan con nosotros como ruido en la aparente armonía del nuevo orden internacional.

-La irrupción del zapatismo coincide con la proclamada llegada de México al primer mundo con la firma del Tratado de Libre Comercio. De pronto estalla la revuelta zapatista, como un desmentido de ese final feliz modernizador. Eso estaba preparado.

-Lo empieza a preparar el mismo proceso histórico. El neoliberalismo, la globalización, están preparando en México una gran simulación: podemos conseguir ser del primer mundo no si incluimos todas las capas sociales, si eliminamos aquellas que no llegan a esos estándares, los estándares neoliberales de compra-venta. Tal como entrábamos en el primer mundo quedaban fuera de juego diez millones de indígenas, unos cuantos millones más de pobres, como si no fueran mexicanos, porque nunca habían sido tratados como tales.

Es el neoliberalismo el que lleva a los indígenas a la revuelta desde que empieza a instalarse con toda su crudeza en 1982, liquidando la ambigüedad pseudorevolucionaria del PRI. No es el zapatismo, sino el neoliberalismo, el que lleva a la opción: o permanencia y lucha o desaparición y muerte. Eso es lo que provoca la Primera Declaración de la selva Lacandona y el alzamiento zapatista.

Claro que hay un proceso organizativo, pero tú sabes que una guerrilla no se implanta y tiene éxito por sus grandes discursos, por su simpatía o por su capacidad de combate. Tiene que haber condiciones que permitan su arraigo en la población. Desde el mundo indígena se contempla con rebeldía esa propuesta de sociedad del despilfarro y del simulacro, activada por la depredación de los recursos naturales y la venta del aparato económico del país a las multinacionales.



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