El País Digital
Lunes
22 febrero
1999 - Nº 1025


-La rebelión indígena es a la vez exigencia y metáfora. Quiere un lugar entre los demás y es la metáfora del perdedor social global que exige un nuevo estatuto de globalización.

-Lo que está representando el movimiento indígena zapatista es un símbolo del que se resiste a ser sacrificado dentro de un mundo estandarizado. O se integran las diferencias dejando se ser diferencias o se eliminan. Por eso el movimiento indígena provoca la simpatía de sectores tan lejanos como los jóvenes, los anarquistas, los emigrantes, las izquierdas reorientadas, los desplazados de la Tierra, en Europa, en Estados Unidos y en México. Por eso vienen aquí esos cooperantes, ese extranjero que se entiende con el indígena sin hablar su dialecto, que no tiene ni su cultura, ni por supuesto su estatura, a la física me refiero.

Fuimos muy afortunados. El dinero a nivel mundial había promovido una gran simulación que había provocado muchos resentimientos. Quisimos presentar y organizar una propuesta que fuera más allá del rencor. Vamos más allá de los movimientos fundamentalistas, a pesar de que algunos intelectuales mexicanos nos acusan de eso.

Nosotros no estamos planteando ningún desquite. Planteamos una sociedad donde tengamos un lugar sin que eso signifique que vamos a homogeneizarla. No estamos planteando que todos deben ser indígenas y que todo el que no sea indígena tenga que desaparecer. Y mira de cuánto desprecio es capaz el sistema que ni siquiera se preocupaba por engañar a los indígenas ¿Para qué? Si iban a desaparecer. Ni siquiera invertía en el engaño como lo hacía en otros sectores productivos, en la clase media, en los estudiantes, en los intelectuales, para los que dedicaba simulacros especiales. Para los indígenas, ni siquiera se molestaba. Ahora sí. Ahora trata de "integrarles".

-Me dijo un escritor guatemalteco que hasta los cincuenta años no se dio cuenta de que los indígenas existían. En un país donde constituyen el 50% de la población: "No me di cuenta de que eran personas. Los había visto desde pequeño en mi casa, en el servicio, me los encontraba por la calle sin haber llegado a pensar que eran personas como las demás".

-Aquí los indígenas estaban destinados a desaparecer, o reservados para el folclore y los turistas. Por eso la selva Lacandona es lo que es, un compartimento estanco en el último rincón de este país.

-El zapatismo fue la propuesta de un nuevo espejo para que México no se viera en la imagen distorsionada de una falsa modernidad. Hasta cierto punto, también era el rostro real del mundo. El rostro real del fracaso de la oferta neoliberal.

-Eso lo captamos después. Nosotros, lo que queríamos demostrar era que el ingreso de México en el primer mundo se estaba construyendo sobre una mentira. No sólo una mentira para los indígenas, como lo demostró las crisis económica, política, ética de 1994-1995, también era una mentira para las clases medias y para las clases trabajadoras, como se decía antes. Incluso para una porción importante del sector empresarial.

Nuestro planteamiento tiene la fortuna de coincidir con la ruptura de esa simulación, el rechazo a esa escenografía falsificadora empezó también a operar, o está operando ya en otros países que sacrifican parte importante de su historia y de inmensos sectores sociales marginados. Por ejemplo, los emigrantes del sur y el este hacia Europa, los emigrantes latinos hacia Estados Unidos, de la juventud en paro en todo el mundo, el problema cultural de una Europea asediada por el proyecto anglosajón de cultura.

-Planteáis un espejo no trucado para México, pero también para el mundo. Tu personaje más logrado, el escarabajo filósofo Durito, te propone invadir Europa a bordo de una lata de sardinas.

-Yo me negué porque me hubiera tocado remar a mí.

-Sciascia respondió a la pregunta: ¿por qué escribe usted siempre sobre Sicilia? Porque Sicilia es el mundo. México es el mundo y el indígena es el globalizado doblemente perdedor.

-Mucha gente se burló de la Primera Declaración de la Selva Lacandona cuando decíamos que nos proponíamos marchar sobre la ciudad de México. Nuestras razones llegaron a todas las ciudades del Estado y movilizaron a la sociedad civil, esa sociedad que debería ser el sujeto histórico de cambio, y lo que no fueron nuestras razones fue la descomposición del sistema. Los del PRI empezaron a matarse entre ellos y se descubrió la fastuosa corrupción de Salinas de Gortari, el profeta del primer mundo.

Ahora movilizamos a 5.000 zapatistas por todo México para que respalden la gran consulta de marzo de reafirmación de la reivindicación indígena. Nuestras razones han invadido el mundo y en cada lugar se convierten en la denuncia del espejo trucado del final feliz de la historia, de la globalización a la medida de los globalizadores. "Aquí estamos, esto somos", y ahí se produce este efecto de prisma, de espejo múltiple en todos lados, que no construimos nosotros, que ya estaba ahí, germinado en la agraviada memoria indígena.

-La ofensiva cultural neoliberal en los últimos 15 años va contra la memoria histórica y la utopía. Para el liberalismo, extirpar la memoria significa dejar la historia sin culpables, sin causas. Y eliminar la utopía deja al presente y lo predeterminado como única opción. Vosotros pedís una utopía modesta, que la Constitución y la democracia sean para todos. Cumplir las constituciones integradoras sería subversivo. No lo resistirían las oligarquías ni el orden establecido.

-Nosotros no proponemos un modelo económico determinado. Digamos que la propuesta zapatista tiene más que ver con el sentido ético de la política que con un programa de gobierno, que es lo que presentaría un partido político. El zapatismo se separa de los movimientos revolucionarios tradicionales. No queremos el poder. Queremos que se respete la igualdad y a la vez la diferencia. Cuando nosotros planteamos recuperar la memoria, luchamos contra la unidimensionalidad del presente que interesa a los de arriba: olvídate de que somos los mismos ladrones y criminales de ayer, olvídate de que la promesa de ayer es la que te estamos repitiendo hoy y que ayer no cumplimos. Sobre la utopía, ¿qué transformación social en la historia del mundo no fue utopía la víspera? Ninguna.

-Incluso el neoliberalismo es una utopía, nadie ha visto esa felicidad global de diseño.

-Pero para que se realice el orden internacional que ellos proponen necesitan liquidar o excluir a una parte importante de la humanidad. Necesitan liquidar su historia, liquidar los estados nacionales, para que no se opongan a los designios economicistas. Como en la utopía de Blade Runner, en lugar de un mundo, una mega-empresa, con muchos estratos de gerentes, hasta llegar al obrero y el consumidor. La resistencia la protagonizan los sectores excluidos. En un caso, los indígenas; en otro caso, los emigrantes, los homosexuales, las lesbianas, las mujeres, los jóvenes, los parados. Todos los sectores que están siendo forzados a definirse como compradores o vendedores y no tienes otra opción: "Si ni compras ni vendes, no existes para nosotros".

La voz de Mariana avisa: el avión. En efecto, el avión militar de todos los atardeceres sobrevuela la foresta, como el helicóptero militar de todas las mañanas. Aplazamos veinticuatro horas la conversación, a la que se sumarán el comandante Tacho y el mayor Moisés, y de regreso atravieso la más sólida de las oscuridades, mientras recuerdo algunos párrafos de la carta que escribí a Marcos a fines de 1998: "Lamento las hambres reales o imaginarias que le ha causado Carvalho y veo difícil superar con chorizos los obstáculos que nos separan, en una clara demostración de que todavía son más filtradizas las personas y las palabras que los chorizos, tal vez porque hasta los aduaneros temen más a la peste porcina o al colesterol que a las teorías o a las ideologías. Imposible banalizar su circunstancia porque la evidencia de su dramatismo aguarda tras de la esquina de cada día y es esa circunstancia la que yo quisiera reflejar como llamada a la opción global presente: o solidaridad o barbarie. Ustedes han construido un referente ético inatacable, de ahí su peligrosidad en un mercado político cultural tan devaluado éticamente. También representa lo nuevo después de la ruina de lo inevitable, del final infeliz de la dialéctica de los bloques que ha llevado a la globalización de la doble verdad, la doble moral, el doble lenguaje, la doble contabilidad. Había que retomar el discurso emancipatorio desde las realidades que lo hacen necesario, desde el inventario de necesidades colectivas reales creadas por la desigualdad y la injusticia. El acierto de lo que ustedes representan se debe a que no puede ser combatido desde la falsa verdad de que es un resto de ideología vencida en la III Guerra Mundial, sino la evidencia del desorden a que conduce el capitalismo en su fase actual y sin perrito universal que le ladre. De ahí la irritación que provocan sus gestualidades en la casta intelectual mesiánica, que lo fue bajo el marxismo-leninismo y lo sigue siendo bajo un neoliberalismo de ingienería genética. Ustedes son un ruido en el canal de comunicación del pensamiento único. ¡Y vaya ruido!".

El subcomandante es algo teatral, obligado por la naturaleza de su escenario y como réplica a las farsas de supermercado de la modernización uniformadora o de los restos del naufragio semántico del marxismo-leninismo. Es el portavoz ilustrado, muy ilustrado de insurgencias esenciales: el indígena como realidad y metáfora del globalizado, el mestizaje como lo deseable más que como lo inevitable.

De Marcos a "Don Vázquez Montalbán"


Extracto del texto de la carta enviada por el subcomandante Marcos a Vázquez Montalbán en diciembre de 1997:

"Hace unas semanas leí su colaboración en el periódico mexicano La Jornada (sobre el 'Estado Nacional', o más bien sobre su definición) y tomé la maquinita para escribirle sobre algunas reflexiones que sus letras me provocaron, pero sobre todo para saludarlo.

Así que me tiene, escribiéndole y pidiéndole algunas cosas (quiero decir, además de la lectura de esta carta).

Por ejemplo, quisiera pedirle que salude de mi parte a don Pepe Carvalho. Dígale usted que no le guardo rencor por la tortura que significó para mí, en aquellos primeros años de montaña (1984-1990), la lectura de sus aventuras gastronómicas, policiacas y amorosas. Tan no le guardo rencor, que estoy preparando un largo texto que, seguro estoy, hará las delicias de chicos y grandes cuando vean que el Pepe Carvalho y el Sup resuelven, por globalizada correspondencia, un complicado caso criminal (...).

Por caminos diferentes (y sin su contundencia) vienen a nuestras manos y pasos temas como los que usted está tocando en sus colaboraciones: la globalización, el agonizante Estado Nacional, la Europa social y la del dinero, la izquierda en esta época, etcétera. Esa pesadilla (que ahora nos venden como el mejor de los mundos posibles) que es la misma y es distinta en suelos y cielos europeos o americanos, nos promete la destrucción más terrible: la de la memoria histórica.

Y, tal vez por eso mismo, el Poder acá destruye a quienes hacen de la memoria histórica su guía y bandera: los indígenas zapatistas. En el municipio chiapaneco de Chenalhó, bandas paramilitares (entrenadas, pagadas y dirigidas por el Gobierno mexicano y por ese cadáver podrido que es el PRI) se dedican a cazar indígenas rebeldes como en los tiempos de la conquista. La voluntad de paz y ese tenaz sentido de la supervivencia ha llevado a nuestros compañeros a huir a las montañas. En este momento, mientras usted lee estas líneas, más de 4.000 refugiados, viviendo y muriendo en la intemperie, lejos de sus hogares, son la mejor muestra de que los discursos de paz del Gobierno no son sino una torpe careta para esconder la guerra contra la historia. (...)

Para encontrar otros caminos luchamos nosotros y estamos seguros que ustedes también. Por eso quiero pedirle que acepte este doble nivel de puente: el que podamos hacer con el enigma del séptimo, y el que construyan reflexiones mutuas sobre la globalización y sus consecuencias.



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