El País Digital
Lunes 
24 abril 
2000 - Nº 1452
INTERNACIONAL
Cabecera
La segunda conquista de América 

Las grandes inversiones españolas en Lationoamérica crean expectativas y resquemores 


Empresas españolas en las 
calles de Buenos Aires 
(D. Luna).
El desembarco de empresas españolas en Latinoamérica ha colocado a España a la par de Estados Unidos como país con presencia económica en ese continente. El año pasado las inversiones ascendieron a 3,5 billones de pesetas, lo que ha llevado a algunos a calificar la situación de segunda conquista de América, aunque hoy no se trata de ocupar territorios sino de invertir y comprar empresas en sectores estratégicos. La percepción de los latinoamericanos difiere y va del entusiasmo desbordado a la crítica pura y dura por detectar en los nuevos conquistadores una cierta arrogancia, aires de superioridad y actitud neocolonial.

EL PAÍS
Muchos argentinos no salen de su asombro. Los gallegos que huían de las penurias económicas o de la dictadura franquista ya no son los porteros del elegante Barrio Norte de Buenos Aires. Y el grueso de las inversiones extranjeras ya no procede exclusivamente de EE UU. Los pequeños anticuarios de la capital porteña aprendieron a aborrecer hace poco tiempo a estos nuevos españoles, ejecutivos de Telefónica, Iberia o Gas Natural durante las subastas públicas de muebles, relojes de época o armas coloniales. Estos nuevos gallegos, pujando a capricho, disparaban los precios hasta hacerlos inaccesibles. El comerciante porteño perdía entonces toda posibilidad de comprar algo para su negocio, incubaba una inquina sarracena y se comía los hígados.
Empresas españolas en 
Latinoamérica

Decir que los españoles están comprando todo es algo más que una frase recurrente a la hora de hablar del nuevo desembarco en América Latina. Hay quienes lo califican de segunda conquista. Hoy no se trata de ocupar territorios, sino de invertir y comprar empresas en sectores estratégicos. Basta una mirada al mercado para comprobarlo: el BSCH y el BBVA en servicios financieros; Repsol, Endesa e Iberdrola en generación y distribución de energía; Iberia, Indra y Aguas de Barcelona en otros sectores y servicios. Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, Brasil, Perú, Cuba, México...
 
 

España se ha convertido en el segundo o incluso quizá el primer inversor extranjero en América Latina, en clara competencia con EE UU. El Tío Sam invirtió 14.300 millones de dólares (2,5 billones de pesetas) en su tradicional patio trasero durante 1998, seguido por España con 11.300 millones. Pero el año pasado, las inversiones españolas totalizaron los 20.000 millones y, a falta de las cifras oficiales de Washington, es posible que los españoles hayan ganado esta carrera a los estadounidenses según prevén los analistas.
 
 

Sólo es el comienzo, ya que tras las grandes compañías empiezan a llegar en cadena empresas de mediano y pequeño tamaño. Las hoteleras Sol Meliá o NH, Vinos Torres, Banco Urquijo, Viajes Barceló, son algunas de ellas.
 
 

La percepción de América Latina, de la calle, sobre este desembarco de empresas españolas -especialmente en las grandes compañías públicas privatizadas- va por barrios, y difiere por causas tan complejas y profundas como la propia composición social de los habitantes de las Américas. Así como los anticuarios de Buenos Aires arremetían contra su sometimiento en las casas de subastas, el grueso de la población argentina peruana o brasileña agradece la rápida modernización de las líneas telefónicas, imposibles durante el caos y el delictivo despilfarro anteriores. Las correspondientes subidas de tarifas satisfizo menos, pero los muchos aciertos forjaron una imagen moderna de España, envidiada en muchos aspectos.
 
 

Ha llovido mucho desde la entrada en Argentina, cuando nadie daba un duro por un país sumido en una inflación sideral y en los cuartelazos de los carapintadas. Decenas de técnicos agostados en sus despachos de Zaragoza, Barcelona, Valencia o Madrid asumieron cargos de dirección con equipos de cientos o miles de empleados locales. "Algunos profesionales nos aceptaron a regañadientes, todavía nos imaginaban con alpargatas. Empezamos a poner orden y no te puedes imaginar la corrupción que encontramos", señala un abogado encargado de auditar al Banco Nación, donde moraban Alí Babá y los cuarenta ladrones. Igual ocurrió en Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia o México. Los ganadores de las plicas despidieron a miles de empleados allí donde llegaron, sustituyeron a los tramposos y concentraron toda la hostilidad de los desplazados y de sus familias. La amortiguaron en lo posible con indemnizaciones generosas y multimillonarias.
 
 

Ese fenómeno se ha repetido desde Río Bravo a Cabo de Hornos: los despedidos sin la compensación pretendida se consideran despojados por los filibusteros españoles, aunque por sus venas corra sangre de parecido octanaje. El agradecimiento o el aborrecimiento o la indiferencia tiene sus causas. Los latinoamericanos contratados por los jefes de los bancos y compañías estatales privatizadas, generalmente con salarios más altos que el promedio nacional, besan la mano de sus empleadores, y al contrario. Los españoles son estupendos, o mayormente desalmados como cinco siglos atrás, según les haya ido a quienes se pronuncian en la calle. No es así en las instancias oficiales o de negocios, donde los códigos son otros, derivados de una relación profesional, fluida y mutuamente provechosa, a excepción de los calvarios denunciados por quienes no se adaptan a los trapicheos o peajes en comisiones y sobornos.
 
 

Diversos especialistas consultados coinciden en que falta una política de relaciones públicas y comunicación de las empresas españolas, lo que dificulta una mejor inserción en las sociedades latinoamericanas.
 
 

David de Ferranti, vicepresidente del Banco Mundial, señala que las empresas españolas tienen que adoptar un tono distinto, menos arrogante, en su relación con los latinoamericanos, y tienen que explicar a los anglosajones la modernización que ha experimentado España, con una economía desarrollada y multinacionales eficientes.
 
 

¿Cuestión más de imagen que de fondo? Un estudio realizado por la Fundación de la Cámara Española de Comercio de Argentina señala que las inversiones extranjeras, y en particular las españolas, son vistas positivamente, ya que aumentan la eficacia y perfeccionan la calidad de los productos y servicios. Los encuestados señalan como aspectos positivos el ingreso de tecnología, cercanía cultural y modernización. En el aspecto negativo se apunta: grandes ganancias, sin inversión
 
 

Para la mayoría de los entrevistados, EE UU es el modelo de país al que Argentina debería parecerse. España ocupa el segundo lugar. EE UU, Alemania y España, por este orden, son los países preferidos para recibir inversiones extranjeras.
 
 

A la hora de evaluar las privatizaciones, Telefónica concita la mayor unanimidad en una valoración positiva del servicio. El 94% de los consultados considera que es hoy mejor en un país donde hace 10 años tener teléfono era un lujo. El punto negro son las tarifas, que en 1997 experimentaron un gran aumento en el famoso "rebalanceo". En el servicio eléctrico, hoy controlado en buena medida por Endesa, los usuarios no han olvidado el prolongado apagón en el verano del año pasado en Buenos Aires, que afectó a 600.000 personas. Aerolíneas Argentinas, adquirida por Iberia, es una de las compañías peor calificadas, como consecuencia de la controvertida y nunca bien resuelta privatización.
 
 

Pero América Latina se subdivide en muchas: la criolla -de españoles, italianos, alemanes o polacos-, la mulata, la mestiza y la indígena. Y ese origen y fe de vida determina las reacciones. Habiendo sido muy pobre la emigración española hacia el cono sur, la burguesía fina del Barrio Norte bonaerense, seducida por el ripio anglosajón, aún conservaba empleadas de servicio y porteros españoles cuando llegaron los tercios de Telefónica. La irrupción de ingenieros, letrados y contables que hablaban inglés y que también habían estudiado en Harvard rompió el estereotipo del español bruto entre una clase media que fue pujante.
 
 

La emigración recibió orgullosa a la nueva tanda de conquistadores, a compatriotas universitarios que pasaron a ocupar asientos o presidencias en los consejos de administración de las compañías de cabecera. Los centros regionales se disputaban la presencia de la nueva España en sus cenas y convites, y los cónsules no dan abasto.
 
 

En Chile, aunque el mundo de los negocios de Santiago se rindió ante el poderío financiero de España, la sociedad aún reacciona a impulsos. A la izquierda no le gustó que Telefónica, nave capitana y pionera, costease el acto central de uno de los últimos cumpleaños de Augusto Pinochet, mediante el establecimiento de las conexiones necesarias para conseguir que sus partidarios pudieran seguirlo desde el lugar más remoto del país. A la derecha pinochetista, con dinero e influencias económicas, le encantó el detalle de los subordinados de Juan Villalonga.
 
 

Luego, la controvertida expansión de Telefónica, que se hizo con el mercado mediante numerosas compras de pequeñas empresas, y de Endesa, que adquirió Endersis con la oposición de los fondos de pensiones chilenos, han enturbiado, además del caso Pinochet, la imagen de los españoles, especialmente entre las élites. El poderío que exhiben los dos gigantes españoles, simbolizado en el impresionante rascacielos que alberga la sede de Telefónica en el centro de Santiago, despierta reticencias entre el empresariado. Las motivaciones están a caballo de la economía y la política en un país donde nacionalismo y pinochetismo se entremezclan con suma facilidad. Hoy la palabra monopolio es el gran anatema. La realidad es que Telefónica, Endesa y el BSCH controlan en la práctica las telecomunicaciones, la energía y las finanzas chilenas. Pese a todo, España sigue siendo considerado el mejor amigo europeo, por delante del Reino Unido y Francia, según una encuesta de Mori Internacional.
 
 

Pero quizá Perú ilustre la mayor contradicción entre la posición de liderazgo económico y la mala imagen. España es el primer inversor y sólo el 1% de los peruanos lo consideran como el país más amigo, según una encuesta realizada en diciembre por la consultora Datum Internacional. Su gerente general, Manuel Torrado, explica que el estudio muestra que países considerados tradicionalmente enemigos, como Ecuador y Chile, tienen hoy mejor imagen en Perú. Pregonar la condición de empresario español es mal asunto. El bajo perfil da mejores resultados.
 
 

La nueva imagen de los españoles en Perú está muy marcada por la presencia de Telefónica, la empresa más importante del país. La combinación de ejecutivos arrogantes y responsables de comunicación inexpertos en los primeros años dio como resultado un cúmulo de errores que el nuevo equipo dirigente en Lima trata de enmendar. La voz del contestador de atención al cliente tenía un marcado acento español. A la fecha, los beneficios de Telefónica son millonarios, pero la gente, a la vez que agradece la modernización, protesta por el aumento de las tarifas.
 
 

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