Como imán, el carnaval atraerá a los panameños durante febrero. Los
temas relevantes dormirán no un sueño, sino una buena siestecita, por algunos
días para despertar perezosamente luego del miércoles que la iglesia llama
"de ceniza".
Pero los problemas siguen allí.
Lo más importante que incide sobre el futuro de Panamá en este momento es
el tema de las bases militares que los Estados Unidos mantienen en Panamá y
la salida definitiva, o no, de los soldados norteamericanos antes del 31 de
diciembre de 1999, según lo señalan los tratados Torrijos Carter sobre el
Canal de Panamá. Casi todas las esferas de poder formal y fáctico
norteamericano, desde el Congreso hasta oficiales del gobierno, el
pentágono, la oficina antidrogas y otros, han expresado la conveniencia de
mantener instalaciones y efectivos militares luego del año 2,000. Esto
pudiera derivar en una controversia con Panamá que afectaría de alguna forma
todas las otras actividades incluso la transferencia del mismo canal.
El Gobierno de Panamá cerró oficialmente la negociación sobre bases
alegando principalmente que no había disposición de los Estados Unidos para
otorgar beneficios económicos significativos. La Embajada norteamericana,
por su parte, ha sido particularmente celosa de las formas y avalado la
posición de los panameños en cuanto a que de las bases, oficialmente, nada
se habla.
Sin embargo, muchos personajes civiles y militares norteamericanos siguen
martillando sobre el tema y el último fue la propia cabeza del ejército Sur
General Wesley K. Clark. El militar impactó la opinión pública panameña cuando
despachos de prensa provenientes del exterior daban cuenta que le había
informado al gobernador de Puerto Rico que el tema de las bases sí era
motivo de conversaciones bilaterales. Como en episodios de novelas los
norteamericanos siguen hablando y el Gobierno de Panamá sigue negando.
Lo que si se acepta, e impulsa el propio presidente Pérez Balladares y su
equipo, es la propuesta panameña de mantener en la base aérea de Howard, en
el pacífico, un centro multinacional antidrogas para la interdicción de su
tráfico. Incluso, se filtró en Washington a través del
corresponsal del diario El Panamá América que existe una propuesta para
que 70 aviones sean asignados a ese centro, en la mayor transferencia de
aviones de militares que harían los Estados Unidos a otros países.
Todo este asunto pudiera responder a una de esas operaciones sicológicas
que montan ( y desmienten) los norteamericanos para crear condiciones que
faciliten planes futuros. Lo que es obvio es que no se quieren ir de Panamá.
El tema resulta complicado para el Gobierno de Panamá que está obligado a
someter a una consulta popular la permanencia de bases militares luego de
finalizado este siglo. Sin embargo, aun cuando casi un 70% de los
panameños, según las encuentas, estaría a favor de las bases por razones
principalmente económicas, el tema planteado a nivel de plesbicito pudiera
derivar hacia un "voto de castigo" al gobierno por la impopularidad que han
ido generando sus medidas economicas. Es decir, que si el gobierno promueve
el Si, los votos pudieran decir que No.
De otro lado, la economía no termina de tomar un cause estable de
fortalecimiento, y la imagen internacional de Panamá no es la mejor para
convencer masivamente a los inversionistas foráneos que utilicen Panamá como
sede para reproducir sus capitales.
Lo anterior no parece dar mucha fuerza al gobierno panameño
frente a una presión final, directa o indirecta, de los norteamericanos para
seguir militarmente en Panamá. No sería fácil lograr, como en la época de
negociación de los tratados canaleros un ambiente internacional favorable de apoyo a la
posición panameña en una controversia con los Estados Unidos.
Se pudiera prever que lo que acontecerá será que los norteamericanos
utilizarán la puerta de salida que les impone los convenios Torrijos-Carter
el 31 de diciembre de 1996. Pero, antes o simultáneamente, entrarán
por la otra puerta que el mismo presidente de Panamá les abre con su
propuesta del centro antidrogas que, en palabras del embajador
norteamericano en Panamá, William Hudges, no puede ser operado sin personal
militar.
Ya el propio recién estrenado Secretario de Defensa William Cohen
afirmó en su primera comparecencia ante la prensa que seria importante para
los Estados Unidos mantener una "presencia residual" de tropas
norteamericanas en Panamá.
Y como un pequeño detalle más de los muchos que se van sumando el último día
de enero, el comandante supremo de la OTAN General George A. Joulman visitó
Panamá supuestamente para saludar "amigos" en el comando Sur del que fue
jefe, pero en su estadía se reunió con autoridades panameñas.
A menos de 3 años de la salida de las tropas norteamericanas de Panamá el
tema es confuso. Pero lo que parece estar claro es que los Estados Unidos
quieren quedarse. Y si es así, ellos tienen muchas formas para conseguir
sus propósitos.