El País Digital
Viernes
6 junio
1997 - Nº 399

La Virgen del Metro

Miles de fieles mexicanos creen ver a la Guadalupe en un charco de la estación de Hidalgo

MAITE RICO , México

Una mujer, ante el lugar donde miles de
personas creen ver a la Virgen (Reuter).
Las larguísimas colas que se forman en la estación del Metro de Hidalgo, una de las más transitadas de la capital mexicana, no son para comprar el billete. Son para ver a la Virgen. Eso dicen al menos quienes creen distinguir la imagen de la mismísima Guadalupe en una mancha de agua formada en un pasillo.

Unas 70.000 personas han desfilado ya por el lugar desde que un vendedor ambulante dio la voz de alarma el pasado domingo. Allí depositan flores, velas y monedas. La Iglesia asegura que «no hay presencia divina» en el charco y ha pedido a los fieles que eviten «la vana credulidad».

Todo empezó con las lluvias que por esta época se abaten sobre la Ciudad de México. Mientras diluviaba en la superficie, Carlos Guevara mataba el aburrimiento mirando una filtración de agua en el corredor del Metro Hidalgo, donde vende dulces. Se fijó en una mancha que se iba formando en el suelo. Y vio a la Virgen. Primero apareció la cara, luego el manto, luego el resto del cuerpo. Corrió a avisar a los responsables de la estación y a los vigilantes, que lo mandaron a freír monas con epítetos poco educados.

Para entonces, otros vendedores ya se habían acercado. Intentaron deshacer el charquito, pero la imagen de la Guadalupe volvió a componerse. Los transeúntes se paraban a mirar. La voz se corrió por todos los rincones y de la noche a la mañana el pasillo de salida a la calle de Zarco, en pleno centro histórico, se convirtió en un lugar de peregrinación.

Las autoridades del Metro colocaron una protección con paneles de plástico y cuerdas y pidieron refuerzos policiales, ante la avalancha de visitantes. Los agentes se dedican a agilizar el paso de los devotos, que se quejan del poco tiempo que tienen para observar el milagro. El segundo en casi cinco siglos, proclaman. Ya en 1531 la Virgen se le apareció al indio Juan Diego en el monte Tepeyac, lo que dio origen al culto guadalupano, sumamente arraigado entre los mexicanos.

Claro que la estación de Hidalgo es un lugar un poco chocante para revelaciones divinas. «Es que ella es humilde», dicen las comadres. Las colas de visitantes llegan hasta el Paseo de la Reforma: unas 20.000 personas pasan por el improvisado altar cada día, calcula la policía. Allí dejan flores, velas o monedas, que de momento no se sabe dónde van a ir a parar. Unos miran, muchos se santiguan.

Las interpretaciones del fenómeno varían. «Algo va a pasar, pero la gente no me hace caso», proclama el vendedor Carlos Guevara, que la vio primero y que vaticina desastres como el terremoto de 1985 «o algo así». Otros consideran la aparición como una muestra de solidaridad de la Virgen ante las elecciones del 6 de julio, fecha en que los sufridos capitalinos escogerán por primera vez al regente de la Ciudad de México.

La Iglesia se ha visto obligada a tomar cartas en el asunto. En un comunicado difundido el miércoles, el Arzobispado de México asegura que «no hay elementos teológicos que permitan afirmar la presencia divina a través de estas líneas que se han formado debido a una filtración de agua». La jerarquía eclesiástica se regocija de «ver a gente piadosa que, ante cualquier fenómeno, se siente llamada por Dios», pero anima a los fieles a cosechar «la fe auténtica», y no «el sentimentalismo estéril» o «la vana credulidad». Más que una muestra de fe, añade el comunicado, las peregrinaciones al metro Hidalgo son «manifestación de curiosidad que culmina muchas veces en una explotación de la religiosidad popular».

© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid