El País Digital
Sábado
5 abril
1997 - Nº 337

Los demócratas pidieron dinero a un 'narco' en La Habana para la campaña de Clinton

JAVIER VALENZUELA , Washington
Corta ha sido la tregua que los acontecimientos le han concedido al escándalo de la financiación de la campaña electoral de Bill Clinton. Durante tres semanas, el accidente del presidente, la cumbre de Helsinki y el suicidio colectivo de California han desplazado de las primeras páginas estadounidenses el principal problema interno que Clinton afronta en su segundo mandato. Pero la de The New York Times de ayer traía esta sorprendente noticia: una recaudadora del Partido Demócrata solicitó dinero en La Habana a Jorge Cabrera, un narcotraficante convicto y confeso.


Jorge Cabrera junto a Hillary Clinton
AP
Ya se sabía (EL PAÍS, 25 de octubre de 1996) que Jorge Cabrera, encarcelado en la actualidad en una prisión de Florida por tráfico a gran escala de cocaína colombiana, entregó en noviembre de 1995 un cheque de 20.000 dólares (casi 300.000 pesetas al cambio actual) para la campaña a la reelección de Clinton. Y también, que el Partido Demócrata le recompensó por su generosidad con una invitación para una cena en Miami con el vicepresidente Al Gore en diciembre de ese mismo año, y, 10 días después, con una invitación para un acto navideño organizado en la Casa Blanca por Hillary Clinton, la esposa del presidente.

De uno y otro acontecimiento hay testimonios gráficos: fotos en la que un orondo y gafudo Cabrera posa al lado de Al Gore y de Hillary Clinton. Unas fotos que los agentes de la lucha contra el narcotráfico le encontraron encima cuando le detuvieron en enero de 1996, tres semanas después de la fiesta navideña en la Casa Blanca. Cabrera, que también llevaba en la cartera una foto suya con Fidel Castro, pretendía impresionar con esos retratos a sus amigos y socios comerciales.

Lo nuevo, lo revelado ayer por el diario neoyorquino, es que el comité del Congreso que investiga la financiación de la campaña de Clinton ha descubierto que a Cabrera le pidieron su aportación en el hotel Copacabana de la capital caribeña. El hecho es explosivo para la psique estadounidense. Los recaudadores demócratas no sólo aceptaban sin demasiados escrúpulos dinero de empresarios asiáticos con vínculos con el Gobierno comunista chino, y ello pese a que el FBI había transmitido a la superioridad las sospechas de que Pekín estaba intentando comprar influencia en Washington. También iban a solicitarlo a la ciudad donde reina Fidel Castro, la bestia negra de EE UU desde hace siete lustros.

El embargo estadounidense contra Cuba no prohíbe que los norteamericanos viajen a Cuba, pero sí que gasten allí su dinero si no tienen un permiso expreso del Departamento del Tesoro.

Según The New York Times, que cita fuentes del Congreso, Vivian Mannerud, una mujer de negocios que preside una compañía aérea que opera entre Cuba, Bahamas y México y que es una de las más activas recaudadoras del Partido Demócrata, se entrevistó con Cabrera en noviembre de 1995 en el hotel Copacabana y le aseguró que, a cambio de una sustancial aportación a la campaña de Clinton, tendría el privilegio de ver al vicepresidente Gore y quizá a la familia presidencial.

A su regreso de la capital cubana, Cabrera envió desde Miami al Comité Nacional Demócrata un cheque por 20.000 dólares contra una cuenta que, según se descubriría después, usaba para blanquear el dinero de sus actividades como importador en EE UU de cocaína procedente de Colomblia

Oficialmente, Cabrera, nacido hace 40 años en Cuba, de nacionalidad estadounidense y residente en Miami, era uno de los principales proveedores de cangrejos y langostas a los restaurantes del sur de Florida. Pero también era algo más. La policía ya sospechaba en los años ochenta que utilizaba los barcos de pesca de su empresa para traficar con drogas. En 1983 y 1988 fue condenado a cortas estancias en la cárcel por intentar sobornar a un jurado y falsificar la declaración de impuestos.

En enero de 1996, tres semanas después de su encuentro navideño con Hillary Clinton, la policía le encontró con las manos en la masa: una importante cantidad de cocaína colombiana. Fue detenido y acusado de haber introducido en Estados Unidos un mínimo de tres toneladas de esa droga a mediante pesqueros que navegaban por los cayos de Florida.

Mannerud, que entregó por su cuenta 80.000 dólares a la campaña de Clinton, ha declarado a The New York Times que recuerda «vagamente» su entrevista con Cabrera en La Habana, pero niega haberle pedido el dinero en ese momento.

Portavoces de la Casa Blanca y el Partido Demócrata se limitaron ayer a recodar que ya devolvieron el pasado octubre el dinero recibido de Jorge Cabrera.

Avidez recaudadora y chapuza

J. V. , Washington
Estados Unidos no es ese paraíso de la eficacia que el no residente imagina. Cuando se tiene que lidiar con la burocracia pública, la lentitud y la chapuza son de temer, y lo mismo ocurre, por paradójico que parezca, en los tratos con instituciones privadas de objetivos meramente lucrativos. Dicho esto, resulta menos sorprendente que Jorge Cabrera, encarcelado como narcotraficante desde comienzos de 1996 y cuya contribución a la campaña electoral fue devuelta por el Partido Demócrata en octubre de ese mismo año, fuera invitado oficialmente el pasado enero a la solemne ceremonia en Washington de la segunda toma de posesión como presidente de Bill Clinton.

Si se suma la avidez de los recaudadores demócratas con una monumental descoordinación puede explicarse los sucesivos quebraderos de cabeza que la financiación de su última campaña le está provocando a Clinton. El FBI informó a dos miembros del Consejo Nacional de Seguridad de que existían fundadas sospechas de que China intentaba comprar influencia en Washington mediante donativos a la causa electoral demócrata, pero éstos no se lo transmitieron a su jefe, Anthony Lake, y Clinton ni se enteró. Janet Reno, la fiscal general, recibió esa misma información del FBI, pero nunca la comentó con otros miembros del Gobierno o con el presidente, porque pensaba que ya lo sabían.

El vicepresidente Al Gore efectuó llamadas desde la Casa Blanca para solicitar dinero, pero ignoraba que ello podía ser ilegal. Maggie Williams, la jefa de gabinete de Hillary Clinton, aceptó en la residencia presidencial un cheque que de un millonario asiático, pero tan sólo posteriormente comprendió que no debía haberlo hecho.

Hay más. Gore y Hillary Clinton se fotografiaron con Jorge Cabrera pocas semanas antes de que fuera capturado en Florida con un importante alijo de cocaína, sin que la Casa Blanca supiera que ya había sido encarcelado en dos ocasiones. Clinton alentó a sus recaudadores a que ofrecieran a los donantes más rumbosos la posibilidad de pernoctar en el dormitorio Lincoln de la Casa Blanca.,

Una cosa funciona bien en EE UU: la prensa. Sin su tenacidad, y sin la obligación de transparencia a la que estan obligadas las autoridades, ninguno de esos líos habría salido a la luz.

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