Capítulo Preliminar (página 18 de 28)

 
El País
Martes 
22 de junio 
1999
Otra vez Carmen

J.M. Caballero Bonald

VOCABULARIO Y EXPRESIONES
Acabo de leer por ahí que Carmen, la más que manoseada heroína de
Mérimée, fue "una mujer comprometida con su época". Nunca lo hubiera
pensado, es que ni idea. Así que me ha parecido por lo menos
sorprendente la atribución de tan inaudita cualidad a la veleidosa
cigarrera sevillana. Creo que quien defiende con mayor empecinamiento
semejante hipótesis es Salvador Távora, a partir sobre todo de su
versión escénica del cuento de Mérimée: esa "ópera andaluza de
cornetas y tambores" cuyo sólo enunciado parece anticipar algún exceso
acústico. No pretendo enjuiciar ni el valor artístico de esa obra ni su
presunta aspiración a neutralizar tantos consabidos lastres folclóricos,
pero sí me tienta sugerir algún correctivo general.

La figura de Carmen ha sido objeto de muy peregrinas interpretaciones
Casi todos los comentaristas coinciden en defender la peculiar noción
de la libertad que anima en todo momento al personaje de Mérimée y,
correlativamente, de Bizet. Nada que objetar. Carmen fue en efecto una
mujer libre, de una independencia más bien antojadiza una mujer que
"afrontó incluso su propia muerte en defensa de esa libertad", como
reitera Alberto González Troyano en su espléndido libro La desventura de
Carmen. Pero—que yo sepa—nadie ha sacado ninguna conclusión
relacionada con la actitud socialmente comprometida de ese confuso
modelo femenino, no ya por lo infundada de la suposición sino por lo
insólita.

Mérimée, que fue un ponderado cronista de la vida andaluza, creó un personaje surgido de la más pueril tipología popular andaluza: esa gitana seductora, embaucadora, supersticiosa, díscola, que además—según Mérimée—"hablaba bastante bien el vasco", lo que ya roza directamente el desatino. Pienso que, a no ser por la eficiente apoyatura musical que supuso la ópera de Bizet, por su muy profusa tramitación de exotismos, Carmen
no habría pasado de ser la protagonista de un melodrama carente del
menor atractivo literario y mucho menos humano. Pero la ópera hizo de
Carmen una aspirante al mito de Carmen. Lo malo es que ese mito se
parecía mucho a una majadería que el uso ha ido perfeccionando. Todos
los tópicos de la imaginación romántica están ahí reducidos al peor de
los clichés: esa mezcla de bandoleros generosos, pasiones primitivas,
embrujos gitanos y demás trivialidades de guardarropía que Carmen
arrastró consigo. Pretender buscar por ahí un compromiso social o una
postura en favor de los derechos de la mujer, es manifiestamente un
despropósito.

Lo mejor que podría ocurrirle a Carmen—a su tornadiza representación
social—es que terminara ingresando en el panteón de los olvidos
decorosos. Si su muerte literaria, a manos de otro fantoche—don José--, obedeció a "la necesidad social del castigo", su desaparición de la
genuina estirpe popular de Andalucía sería de lo mas deseable. No por
ninguna especial suspicacia, sino como una simple consecuencia del
veredicto justiciero del tiempo. Quizá se consiga invalidar así la
obstinada divulgación de un tópico de tan ridículos aderezos raciales y
culturales.

  • inaudita: infrequente, increíble
  • veleidosa: frívola
  • enjuiciar: juzgar, valorar
  • los lastres folclóricos: ideas preconcebidas, incorrectas y supeficiales sobre el folclore

 
  • peregrinas: inexactas y equivocadas
  • Mérimée / Bizet: autores de la novela y la ópera (respectivamente), Carmen
  • antojadiza: frívola y caprichosa

 
  • pueril: infantil, simple
  • bandoleros: ladrones que actuaban en los caminos para robar a los viajeros en el siglo XIX
  • trivialidades de guardarropía: ideas simples, superficiales y tópicas

 
 
  • ocurrir: pasar, suceder
  • panteón: mausoleo, lugar para enterrar a las personas
  • fantoche: personaje ridículo, simple y superficial

 
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