Los terroristas
que asesinaron a Ernest Lluch hicieron estallar el coche que utilizaron
para huir
El cadáver del ex ministro de Sanidad estuvo dos horas sin
ser descubierto en el garaje de su casa
PERE RÍOS, Barcelona
Ernest Lluch, ex ministro socialista de Sanidad durante la primera
legislatura del PSOE, fue asesinado ayer de dos tiros en la cabeza cuando
acababa de aparcar su vehículo en el estacionamiento del edificio
en el que residía. El atentado se produjo pocos minutos antes de
las diez de la noche, a unos 50 metros de un descampado en el que a las
21.55 estalló un coche bomba. El cuerpo del dirigente socialista,
de 63 años, separado y con tres hijas, no fue encontrado hasta bastante
después de que la policía acordonara la zona donde se produjo
la explosión del coche, en la carretera de Collblanc, en el límite
entre Barcelona y L'Hospitalet. El atentado causó una profunda conmoción
entre los dirigentes políticos catalanes que, en bloque, se desplazaron
al lugar del atentado.
Miembros de la policía inspeccionan
el lugar donde estalló el coche bomba
en el que huyeron los terroristas (Efe).
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El asesinato de Ernest Lluch se produjo cuando acababa de dejar su coche
en el aparcamiento comunitario del edificio en el que vivía, en
la avenida de Chile número 36, muy cerca del hotel Juan Carlos I
y de las instalaciones del FC Barcelona. Lluch recibió dos disparos
en la cabeza. Uno de ellos penetró por la barbilla y le atravesó
el cráneo, por lo que murió en el acto. El cuerpo quedó
tendido en el suelo entre dos coches y no fue descubierto hasta las 23.30
horas, cuando un vecino pasó justo por ese lugar.
Después de su etapa al frente del Ministerio de Sanidad, cuyo
principal legado fue la Ley General de Sanidad en la que se extendió
el derecho a la asistencia sanitaria a todos los españoles, Ernest
Lluch fue nombrado rector de la Universidad Internacional Menéndez
Pelayo, que fue sometida durante su mandato a un intenso proceso descentralizador.
Al dejar este cargo, Lluch regresó a Barcelona. Ejercía
como catedrático de Historia Económica en la Universidad
de Barcelona y era un destacado articulista que colaboraba con distintos
medios de comunicación y participaba en debates políticos.
Con frecuencia se refería al terrorismo y a la situación
en el País Vasco, y había sostenido con insistencia la necesidad
de superar la situación de frentismo político en Euskadi.
"No cejaré hasta que el nacionalismo vasco democrático entre
a formar parte del bloque constitucional", decía en uno de sus últimos
artículos en La Vanguardia, el pasado 19 de octubre. También
colaboraba en Cinco Días, EL PAÍS, edición
de Valencia, y la cadena SER.
Recientemente había realizado una investigación para rebatir
la extendida idea, apoyada por el entorno de ETA, de que el primer atentado
de la banda terrorista había sido contra un miembro de la denostada
Brigada Político Social del franquismo llamado Melitón Manzanas.
Lluch había realizado una investigación, publicada parcialmente,
en la que demostraba que "el primer muerto de ETA fue un bebé en
una fecha tan temprana como el 28 de junio de 1960". El bebé se
llamaba María Begoña Urroz Ibarrola.
Homenaje a Companys
Una de las últimas actividades públicas de Ernest Lluch
relacionadas con el País Vasco fue su participación en el
comité que organizó en Irún un homenaje al presidente
de la Generalitat republicana Lluís Companys, fusilado tras un consejo
de guerra sumarísimo en 1940, con motivo del 60º aniversario
de su entrega a la policía franquista por parte de la Gestapo.
La organización de este acto levantó polémica por
la participación en el comité de dos representantes de Euskal
Herritarrok. Lluch participaba en este comité a título personal,
lo que da muestra de la estrecha vinculación que el político
socialista tenía con el País Vasco y sus intelectuales.
Al lugar del atentado se desplazaron anoche las principales autoridades
de Cataluña, encabezadas por el presidente de la Generalitat, Jordi
Pujol. El estupor era el sentimiento dominante. Joan Reventós, presidente
honorario del Partit dels Socialistes de Catalunya, manifestó minutos
después de conocer la noticia, visiblemente afectado: "Era como
un hermano para mí. Una bellísima persona. Yo fui a buscarlo
a la Universidad de Valencia y le convencí para que se presentara
en las primeras elecciones de la democracia al Congreso como diputado por
Barcelona".
La noticia cayó ayer sobre Barcelona como un mazazo, no sólo
por la personalidad de la víctima, muy conocida en Cataluña,
sino también por la forma en que se supo. Todas las autoridades
gubernativas y el alcalde de la ciudad se encontraban junto al lugar donde
se había producido la explosión del coche bomba. De repente,
todos salieron corriendo y se esparció el rumor de que se había
producido un atentado muy cerca de allí, en la avenida de Chile,
que podía haber muerto un político, y que en esa zona vivía
Ernest Lluch.
El aparcamiento donde fue hallado el cuerpo del dirigente socialista
se encontraba apenas a 50 metros del lugar donde explotó el coche
bomba. Una fuerte conmoción se apoderó inmediatamente de
los allí reunidos, periodistas y políticos, al confirmarse
que, efectivamente, el dirigente socialista había sido asesinado.
El coche utilizado en la fuga que luego fue hecho estallar por los propios
terroristas era un Ford Escort de color blanco que tenía la matrícula
doblada, es decir, copiada de otro vehículo de igual marca y color,
que poco después fue localizado en Manresa.
El coche estaba aparcado en un descampado, en una zona de nueva urbanización
situada cerca del hotel Juan Carlos I, junto a la Diagonal. En un principio
se consideró la hipótesis de que el coche estuviera preparado
para cometer un atentado en otro lugar y otro momento, y que hubiera estallado
accidentalmente. Se daba la circunstancia de que a unos 200 metros del
lugar de la explosión tiene su residencia el presidente del Partido
Popular en Cataluña, Alberto Fernández Díaz. Se creyó
que el coche pudiera estar preparado para atentar contra él, que
acudió inmediatamente al lugar de la explosión. Pero el atentado
ya se había producido.
El coche quedó hecho un amasijo de hierros y el capó fue
lanzado por la fuerza de la explosión a más de 50 metros.
Por suerte, en ese momento no pasaba por esa vía ningún coche
porque el semáforo que regula el tránsito unos metros antes
estaba en rojo. Una chica que transitaba por una calle cercana tuvo que
ser atendida en un centro sanitario a causa de un ataque de nervios.
La explosión fue tan potente que hizo temblar los edificios
de un amplio sector, entre ellos el hospital de la Cruz Roja de L'Hospitalet,
donde algunos enfermos, alarmados, salieron a los pasillos. La deflagración
fue seguida de un incendio con llamas de más de cuatro metros de
altura y una intensa humareda, visible desde gran parte de la ciudad.
Al lugar de la explosión acudieron inmediatamente numerosos efectivos
policiales y de la Guardia Urbana, pero no se acercaron al coche que había
estallado. Los responsables policiales establecieron un amplio cordón
de seguridad ante el temor de que la explosión fuera una trampa
destinada precisamente a los agentes de seguridad. Ante la posibilidad
de que hubiera otros coches bomba en las cercanías, se cortó
el tráfico de la carretera de Collblanc, una de las principales
arterias de comunicación de Barcelona con el Baix Llobregat.
Incertidumbre
Una hora y media después, la zona seguía acordonada y
los vecinos que regresaban a casa no podían acceder a ella. Era
evidente que algo ocurría y que el suceso no parecía quedar
en la explosión del coche. Las fuerzas de seguridad estaban alerta
y la incertidumbre era patente en el ir y venir de las autoridades que
habían acudido al lugar de la explosión: el consejero de
Interior, Xavier Pomés; la delegada del Gobierno en Cataluña,
Julia García Valdecasas, y el alcalde de Barcelona, Joan Clos.
De repente, el jefe superior de policía fue llamado aparte. Alguien
le comunicaba algo grave, porque inmediatamente desapareció del
lugar. Al poco le siguieron el resto de autoridades. Cuando se confirmó
que Ernest Lluch era la víctima, numerosos compañeros del
partido acudieron al lugar. Muchos no podían reprimir las lágrimas
y cuando el juez levantó el cadáver, se fueron a la sede
del partido. Querían pasar juntos esta noche aciaga.
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