El peronismo, en el diván
El Partido Justicialista acude a las elecciones de
hoy en plena crisis de identidad tras 10 años de menemismo
FRANCESC RELEA , Buenos Aires
Viandantes junto a carteles electorales del
candidato de la oposición, De la Rua (Reuters).
|
Los argentinos acuden hoy a las urnas en unas elecciones de las que saldrá
el nuevo presidente de la nación de los próximos cuatro años.
Se cierra un ciclo de una década, que ha dado en llamarse menemismo,
durante el cual Carlos Menem transformó el país en sus ámbitos
político, económico y social. Despertó grandes ilusiones,
que poco a poco fueron diluyéndose hasta desembocar en el aburrimiento
y la apatía que han caracterizado la campaña electoral. La
transformación de Menem ha alcanzado a su propio movimiento político,
el más genuinamente argentino -el peronismo-, cuyos seguidores más
fieles se sienten hoy traicionados.
No hay que confundir el peronismo con el Partido Justicialista (PJ)
que llega a estas elecciones. El PJ actual tiene poco que ver con sus orígenes
de fuerza política que expresa "la identidad nacional basada en
los humildes y los pobres", según la definición de Julio
Bárbaro, peronista convencido, ex diputado del Partido Justicialista
y ex secretario de Cultura. El peronismo es un sentimiento. Es el movimiento
de los trabajadores y la gente humilde que vio en Perón, y sobre
todo en Evita, el símbolo de la justicia social.
"Los peronistas lo llevan en el corazón. Juan Domingo Perón
decía que el PJ es un instrumento del peronismo para ganar elecciones
y acceder al poder. En distintas ocasiones, el peronismo se valió
de otros partidos, y peronistas auténticos no fueron partidarios
del PJ porque estaba en manos de retrógrados", según palabras
de Domingo Cavallo, ministro independiente en los primeros años
de Carlos Menem y buen conocedor de secretos del PJ. Hoy es candidato a
la presidencia por un nuevo partido, Acción por la República.
"Para el peronismo, el menemismo es un ataque a su identidad. Después
de Menem nos hemos quedado con el eje de nuestra política -los trabajadores-
muy débil. Nos queda la marginalidad", señala Bárbaro.
"El movimiento sindical está marcado por la decadencia. No expresa
ninguna rebeldía. Los sindicalistas que llevan 30 años en
sus cargos se han convertido en empresarios".
Luis Sthulman, sociólogo, militante radical y asesor de Fernando
de la Rúa, el candidato de la Alianza, estima que el movimiento
obrero argentino ha cambiado radicalmente -"si casi no quedan obreros"-.
"Las reestructuraciones y las privatizaciones han eliminado a unos 200.000
trabajadores de la Unión Obrera Metalúrgica, que antaño
fue la columna vertebral del movimiento sindical. Ahora hay esencialmente
trabajadores de servicios, de cuello blanco. Los sindicatos con mayor número
de afiliados son los de maestros, empleados públicos. Es otro tipo
de lucha". Los sindicatos han perdido peso y su papel se ha transformado
profundamente, porque "el problema de mucha gente es que no tiene trabajo
y está sin cobertura social de ningún tipo".
Sthulman recuerda que en el acto central de la campaña de Eduardo
Duhalde, candidato del Partido Justicialista, en el estadio de River Plate,
apenas había representación de los sindicatos. "En su lugar
estaban las agrupaciones de barrio de las zonas más pobres del Gran
Buenos Aires, organizadas en torno a las llamadas manzaneras". Las manzaneras
son las encargadas de distribuir cada mañana por manzanas leche
fresca y huevos a la población más extremadamente pobre del
Gran Buenos Aires. Es el plan social del gobernador Duhalde, que cubre
aproximadamente a un millón de personas. "Las manzaneras son una
herramienta del clientelismo político, porque quienes reciben la
ayuda tienen que acudir después al acto electoral correspondiente",
puntualiza Sthulman.
Duhalde ha dicho en más de una ocasión que las encuestas
no pueden medir al peronismo "porque es un sentimiento". "Más o
menos como Boca Juniors", añade, irónico, Sthulman. Hay mucha
gente que se considera peronista y no milita en el PJ, que está
en otros partidos o simplemente votará por otro candidato distinto
de Duhalde. El 11% de los que van a votar a Fernando de la Rúa se
confiesa peronista, según una encuesta que manejan los radicales.
En estas elecciones está en juego algo más que la presidencia.
Son también una prueba para el PJ y el radicalismo. ¿Cuál
será el futuro de ambos partidos? Los propios asesores de los candidatos
coinciden en que ninguno de los dos saldrá airoso de la contienda.
En el radicalismo, no todos apuestan por un futuro de la Alianza sin sobresaltos,
ya que los sectores más conservadores ven excesivo izquierdismo
en el Frente del País Solidario (Frepaso). De la Rúa es presidente
de la Unión Cívica Radical (UCR), pero la sombra de Raúl
Alfonsín aún planea sobre el partido. La UCR, como tal, sólo
ha ganado en tres elecciones provinciales.
En el PJ, si Duhalde cae derrotado, está garantizada una dura
pelea interna por un nuevo liderazgo, en la que nombres como el ex corredor
de fórmula 1 Carlos Reutemann (gobernador de Santa Fe), José
Manuel de la Sota (gobernador de Córdoba) y, cómo no, Carlos
Menem (ya trabaja para su vuelta en el 2003) serán protagonistas
destacados. El futuro político de Duhalde es una incógnita.
Derrotado de antemano por los sondeos, sólo evitará una retirada
forzosa si el candidato del PJ vence en la provincia de Buenos Aires, feudo
teórico del duhaldismo.
Cavallo, antiguo aliado de Menem, considera que éste dilapidó
el apoyo popular que consiguió después de su primer mandato.
"El Menem que ganó con el 51% de los votos fue reelegido en 1995,
en pleno efecto tequila. En los últimos cuatro años
defraudó a los argentinos porque no quiso profundizar el cambio.
Creo que los peronistas no lo ven como símbolo de la justicia social
ni del peronismo. Y en esto se equivoca Menem. Cree que va a quedar como
símbolo del peronismo y sólo va a quedar como símbolo
del menemismo. Es decir, eficaz en el primer mandato, frívolo y
responsable de la impunidad y la injusticia en el segundo".
La maldición de Buenos Aires
CARLOS ARES , Buenos Aires
En 1987, cuando el peronista Antonio Cafiero quebró la racha
radical iniciada con la victoria de Raúl Alfonsín en 1983
y recuperó para su partido la gobernación de la provincia
de Buenos Aires, se sintió tan invencible que se comparó
con Diego Maradona. En una entrevista con EL PAÍS, hablando de sus
ambiciones y de la posible postulación como candidato a la presidencia,
Cafiero, eufórico, contestó : "Es como si usted le preguntara
a Maradona, después de regatear a cuatro ingleses durante la Copa
del Mundo en México y está solo frente a la portería
si va a convertir el gol o no".
Pues no. Cafiero falló el remate final. El gobernador no podía
concebir por entonces que Carlos Menem, un anacrónico y marginal
caudillo de la modesta provincia de La Rioja, en el noroeste del país,
se le arrojaría a los pies desde atrás y le arrebataría
en las internas del partido el sueño de ser Maradona.
Sobre Cafiero pesaba la llamada "maldición" de Buenos Aires.
Un maleficio histórico que ahora parece afectar también a
la candidatura de Eduardo Duhalde. La profecía dice que nunca un
gobernador de la provincia de Buenos Aires llegó a ser presidente.
Diez años más tarde, en otra entrevista, Duhalde dijo, confiado:
"Yo voy a ser el primero".
El licenciado en Ciencias Políticas y destacado analista Osvaldo
Pepe recuerda que "hay una excepción perdida en el fondo de la historia.
Bartolomé Mitre fue presidente después de ser gobernador.
Pero eran tiempos de guerra interna, cuando se terminó el conflicto
entre la Confederación y Buenos Aires. Es decir que se trataba de
una transición histórica y de un caso de vencedor de guerra".
Pepe advierte además que "la estructura socioeconómica del
bonaerense fue tradicionalmente peronista, y votó en consecuencia.
Pero con el retorno de la democracia en 1983, ese voto comenzó a
cambiar".
"El primero y segundo cordón del conurbano, es decir los municipios
más cercanos a la capital federal, ya votan casi en sintonía
con los porteños. En este caso a favor de la Alianza y en contra
del peronismo-menemismo. Esto se debe al fenómeno que los sociólogos
llaman urbanización del voto. Y esto se pudo verificar en
todas las elecciones a partir de 1983, menos cuando vino la marea menemista
en 1989 y 1995. El voto peronista se mantiene fiel a partir del tercer
cordón, el más pobre y alejado".
501 kilómetros para no votar
ITZIAR BADÍA , Buenos Aires
Se hacen llamar "los 501" y, aunque algunos los han apodado los "jóvenes
de Levi's" (como símbolo de chicos bien), ellos prefieren ignorar
las críticas. No son más de 300, pero en las últimas
semanas han sido foco de atención y polémica en los principales
medios de comunicación de Argentina. Su lema es "llevar la democracia
más allá del voto cada cuatro años", y para ello han
decidido no acudir hoy a las urnas.
La ley electoral argentina establece el voto obligatorio, pero tiene
excepciones. Una de ellas es encontrarse fuera del país o a más
de 500 kilómetros de su domicilio. Por esta razón, un grupo
de jóvenes de Buenos Aires ha viajado este fin de semana hasta la
localidad bonaerense de Sierra de la Ventana, a 560 kilómetros de
la capital, para eludir la obligación del voto.
El grupo está integrado mayoritariamente por universitarios de
clase media, aunque también se han sumado desencantados de otras
generaciones. Se comunican por Internet, se organizan en asambleas y han
creado distintas comisiones, entre ellas, la que ha reclutado a los "viajeros
del no-voto colectivo". "Nosotros no vemos alternativas en estas elecciones
y creemos que las cosas no sólo se resuelven en las urnas. Creemos
que hay que repensar el tipo de democracia que queremos. Estos candidatos
no nos representan", dice su portavoz.
Un 22,5% no votará
Alrededor de cinco millones de personas no votarán, según
las encuestas, lo que representa un 22,5% del censo electoral. Este grueso
incluye a los que van a votar en blanco y a los que no piensan acudir a
las urnas.
El manifiesto de los 501, titulado Carta a los no votantes, dice
que eligieron esta forma de protesta porque "está dentro de la legalidad"
y nadie podrá acusarlos de estar quebrando el sistema. "Nosotros
peleamos con sus mismas armas", añaden.
"Estos chicos no saben lo que ha sido luchar por conseguir esta democracia",
argumentan sus opositores. "Despreciar el voto es un insulto a la memoria
de aquellos que han dado lo mejor de sí por un sistema que respeta
todas las posiciones", escribió Miguel Ángel Toma, actual
secretario de Interior y primer candidato a diputado nacional justicialista
por la ciudad de Buenos Aires, en una Carta abierta al grupo 501,
publicada en La Nación.
Pero ellos se defienden: "Estamos seguros de que aquellos que perdieron
la vida durante la dictadura no estarían conformes con esta democracia
que tenemos. Ellos lucharon por una verdadera transformación social,
no por este sistema".
El grupo tiene apenas dos meses de vida y no tiene una posición
política definida. Rechazan la ortodoxia de los partidos de izquierda
y quieren salir de la militancia estudiantil bajo el ala de los partidos,
pero tampoco se atreven a denominarse anarquistas. Por ahora se concentran
en el viaje, y ya se verá si todo queda en una consigna efectista.
|