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Cuando Ike hizo a Franco un gran favor

La visita de Eisenhower a España hace 40 años sancionó la aceptación internacional del régimen franquista 


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El abrazo de despedida de Eisenhower y Franco en Torrejón de Ardoz; entre ambos, Vernon Walters, y a la izquierda, el ministro Castiella 
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Eisenhower y Franco, en el Pardo, y entre ellos, Jaime de Piniés 
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Eisenhower y Franco, en coche descubierto por Madrid 

MARÍA-PAZ LÓPEZ

Barcelona

Tal día como hoy, hace 40 años, el presidente estadounidense Eisenhower hizo a Franco el regalo de una visita a España y avaló así la entrada del régimen franquista, rechazado por las democracias occidentales, en la órbita internacional. Aquella fría tarde del 21 de diciembre de 1959, en la base aérea de Torrejón de Ardoz, Dwight D. Eisenhower, "Ike", descendió como un soñado míster Marshall la escalinata del Boeing 407 que le transportaba en gira de buena voluntad de 35.000 kilómetros por once países. Uno de ellos era, tras veinte años de solitaria dictadura, España. A las 16.21 horas aterriza Ike, y Franco, que casi no puede creer en la suerte que se le viene encima, le recibe ansioso a pie de pista. Se dan un apretón de manos. El "amigo americano" le había hecho un gran favor.

Para entonces, no obstante, las relaciones bilaterales entre España y Estados Unidos tenían ya su historial: el pacto de Madrid de 1953, un acuerdo defensivo y de ayuda económica que culminó con la construcción de las bases de Torrejón de Ardoz (Madrid), Rota (Cádiz), Morón de la Frontera (Sevilla) y Zaragoza. Estados Unidos, adalid de la ideología victoriosa en la Segunda Guerra Mundial, había excluido a España del plan Marshall de reconstrucción europea. Al poco, la superpotencia, enfrentada a la URSS en la guerra fría, descubría con deleite que el dictador de aquel estratégico país del sur de Europa era además un furibundo anticomunista. Valía la pena echarle una mano.

Pero Europa se resiste a acoger en su seno a quien había hecho tan buenas migas con Hitler y Mussolini. En julio de 1945 la ONU había condenado el régimen español negándole la entrada. Y en los diez años siguientes, el gobierno franquista tuvo escasas alegrías en la esfera internacional. Sólo contaba con la Argentina peronista y el Portugal de Salazar, y, más tarde, con la amistad norteamericana y con el Concordato con la Santa Sede.

El apoyo estadounidense será decisivo para Franco: en 1955, la ONU acepta a España a regañadientes y, el mismo año de la visita de Eisenhower a Madrid, la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) avalan el plan de estabilización económica del país. Las democracias occidentales, animadas por Estados Unidos, empiezan a hacer la vista gorda en ciertos requisitos ideológicos.En ese clima visita Eisenhower a su aliado español, quien, ebrio de eco internacional, explota al máximo a su huésped durante las apenas 18 horas que permanece en su territorio. Por primera vez, la recién nacida TVE envía imágenes a la red de Eurovisión, que transmite al continente la bendición estadounidense a la dictadura. Diez autocares pasean de allá para acá a los 150 corresponsales extrajeros acreditados (más otros tantos españoles) para cubrir el encuentro. A fin de cuentas, era también la primera vez que un presidente de Estados Unidos visitaba España.

Franco y Eisenhower cubrieron los 20 kilómetros que separan Torrejón de Madrid en tres coches, uno de ellos descubierto, ovacionados por un millón de personas. El anfitrión, pletórico, cuelga 60.000 banderas, distribuye 20.000 retratos de ambos, enciende un millón de bombillas y 360 proyectores para iluminar Madrid, y coloca arcos de triunfo florales. En cuanto a Ike, hasta le hicieron alcalde honorario de Marbella y miembro de honor de la Federación Española de Béisbol, además de endilgarle un par de mantillas de blonda para su señora, un cuadro y libros sobre turismo en España, a ver si más norteamericanos se animaban a venir y dejar aquí sus dólares. Le alojaron en el palacio de la Moncloa y le agasajaron con una cena en el palacio de Oriente, en la que Franco, de pura alegría, se desmelena hasta el extremo de usar la palabra libertad: "Nuestros dos países están alineados en el mismo frente de la paz y de la libertad". Además, afirmó que Estados Unidos es responsable de "la paz que disfrutamos y de que el Occidente de Europa haya permanecido libre sin caer bajo el yugo comunista".

Al día siguiente, de buena mañana, Franco y Eisenhower se reunieron en el palacio del Pardo. Estaban presentes, entre otros, dos futuros embajadores de sus países ante la ONU: Jaime de Piniés y Vernon Walters, intérprete de Eisenhower. El comunicado oficial conjunto, un prodigio de vaguedad diplomática, muestra cómo la nueva política de "coexistencia pacífica" entre los bloques capitalista y soviético no invalidaba premisas básicas de la guerra fría. Según Eisenhower y Franco, conversaciones como la que han mantenido "pueden ser beneficiosas para mejorar el clima de las relaciones internacionales, sin perjuicio de que se mantenga siempre una firme actitud defensiva". Al franquismo le quedaba aún mucha guerra fría para buscar cobijo. 
 

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