![]() |
Contratos para luchar contra la obesidad infantil Un pediatra pone en práctica la fórmula del pacto escrito para motivar a sus jóvenes pacientes con problemas de sobrepeso JOAQUÍN MAYORDOMO, Sevilla ( 11-04-00)
Después de tres años de acuerdos contractuales con su
pediatra, Rocío es hoy una niña espigada que juega en la
selección de baloncesto de Sevilla y ha dejado atrás el sobrepeso.
Ahora se la ve sonriente y segura de sí misma; ha aprendido a sustituir
las chucherías por la fruta, puede comprar la ropa que le gusta
y, según cuenta su padre, Juan Ignacio, "es una niña mucho
más madura y responsable".
Inmaculada, en cambio, sigue luchando, "con una voluntad de hierro",
dice su madre, Conchi, que cuenta y no acaba las muchas gestas y esfuerzos
que hace su hija para quitarse los kilos que le sobran. "Tenemos un armario
en el que guarda todas las golosinas que le regalan. Las tiene allí
y, de vez en cuando, las mira. Eso le da fuerzas, me dice, para tener más
voluntad". Pero Inmaculada lo tiene difícil porque en ella influye,
más que en Rocío, el factor genético.
El otro gran inconveniente con el que se encuentra, y que ella está
dispuesta a vencer, es el factor ambiental. Por eso firma contratos cada
tres meses con "su endocrino". Y lo de "su" endocrino lo recalca porque
es ella, y no sus padres, la que acuerda con el doctor José Antonio
Bermúdez de la Vega, responsable de la Unidad de Endocrinología
en el Servicio de Pediatría del Hospital Macarena de Sevilla, los
términos en los que ha de seguir el tratamiento.
La obesidad infantil está empezando a desbordar las consultas
de los pediatras. Una encuesta reciente del Consejo General de Colegios
Oficiales de Farmacéuticos sobre los hábitos alimentarios
de los niños españoles señala que éstos no
consumen verduras ni fruta en cantidades suficientes. Y un 25% de los niños
de 10 a 12 años se muestra preocupado por su peso corporal.
Un 80% de los niños obesos tiene antecedentes familiares. Un
niño tiene hasta un 40% de probabilidades de ser obeso si uno de
sus progenitores lo es; pero esta probabilidad se eleva al 85% si lo son
los dos. En cambio, sólo un 8% de niños obesos carece de
antecedentes en la familia.
Por otra parte, el niño que en el primer año de vida es
obeso, tiene un 14% de probabilidades de serlo en la edad adulta. Si la
obesidad dura hasta los siete años, el riesgo se dispara hasta un
41%; si se mantiene entre los 13 y 15 años el riesgo sube al 75%
y, si se alarga el exceso hasta la adolescencia, es del 96%.
Pero también influye el factor ambiental. Comer demasiado, llevar
una vida sedentaria, la desestructuración familiar, el menor nivel
económico y vivir en el mundo rural son algunos de los factores
de riesgo para la obesidad infantil, según Bermúdez.
Su propuesta para atajar la obesidad infantil se basa en la confianza.
El verdadero protagonista es el niño, que discute, analiza y se
compromete por escrito con su pediatra a cumplir los compromisos pactados.
"Yo, Inmaculada Corona, de 9 años de edad, de acuerdo con mi
pediatra y mis padres, me comprometo a mantener las siguientes conductas:
comeré tres piezas de fruta al día como mínimo, haré
media hora diaria de ejercicio, no veré la televisión mientras
como, masticaré muchas veces, y lo haré muy despacio...".
Así comienza el último contrato, firmado a pie de página
el pasado 4 de abril por el médico, Inmaculada y su madre. Si los
acuerdos se cumplen, habrá premio. Éste podría consistir
en una excursión, un nuevo vestido o en puntos que irían
acumulándose para obtener, posteriormente, un premio mayor.
Bermúdez de la Vega asegura que su método de trabajo se
basa, y de ello dependerá en gran parte su éxito, en "el
talante democrático y flexible con el que aborda el problema, a
fin de que sean los propios niños y niñas quienes tomen conciencia
de que ellos, y sólo ellos, son los que pueden decidir y elegir
lo que han de comer o el ejercicio que deben de hacer para corregir la
obesidad que padecen", explica.
Pero también la familia y el entorno influyen. Conchi, la madre
de Inmaculada, lo explica así: "La niña nos ha cambiado los
hábitos. No nos deja que pongamos la televisión mientras
comemos; nos ha obligado a reducir las cantidades, a comer en platos más
pequeños... Y ahora comemos más fruta y verdura". Este protagonismo
del niño lo corrobora Ana Camacho, la madre de Rocío, quien
asegura que lo que más le sorprende es ver cómo su hija y
el pediatra negocian el nuevo contrato.
Bermúdez calcula que, después de tres años tratando
a más de 200 niños obesos, ha conseguido que un 30% redujera
el peso y otro 30% lo mantuviese, "lo que también es un éxito",
aclara. En el 40% restante asume que ha fracasado. Un porcentaje que, en
su opinión, no es excesivo, "si tenemos en cuenta que todavía
en amplias capas sociales consideran a la gordura sinónimo de salud
e incluso la ven con buenos ojos".
Inmaculada está encantada, entre otras cosas, porque ahora los
niños del colegio ya no se meten con ella. "Ya puedo agacharme y
no me caigo de espaldas", dice. Y le da un gran placer, asegura, comprobar
que no tiene dificultades para cruzar las piernas. Progresa lentamente,
pero siempre ha cumplido sus contratos. Rocío ha superado el problema
porque ha aprendido a comer de otra manera. "Aprender a comer es la clave;
cambiar los hábitos. Porque la obesidad es una enfermedad con la
que hay que estar alerta toda la vida", recalca Bermúdez de la Vega.
|
© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid |