El País Digital
Lunes
2 noviembre
1998 - Nº 913

¡Bienvenido, míster Fraga!

El presidente de la Xunta ofreció una romería a 3.000 cubanos descendientes de gallegos

MAURICIO VICENT, La Habana
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Fraga deposita unas flores en la tumba de sus
familiares en la localidad cubana de Manatí (EFE).
Manuel Fraga Iribarne ha mejorado en Cuba las mejores escenas de Bienvenido, Mister Marshall. La genial película de Berlanga se ha quedado chiquita si se compara con lo que el "compañero Fraga" ha hecho durante sus cinco días de estancia en la isla caribeña. En Manatí, el pueblo donde vivió algunos años de su niñez y donde se padre hizo ahorros a base de vender ron Bacardí en un kiosko junto a un ingenio azucarero, Fraga fue recibido en la carretera por cientos de personas que le aclamaron al pasar con gritos de "¡Fraga, amigo, el pueblo está contigo!" y "¡Cuba y Galicia, unidos vencerán!".

Desde su asiento en un todoterreno verdeolivo descapotado, el presidente de la Xunta se cansó de saludar a las masas de críos y vecinos agitando su sombrero jipi-japa del más puro estilo indiano. La visita a Manatí siguió con un emocionado discurso en el que habló de la próxima celebración del año jacobeo en Santiago, no de Cuba sino de Compostela, y también de los retos del fin del milenio, temas ambos no precisamente de viva actualidad en este pequeño pueblo del oriente cubano.

Escenas surrealistas hubo muchas. Pero quizás ninguna como la que ocurrió en la casa de la cultura del propio pueblo de Manatí, donde Fraga se reunió con viejos vecinos del pueblo que guardaban algún recuerdo y fotos de la familia Fraga Bello: uno de los participantes en el encuentro pidió la palabra, y acto seguido, sin cortarse ante las autoridades que allí estaban, le explicó a Fraga que tenía un familiar en Estados Unidos y que quería que le ayudase a irse allí con su familia. Tras unos pocos minutos de tensión, la cosa no pasó a mayores gracias a la habilidad del vicepresidente cubano, José Ramón Fernández, quien, tras un fino quiebro político, se las arregló para que la petición sonase casi como un acto espontáneo de reafirmación revolucionaria.

Rodeado siempre de sus conselleiros, Fraga subió en Santiago de Cuba al santuario de la Caridad del Cobre, donde se le escaparon las lágrimas al ver la imagen de la Virgen que su madre adoró en vida. Una vez repuesto, Fraga peregrinó al Cuartel Moncada, otro templo de la ciudad, pero éste de carácter revolucionario. En el Moncada le explicaron a don Manuel cómo su amigo Fidel Castro planeó el asaltó al antiguo cuartel de Batista, que marcó el inicio de la lucha armada en Cuba. Un grupo de niños escenificó la cosa y, antes de terminar, corearon ante un impávido Fraga el lema escolar que dice "Pioneros por el Comunismo, seremos como el Ché".

Por supuesto, Fraga habló de política durante su viaje a Cuba, pero lo hizo con tacto gallego. Baste un ejemplo. Tras mencionar en Santiago de Cuba la necesidad de fomentar la reconciliación entre los cubanos de dentro y fuera de la isla, un periodista le preguntó quién, a su juicio, era el que debía dar el primer paso. Fraga respondió a la gallega: "Esa pregunta que usted me hace es absolutamente irrelevante. Cuando dos jóvenes inician un acercamiento amoroso da igual quien de los dos da el primer paso. Lo que importa es que se produzca el beso".

La traca final del viaje del presidente de la Xunta se produjo ayer y tuvo lugar al oficiar de anfitrión en una gigantesca romería celebrada en los famosos jardines de la cervecería Tropical, en Marianao (La Habana). Nada menos que 800 kilos de pulpo a la gallega, mil tortillas de patata con cebolla y mil empanadas traídas desde Galicia para dar de comer a los 3.000 invitados, todos gallegos y descendientes de gallegos.

Entre los bailarines de muñeira y el sonido de gaitas, algunos gallegos octogenarios se sentaban, muy dignos, con la boina calada, la guayabera puesta y los zapatos bien lustrados aunque sin cordones, y comían con avidez de adolescente su ración de empanada y lacón con grelos. Antes, empleados de la Xunta habían distribuido camisetas y gorras entre los emigrantes. Sólo faltó que algún conselleiro dijese: "Vote por Fraga".

Un guarapo en el quiosco de la infancia

Manuel Fraga visitó ayer en Manatí la antigua cafetería propiedad de su padre, llamada entonces El Quiosco, en la que se despachaban bebidas alcohólicas, alimentos ligeros y refrescos. El presidente de la Xunta descubrió una placa conmemorativa y contó anécdotas de su infancia. "Venía todos los días y le decía a mi tío que me sirviera un bacardí, que era lo que yo oía pedir a los clientes, y él me daba entonces un refresco", rememoró. El antiguo local es ahora un establecimiento estatal llamado La Guarapera, destinado a exclusivamente a la venta de guarapo, jugo de caña de azúcar, del que el presidente se bebió un vaso.

Fraga visitó también el cementerio donde reposan los restos de algunos familiares suyos y las ruinas de la antigua mansión del marqués de Aguayo, para quien trabajaron sus padres. Al mediodía conversó con un grupo de ciudadanos gallegos y sus descendientes residentes en Manatí y concluyó la jornada con una visita a la modesta casa de madera y tejas en la que vivió junto con sus padres y donde fue obsequiado con un almuerzo por parte de las autoridades locales.

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