Delaware Review of Latin American Studies
Issues
Vol. 8 No. 2 January 30, 2008


¿Rebeldes o parias? Inmigrantes judíos en la ficción de Perla Suez*

Dr. Carolina Rocha
Department of Spanish, Italian and Portuguese
University of Illinois at Urbana-Champaign
cmrocha@uiuc.edu

*Una versión de este artículo fue leído en el congreso de Latin American Jewish Studies Association (LAJSA) en julio del 2007 en Buenos Aires.

 

En su libro The Jew as a Pariah. Jewish Identity and Politics in the Modern Age, Hannah Arendt examinó los roles adoptados por los inmigrantes judíos durante la modernidad. Arendt sostenía que, en su mayoría, los judíos habían evitado involucrarse en los asuntos políticos de las sociedades a las cuales habían inmigrado para integrarse sin conflictos a sus nuevos países de residencia. Esa estrategia podía prestarse a otra interpretación. Para Arendt, una actitud constante sostenida por los inmigrantes judíos durante la modernidad había consistido en su desinterés respecto a los eventos políticos. Si, por un lado, esta actitud de apatía hacia lo político había servido para permitir el ingreso y establecimiento de judíos en distintos países, por otra parte, dicha actitud también los había convertidos en parias, sólos preocupados por su supervivencia y marginados de las cuestiones sociopolíticas de los países donde residían (22). En sus opiniones, Arendt se hacía eco de comentarios similares expresados por Franz Kafka que destacaba el deseo por parte de los judíos de acceder a una casa, una familia, un trabajo y la priorización de estas metas en detrimento de su participación en una comunidad nacional (Arendt 85). Como forma de abandonar la marginalidad que el rol de parias implicaba, Arendt llamaba a los judíos a politizarse y, en el proceso, a transformarse en rebeldes, o en personas involucradas en el acontecer de sus sociedades. Esta politización tenía como objetivo adquirir una conciencia que permitiera trabajar activamente en la mejora de las condiciones socioeconómicas de judíos y gentiles por igual, y a la vez, involucrarse en los gobiernos nacionales como forma de evitar otro genocidio.

Los conceptos expresados por Arendt deben ser tomados con pinzas ya que se adecuaban a la realidad conocida por esta filósofa de los judíos en Europa y se dirigían principalmcente a los judíos que habían emigrado a los Estados Unidos en los años de postguerra. Sin embargo, es pertinente destacar que la tensión entre el aislamiento o lo judío homogéneo (si esto último existe) y la adaptación o el intercambio con otras comunidades es una preocupación central tanto de quienes integran la comunidad judía como de quienes estudian la cultura judía en la diáspora. Para dar un ejemplo de esta inquietud basta mencionar la colección de ensayos “Crecer en el gueto, crecer en el mundo” reunidos por Ricardo Feierstein y Stephen Sadow y que contiene ponencias del Tercer Encuentro Internacional de Intelectuales. Como el título de la compilación de Sadow y Feierstein lo indica, el desafío de ser judío sin dejar de aislarse de eventos nacionales e internacionales es una inquietud constante en los intelectuales judíos. Este tema permite explorar no sólo el grado de asimilación de judíos a distintas sociedades, sino también la pregunta ¿qué significa ser judío en el siglo XXI?

La dicotomía parias o aislados versus rebeldes o asimilados me sirve de punto de partida para aproximarme a la representación de los inmigrantes judíos en las novelas de Perla Suez1: Letargo (2000), El arresto (2001) y Complot (2004). Mi énfasis aparece en personajes inmigrantes porque concuerdo con Naomí Lindstrom en que

[t]he immigrant generation is seen as the one most capable of illuminating the Jewish experience in Argentina, not only because of its pioneering role in that history, but also because it was still thoroughly marked by its formation on Eastern European Jewish community life. (99)

Las primeras preguntas que guían este trabajo, entonces, son: ¿Cómo son presentados los inmigrantes judíos en estas tres novelas? ¿Son, utilizando conceptos de Arendt, personajes que hacen historia o la padecen? Estos interrogantes apuntan primero a analizar la representación de los personajes de la trilogía de Suez—mayoritariamente inmigrantes judíos que se asentaron en las colonias fundadas por el Barón de Hirsch— y en segundo lugar, a problematizar la rescritura del pasado judío en la diáspora argentina. Si tenemos en cuenta que la literatura judía en la Argentina surgió en forma paralela a la llegada de grandes números de inmigrantes, y que precisamente, el tema de la inmigración judía con sus subtemas sobre choque cultural, aceptación y asimilación ha sido parte integral de esta literatura étnica en la Argentina, también me interesa explorar cómo Suez se posiciona respecto a la tradición literaria judeo-argentina a través de ficciones donde los inmigrantes judíos son los personajes principales. De esta manera, pretendo explorar cómo Perla Suez narrativiza la historia de la comunidad judía y cómo se posiciona respecto a la traidción literaria judeo-argentina.

Letargo: El rebelde, la paria y Déborah
La primera novela que compone la trilogía de Entre Ríos, Letargo ofrece la visión de una familia inmigrante judía que se encuentra instalada en Entre Ríos a mediados de los años cincuenta. La narradora es Déborah quien pasa revista a los cuadernos escritos durante su infancia y a los recuerdos allí conservados varias décadas después. Además de la narradora, la familia se compone del padre, de una bobe de fuerte personalidad y de la madre de la narradora aquejada por problemas físicos y mentales. Debido a su enfermedad, la madre es un personaje confinado y sin voluntad propia por lo que en la familia de Déborah, el padre y la bobe son las figuras principales. Ambos bilingües en español e iddish, poseen diferentes modos de relacionarse con su entorno, personificando la oposición rebeldes o parias que mencionaba Arendt.

Como bien lo nota Adriana Kanzepolsky, en Letargo “el judaísmo de los personajes determina las relaciones familiares y es el trazo que delinea la separación entre el espacio público y el privado.” El padre, tal vez, miembro de la primera o de la segunda generación de inmigrantes nacida en el país, es quien representa la concienciación política y un interés por los asuntos de la comunidad en la que reside. Este personaje trabaja como contador de la tienda de la bobe, pero cuando ésta le recrimina sus simpatías comunistas y lo obliga a elegir entre el comercio familiar o sus ideas políticas, el padre se ve forzado a buscar otro trabajo y lo consigue como empleado en un banco. Las ideas políticas de este personaje no sólo se basan en la evaluación de la situación local sino en una visión más amplia de los problemas de la humanidad. Como lo recuerda Déborah: “habla de los males del mundo, y dice que todos los males provienen de la propiedad privada. Y habla de Marx y Lenin” (31).

La intensa politización paterna evidenciada a través de su adhesión a ideas marxistas contribuye, entonces, a presentar al padre como un rebelde. Esta rebeldía se basa tanto en su politización como también en su Comunismo, rechazado por el oficialismo peronista (1945-1952) y militar (1952-1960) en los años de la Guerra Fría. A su vez, la cita anterior también ilustra que la militancia comunista del padre se basa en una preocupación de carácter universal que supera los límites de las necesidades de los trabajadores asalariados en las colonias de Entre Ríos. Esta visión global puede deberse precisamente al estatus ambiguo del padre que, como inmigrante, tiene conocimiento de las demandas laborales de los trabajadores en Europa.

Opuesto al personaje anterior, en Letargo, la abuela es quien encarna a los parias por su falta de compromiso político. Este personaje se ocupa de mantener la tradición judía siguiendo los ritos de la oración de las velas, las comidas típicas como el gelfite fish y los knishes. Como persona a cargo de la economía familiar, sus objetivos personales consisten en ser aceptada por la comunidad y en tener éxito en su negocio. Respecto a la aceptación, los recuerdos de Déborah la presentan como una persona preocupada por el estatus social de la familia, alentando a que su hija se case con alguien de mejor condición económica para estabilizar a su familia. Descrita como una Shilock, el desvelo fundamental de la bobe consiste en producir y acumular bienes, como confiesa la narradora: “De la bobe aprendo algunas mañas. No gasta, porque necesita estar segura de que tiene dinero y que lo que tiene está guardado en un lugar seguro, que sólo ella conoce” (20). Como paria, la abuela no sólo rehúye la participación política para evitar conflictos con las autoridades con las cuales tiene contacto, sino que sus acciones se orientan al universo familiar, a crearse un bienestar económico a través de su trabajo o, como decía Kafka, a considerar al trabajo y la casa como signos visibles de la estabilidad anhelada.

En este sentido, es importante detenerse a analizar la tensión que surge entre los personajes anteriores a raíz de la militancia política del padre de la narradora y que termina con su alejamiento del negocio, propiedad de la bobe.  La expulsión del yerno se debe a la necesidad de aceptación de una persona que presenció la violencia sufrida por los judíos en el este de Europa en las primeras décadas del siglo veinte y que teme que la persecución se repita en su nuevo lugar de residencia. Su actitud puede leerse como una falta de conciencia social y una voluntad de concentrarse sólo en la supervivencia personal. Lo cierto es que como personaje marcado por la experiencia de haber huido de pogroms, la bobe percibe la importancia de hacerse y preservar un estatus social digno y honorable. La seguridad económica y aceptación social es vista por este personaje como una solución para evitar la discriminación étnica de la cual puede ser blanco en una sociedad donde los inmigrantes judíos constituyen una minoría.

Si el padre y la abuela representan en Letargo las dos posiciones de los inmigrantes judíos que señalaba Arendt respecto a su integración, es necesario notar que la novela los sitúa a ambos en un espacio intermedio dentro de la nación. Como habitantes de una colonia judía, Basavilvaso, localizada en el interior de la provincia de Entre Ríos, estos personajes tienen contacto casi exclusivamente con otros colonos judíos y aparecen alejados de los problemas nacionales que repercuten con más estridencia en los centros urbanos. Esto indicaría la condición de parias o marginales de estos personajes dado que el microcosmo de la colonia es decrito como una unidad autosuficiente donde era posible recrear la autonomía de los shtetls y vivir en relativo aislamiento respecto a los eventos sociopolíticos de la nación.

Dentro de este contexto, es sumamente interesante el personaje de Déborah. Como voz narrativa que escribe y reflexiona respecto a un momento clave de su pasado—el pasaje de la infancia a la adolescencia, o sea cuando su identidad se forma—Déborah es consciente de su diferencia al pertenecer a una minoría étnica. Si por una parte su hogar es donde recibe la herencia judía debido a la presencia de la abuela que encarna la tradición sin asimilación, por otra allí mismo capta que su identidad judía no posee los atributos de los cuales gozan sus mayores. En efecto, Déborah no tiene acceso a la lengua madre de los judios Askenakis, el íddish. Su idioma materno, el castellano, la marca como a una judía argentinizada, diferente de la población mayoritaria pero a su vez, también situada en la periferia de lo judío, y su diferencia me lleva a mencionar el concepto de “identidad zigzageante” perteneciente al escritor judeoargentino Marcelo Birmajer. Birmajer utiliza ese concepto para describir al ser judio entre argentinos o argentino entre judíos. Esa identidad zigzagueante de Déborah, que deriva de su percepción como diferente, la conduce a una permanente negociación entre lo heredado y el medio ambiente. Esa diferencia sólo consigue ser asumida en su totalidad en la adultez cuando consiente en regresar a su pasado, a la tumba materna (marcadora de su diferencia) y a su tierra natal, Entre Ríos.

En efecto, luego de años de vacilación sobre su identidad, Déborah emprende un viaje mental y físico a sus orígenes. El primero tiene lugar en la exploración de su memoria personal y de los cuadernos en los cuales dejó asentados sus recuerdos. El viaje físico complementa al proceso psíquico y ambos posibilitan el reencuentro de Déborah con la parte judía de su identidad. Al reconocer el íddish y retornar a la ciudad donde se crió y en sus propios términos, Déborah busca reconciliar las posturas encontradas de sus mayores, intentando una identidad que oscila entre la rebeldía y el aislamiento. Para ello, imagina recuperar su memoria del pasado a través de fotos familiares y una filmación de las vivencias de su abuela durante su migración a la Argentina. Es importantes destacar que el álbum familiar que la narradora pretende armar es una recomposición de su desmembrada familia ya que las fotografías le proveen, como Vicki Goldberg afirma, “with visible histories and genealogies” (105). La mirada retrospectiva de Déborah asume la pérdida de ese pasado, de ahí el énfasis en la distancia entre lo real y lo representable. También Déborah asume su propia otredad respecto al judaismo de las generaciones anteriores. En ese sentido, su mirada es reconciliadora entre su diferencia étnica y la sociedad en la que vive.

Asimismo este personaje sintetiza los roles antitéticos de su abuela y su padre, proponiendo la oportunidad de diálogo entre los distintos miembros de su familia para “que hablen de lo que tienen que hablar el tiempo que necesiten, para decir lo que no pudieron decirme entonces” (197). La actitud de la narradora tiende, entonces, a recobrar su pasado familiar y étnico pero como figura que no encarna las dicotomías y tensiones que enfrentaban a sus mayores. Su participación secular y apolítica en la comunidad contemporánea supone una superación de las opciones previamente disponibles para los primeros inmigrantes judíos: el asilamiento (paria) y la inmersión (rebeldía)  en su nuevo país de residencia.

El arresto: Los parias y los rebeldes
La dicotomía entre parias y rebeldes conforma el núcleo argumental de El arresto. La novela se enfoca en las vivencias de la familia de Vasili Finz, un inmigrante de primera generación que se instala en la colonia entrerriana de Villa Clara. Al nacer su tercer hijo varón, Vasili queda viudo. A cargo del bienestar económico de tres hijos y de su parcela, Vasili encarna la figura del paria que se mantiene al margen de los acontecimientos políticos y que sólo se preocupa por el progreso económico de la unidad familiar. Como inmigrante de primera generación, este personaje sostiene y cree en la concepción de la Argentina como una tierra pródiga.2

La postura de sus hijos, sin embargo, difiere de su actitud. En efecto, sus hijos mayores, Max y Noé, tienen una visión más pesimista de la tierra que habitan. Testigos de peligros que acechan las cosechas como la lagarta y las inundaciones, descreen de la visión optimista que el padre posee respecto al país que habitan. Este proceso de desmitificación culmina con la muerte de Max y deja translucir la precariedad –ya sea por fuerzas materiales o por ausencia del estado—que amenazan a los colonos judíos.

La división entre parias y rebeldes podría prestarse a una clasificación paralela a la de las generaciones sino fuera por la presencia de Boris, hermano de Vasili. En efecto, inmigrante de primera generación, Boris es la contracara de Vasili. Aunque reside en Once, el barrio judío de Buenos Aires, dato que indicaría una cierta guetoización, Boris encarna la figura del rebelde que proponía Arendt. Geográficamente ubicado en la capital nacional, trabaja en una imprenta. Alli desarrolla actividades contrarias a las autoridades manifestando rebeldía en el sentido de estar activamente involucrado en los acontecimientos políticos de su nuevo país de residencia. Al mismo tiempo, su soledad y su modesta forma de vida indican una incapacidad para hacer realidad los sueños de prosperidad que guiaban a sus pares inmigrantes. Al carecer de una familia, sus pares inmigrantes y otros trabajadores son la comunidad que reemplaza a su grupo más íntimo. La acción comunitaria y política que despliega este personaje lo muestra como a un inmigrante que rehuye el aislamiento o la acomodación. Consecuentemente, representa al inmigrante judío que actúa como el rebelde que proponía Arendt.

No obstante, la figura del rebelde propiamente dicha es la de Lucien, el personaje principal de la novela. Lucien absorbe, en parte, la actitud contestataria de sus hermanos, especialmente la de Max, que desafíaba el optimismo paterno respecto a la vida en las colonias. Sin embargo, Lucien sigue, con reticencia, el ejemplo de su tío debido a su alineamiento con las ideas paternas sobre el progreso individual a través de la educación. A pesar de conocer los ideales anarquistas de algunos compañeros de estudio, y de ser testigo de las luchas sociales que movilizaban a otros inmigrantes, Lucien se mantiene al margen de los eventos sociales, actuando como paria. No obstante, su conversión en rebelde tiene lugar cuando llega a conocer el activismo de su tío y presencia instancias de discriminación y xenophobia. El evento que lo impulsa a abandonar su condición apolítica y adoptar una postura rebelde es su arresto, producto de la xenofobia de las autoridades a cargo de controlar los actos de protesta durante la Semana Trágica de 1919.

La conversión de Lucien en rebelde à la Arendt implica una negociación entre lo heredado y una nueva forma de posicionarse en el mundo. Su arresto constituye simbólicamente un descenso a un infierno dantesco durante el cual es brutalmente golpeado y torturado a pesar de la falta de pruebas que lo comprometan. Es durante esta experiencia que Lucien entabla un diálogo con su pre-historia o la historia de sus mayores, también víctimas de persecuciones y arbitrariedades. Este diálogo es dirigido al padre y provee una visión más amplia de las causas de la errancia de los judíos y de las diversas opciones que esta comunidad ha adoptado en su diáspora.

Al recuperar la memoria de la persecución sufrida por sus antepasados, Lucien comprende el aislamiento de su padre pero también se beneficia de la solidaridad de otros y esto lo conduce a rebelarse. Una vez liberado de su arresto, Lucien llega a la conclusión que: “Si sigo viviendo al margen de lo que sucede en esta ciudad estaré más solo en Buenos Aires que en Villa Clara” (89). A partir de esta catarsis, Lucien resuelve ser un rebelde, o sea, un hombre vinculado a su comunidad que resiste el impulso de aislarse de las circunstancias que lo rodean. El final de El arresto es ambiguo respecto a la politización o mayor participación en la vida sociopolítica de Lucien. No obstante, interpreto el breve comentario de la hija de Lucien, quien informa que su padre, una vez graduado, regresó a Villa Clara y fue el médico de la colonia como una afirmación que Lucien consiguió cumplir una función social importante a través de su servicio a la comunidad judeoargentina. Al aceptar su herencia diaspórica y regresar a sus orígenes en la colonia, Lucien accede a la identidad judía pero en su propios términos.

Como Letargo, El arresto también problematiza la reconstrucción del pasado vivido por los inmigrantes judíos. La última frase señala que la autora del manuscrito que compone la novela es la hija de Lucien quien hereda la memoria paterna y la transforma en texto debido a que el padre no alcanzó a escribir su propia historia. Aunque el manuscrito intenta pasar por la voz de Lucien, el texto es mediatizado por la presencia de quien escribe la historia paterna. La agencia de Leonora Finz, y su autoría del texto que se lee, la presenta como figura interesada en romper el silencio característico del paria. Como su padre, Leonora hereda la rebeldía por convertirse en recuperadora de la memoria familiar y de la historia de la colectividad judía.

Complot: el paria
La tercera novela de Perla Suez, Complot, también está poblada por inmigrantes judíos. La figura central es Bruno Edels, quien había inmigrado de Praga a la Argentina debido a pogroms a principios del siglo veinte. Como único sobreviviente de su familia, Edels encarna al paria secularizado, sólo preocupado en el progreso individual. Por esta razón, la voz narrativa enfatiza su asombrosa adaptación al país perdiendo las marcas más obvias de su extranjeridad: el acento y los vínculos con su país natal. Su identidad judía sólo se evidencia por su pasado y por su elección de una novia judía. En efecto, la alienación de Edels de los asuntos políticos y/o nacionales se profundiza al contraer matrimonio y formar una familia.

Sin embargo, su neutralidad y existencia son perturbadas por la noticia que le anuncia que una de sus estancias va a ser expropiada porque por allí se trazarán las vías del ferrocarril. Frente a la política nacional de modernización, Edels carece de protección legal para defender su propiedad privada. Por otra parte, la entrada en acción de Broker, un empresario inglés que encarna la comunidad de intereses entre el estado nacional y el capital y los servicios modernizantes, altera la paz en la que transcurría la vida de este inmigrante judío. Jugando con dobles intenciones, Broker busca, primero, comprarle una estancia, y cuando no lo logra, busca asociarse con Edels en turbios negocios comerciales. Ante la renuencia de Edels de involucrarse en negocios ilícitos, Broker lo atiza con la siguiente frase “Aquí nadie lo persigue, Edels. Estamos en Argentina” (39). Esta frase es fundamental para entender los motivos del aislamiento de Edels como sobreviviente de los pogroms del este de Europa.

Como lo indica el título de la novela, la asociación de Edels con Broker prueba ser fatal para el inmigrante judío porque este último entreteje intrigas comerciales y amorosas seduciendo a su esposa y embarazando a la hija del capataz de Edels. Al margen de estas intrigas, el personaje de Edels pasa a ser primero manipulado por el inglés para luego convertirse en su víctima cuando es asesinado. Este final puede prestarse a una doble lectura: por un lado, Edels, en su transición de hacendado a empresario, que también puede entenderse como un movimiento de paria a rebelde, se acerca demasiado al poder político y se convierte en víctima de la avaricia de quienes lo rodean. Por otra parte, pese a un rol más público como empresario, su incapacidad para evaluar y darse cuenta de los intereses y ambiciones de quienes lo rodean enfatiza su posición de paria y su aislamiento de una comunidad que lo podría haber protegido de convertirse en blanco de la violencia. Estas posibles lecturas subrayan el aislamiento de Edels y su falta de vínculos estrechos tanto con otros miembros de la comunida judía como con el resto de la sociedad. Este aislamiento lo marca como a un paria al cual es fácil eliminar ya que carece del apoyo de otros inmigrantes.

La caracterización de Edels como paria aparece enfatizada por la descomposición de su poder en el ámbito familiar y en el abuso que perpetra Broker hacia sus subalternos, más específicamente la violación de la hija del capataz. Sin embargo, la falta de voz del personaje judío es el rasgo más evidente de su estatus como paria. A diferencia de las novelas anteriores donde los personajes judíos conseguían relatar los avatares de sus mayores, la historia de Edels no procede de su hijo ni de sus descendientes. Ciertamente, Complot es narrada por una voz omnisciente que enfatiza la imposibilidad de Edels de narrar su propio pasado de violencia y la ruptura de su genealogía debido a las persecuciones étnicas vividas en Europa. La dificultad de Edels de contar su historia crea un ámbito de silencio en torno suyo que, eventualmente, lo hace vulnerable a la incomprensión y el aislamiento. Esto se visualiza a partir de la focalización de la acción novelística a través de la figura de la muchacha violada, quien en su impotencia acusa—falsamente— al patrón judío de ser su victimario. El gesto de este personaje pone de manifiesto el abismo entre Edels y su círculo íntimo, todos receptores de la violencia. Y es precisamente la victimización final que sufre Edels, desecandenada por una figura subalterna—mujer, nativa y de baja condición social—,la que alude a su situación marginal y a su falta de poder y de agencia para defenderse.

Es pertinente destacar que el silencio del personaje judío es contrastado con la inserción de documentos legales y comerciales que explicitan la expoliación y contabilizan los negocios ilícitos que no sólo despojan a Edels de su patrimonio sino que también perjudican a la nación. En este sentido, podría leerse el silencio del inmigrante judío y su esfuerzo por asimilarse—aún transformándose en paria entre su comunidad étnica—como exitoso ya que Edels y la nación sufren los daños de la corrupción.

Complot, la última novela de la trilogía de Entre Ríos, cierra la narración del pasado judío en las colonias fundadas por el barón de Hirsch con una nota discordante. Al tematizar el aislamiento de un inmigrante judío en su afán por dejar atrás un pasado de violencia, la novela aborda el costo de la inseguridad que experimenta el inmigrante judío que lo debilita y transforma en un paria. Al mismo tiempo--y a diferencia de Letargo y El arresto--Complot pone de manifiesto, indirectamente, el peligro de la asimilación total en el cual se encontraba empeñado Edels. A su vez, la novela transcurre, no ya en las colonias judías sino en un ámbito secularizado donde el personaje judío se encuentra expuesto a la violencia. Sin la solidaridad étnica que caracterizaba la vida en las colonias, Edels carece de lazos comunitarios, cosa que enfatiza su aislamiento y lo hace vulnerable al abuso.

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Antes de concluir, quiero retomar las preguntas que plantée en la introducción respecto a la posición de Suez en la tradición literaria judeo-argentina y reflexionar sobre su ficción a través de la clasificación de parias o rebeldes de los personajes de su ficción. Primeramente, es relevante indicar que la mayoría de los personajes parias de Letargo, El arresto y Complot encarnan a inmigrantes de primera generación, y por lo tanto, son sobrevivientes de pogroms y de la violencia anti-semita que experimentaron en el este de Europa antes de emigrar a Argentina. Como sobrevivientes, buscan mantenerse al margen de la política, aislados de un rol más participativo debido a su residencia en las colonias agrícolas de Entre Ríos. Apartados del acontecer político de la nación, el móvil de estos personajes consiste en adaptarse a un nuevo medio ambiente de la manera más eficiente y menos conflictiva. Sin embargo, también existen personajes que representan la segunda y tercera generación de inmigrantes. En Letargo y El arresto, los personajes judíosmuestran su falta de satisfacción con la política nacional, y al salir de su neutralidad, se transforman en rebeldes, o en ciudadanos que, a consecuencia de la asimilación, participan sin reticencias en los diversos aspectos de la vida nacional. Sin la experiencia de persecución de sus mayores, menos religiosos y sin la fluencia en el íddish, su identidad judía presenta un interrogante que deben resolver: ¿son judíos o argentinos? Si son judíos, ¿cómo se asumen como miembros de la diáspora? Y ¿qué significa para su identidad judía salir del gueto que conformaban las colonias judías?

Todos estos interrogantes nos permiten decir algunas palabras sobre lo judío en Suez y en su ficción. Educada en Basavilbaso hasta los quince años, la vida de las colonias judías conforma, como Suez lo ha manifestado en varias oportunidades, “su pre-patria … o el territorio donde aprendió la lengua, la lengua materna. Como yo me crié en la zona de Entre Ríos, no me puedo separar por ahora de esta zona, que es donde pasé mi infancia” (Rocha 71). Consecuentemente, la memoria de la autora irrumpe y es recuperada a través de la ficción. Como parte de una segunda generación judía nacida en Argentina, Suez se hace cargo y articula en sus novelas la problématica judía en la diáspora y la identidad de quienes han recibido una herencia étnica minoritaria. Al presentar los diferentes modelos o roles adoptados por las distintas generaciones de inmigrantes judíos, la ficción de Suez problematiza el proceso de adaptación y brinda una vision plural y heterogénea del pasado judío en las colonias.

En segundo lugar, Suez recupera el pasado judio askenazí en las colonias, gesto innovador respecto a otros escritores judíos-argentinos contemporaneos que sitúan sus narraciones en el ámbito urbano. Si recordamos que David Sheinin y Lois Baer Barr han afirmado que “in time, most Jewish agricultural communities in Brazil and Argentina became ghost towns as residents abandoned the uncertainty and poverty of frontier agriculture for what many hoped would be an easier life in the city” (IX), situar la ficción en el marco de esta colonias constituye un viaje retrospectivo a la historia que se enfoca en las vivencias de los pobladores judíos de las primeras décadas del siglo. Al mismo tiempo, y salvando la distancia temporal, la trilogía de Entre Ríos formada por Letargo, El arresto y Complot entra en diálogo con la obra fundacional de la literatura judeo-argentina, Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff que proveía una visión idílica de la adaptación y amalgación de los inmigrantes judíos al interior de la Argentina.3 Al rescatar una variada gama de experiencias vividas por personajes judíos tanto de origen europeo como nacidos y criados en Argentina, Suez ahonda en la problemática de pertenencia o marginalización, que es un rasgo esencial de lo judío en general y de la escritura judía en el exilio en particular. De esta manera, la escritora retoma la cuestión identitaria dando atención a las diversas maneras de encarnar lo judío, buscando superar las antimonias que enfrentaban a rebeldes y parias, guetoizados o globalizados.

Finalmente, a partir de las técnicas narrativas que expuse, Suez produce un doble movimiento de acercamiento y distanciación respecto al pasado de los inmigrantes judíos en Argentina, brindando una visión de primera mano y también haciendo al lector consciente de la inaccesibilidad del pasado. Recurre a narrativas familiares para luego proponer un quiebre con el realismo dejando traslucir el proceso artificial de comunicación, creando extrañamiento y empatía hacia los personajes de su ficción. Así, colapsan los juicios valorativos y la dicotomía paria/rebelde respecto a los personajes inmigrantes. Como las narradoras de Letargo y El arresto, Suez propone un camino intermedio de pertenencia y otredad respecto al pasado de las primeras judías en la Argentina.

1 Nació en 1947 en Córdoba, Argentina. Se inició en la literatura infantil y fue becada por el gobierno de Canadá en 1998. Letargo fue finalista del Premio Internacional Rómulo Gallegos.  Letargo, El arresto y Complot fueron traducidas al inglés por Rhonda Dahl Buchanan. En el año 2007, Suez recibió la prestigiosa beca Guggenheim. Actualmente trabaja en su cuarta novela que será publicada en junio del 2008.

2 Esta fue la visión difundida por el libro inaugural de la literatura judía en la Argentina, Los gauchos judíos (1910) de Alberto Gerchunoff. Naomi Lindstrom expresó que Gerchunoff: “held the view that Jewish Argentines could best find Zion on Argentine soil” (9).

3 El mismo gesto de recuperación del pasado se evidencia en dos documentales recientes, Legado (Imar y Trota, 2001) y Pogrom (Szwarcbart 2007).

 

Obras Citadas

Arendt, Hannah. The Jew as a Pariah. Jewish Identity and Politics in the Modern Age. Editado por Ron H. Feldman. New York: Grove Press, 1978.

Birmajer, Marcelo. El Once: un recorrido personal. Buenos Aires: Aguilar, 2006

Feierstein, Ricardo y Stephen Sadow (compiladores). Crecer en el gueto, crecer en el mundo. Buenos Aires: Editoral Mila, 2005.

Kanzepolsky, Adriana. “Signos y motivos de una memoria” Bazar Americano Consultado el 22 de mayo, 2007. http://www.bazaramericano.com/resenas/Kanzepolsky_suez.htm.

Lindstrom, Naomi. Jewish Issues in Argentine Literature. From Gerchunoff to Szichman. Columbia: U of Missouri P, 1989.

---------------------- “Oral histories and the Literature of Reminiscence: Writing up the Jewish Argentine Past” en Sheinin David y Lois Baer Barr. The Jewish Diaspora in Latin America. New Studies on History and Literature. New York: Garland Press, 1998. 89-100.

Rocha, Carolina. “Perla Suez: la memoria y el desafío de la lengua” Chasqui 35.1 (2006): 69-76.

Sheinin David y Lois Baer Barr. The Jewish Diaspora in Latin America. New Studies on History and Literature. New York: Garland Press, 1998.

Suez, Perla. Complot. Buenos Aires: Grupo Editor Norma, 2004.

---------------El arresto. Buenos Aires: Grupo Editor Norma, 2001.

--------------Letargo. Buenos Aires: Grupo Editor Norma, 2000.

Wirth-Neshser, Hana. What is Jewish Literature? Philadelphia: The Jewish Publication Society, 1994, 3-12.



Last updated January 20, 2008