Delaware Review of Latin American Studies

 
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         Vol. 2  No. 1     December 15, 2000
 

El Rey de Centro Habana: Conversación con Pedro Juan Gutiérrez


Stephen J. Clark
Department of Modern Languages
Northern Arizona University
Esta conversación tuvo lugar en agosto del 2000 en la azotea del apartamento de Pedro Juan Gutiérrez frente al malecón habanero. Ganador del Premio Nacional de Periodismo, Gutiérrez escribió por muchos años para la revista Bohemia y también ha sido locutor de radio y televisión. Tras los triunfos editoriales de Trilogía sucia de La Habana (Anagrama, 1998) y El Rey de La Habana (Anagrama, 1998), Gutiérrez ha sido calificado como una de las revelaciones más impactantes de la literatura cubana reciente. Sus textos presentan una visión inédita de la vida cotidiana en La Habana contemporánea, muy distinta de la que nos ofrecen los folletos turísticos y la propaganda gubernamental. Los personajes de Pedro Juan son seres siempre al borde de la muerte que luchan cada día por sobrevivir entre mendigos y borrachos, prostitutas y pícaros. Los textos están basados en hechos y personas reales y están escritos dentro de la mejor tradición del llamado realismo sucio, sin adornos ni aderezos. Ambos textos han sido traducidos a varios idiomas y en enero del 2001 Trilogía sucia será publicada en Estados Unidos por Farrar, Strauss and Giroux.

Stephen Clark: ¿Podrías hablar un poco de tus años de formación y de los escritores que influyeron en ti?

Pedro Juan Gutiérrez: Chico, si quieres te cuento de manera muy breve algo del desarrollo mío y de cómo yo llego a la literatura. Yo vivía en Matanzas donde había una biblioteca que era de un patriota de los años 30, de la llamada Revolución del 30 aquí en Cuba. Pero su familia por parte de su madre, los Holmes, eran norteamericanos de mucho dinero. Entonces a principios de los años 50, ellos hacen una biblioteca juvenil muy bonita en la ciudad de Matanzas. Era muy bonita en el sentido de que era un edificio con aire acondicionado, con olorizador, con un olor muy sabroso y los libros eran unos libros preciosos. Cuando yo tenía siete u ocho años—te estoy hablando de la época de Batista todavía—yo descubro aquella biblioteca, que para mí era como un escape porque yo vivía en una casa donde no se leía, donde no había libros, no había periódicos, no había revistas, no había nada. Era una vida muy chata. Entonces yo me metía allí, y era tan agradable, había tanto silencio, aquel aire acondicionado tan sabroso, aquel olor a limpieza, aquello todo muy anglosajón, muy sabroso, aquellos libros tan sabrosos de todo. Y yo me sentía tan bien allí que me pasaba horas y horas y horas. Después empecé a coleccionar sellos en un club filatélico que había en la biblioteca. Yo me realizaba mucho desde el punto de vista intelectual en esa biblioteca de los Holmes en Matanzas. Y simultáneamente, en Pinar del Río, en un pueblecito que se llama San Luis, una tía mía, por parte de mi madre, tenía una agencia de prensa con revistas y periódicos. Y ella recibía comics en español de México por toneladas, y cuando te digo por toneladas, era realmente por toneladas. Era increíble la producción de comics en los años 50. Entonces yo me los leía y empecé a negociar. Yo los compraba a cinco centavos y los vendía a siete. Ganaba dos centavos en cada comic. A veces había algún vecino que me decía, "Mira, Pedro Juan, te regalo todo eso, ve y véndelo." Y me regalaban 300 o 400 comics y yo iba y los vendía. Fue mi primer negocio e hice mucho dinero. Después vendía helados en la valla de gallos y en el puerto de Matanzas, que es un ambiente muy fuerte. También trabajé en el campo muchos años cortando caña. Yo siempre andaba buscando dinero por aquí y por allá, ¿no? Por eso yo creo que mis dos grandes pasiones son la pintura y la literatura, y los comics son una mezcla de las dos, de visualidad y literatura. Pienso que quizás por allí me comienza un poco la cosa. Y eso va avanzando y progresando y cuando yo tengo 18 años, tomo una decisión muy tajante y muy radical y digo, "Bueno, a mí lo único que a me gusta en la vida definitivamente es escribir, es ser escritor. Es lo único que realmente me interesa: ser un escritor muy fuerte." Ya yo había descubierto, por ejemplo, a Truman Capote, precisamente en la biblioteca de los Holmes y en otra enorme que había al lado, una de las mejores bibliotecas de Cuba, que está en Matanzas. Aparte de la Biblioteca Nacional, las dos mejores son la de Matanzas y la de Camagüey. Y he tenido la suerte de vivir allí a dos cuadras de la biblioteca y me conocían y yo veía de todo, todo tipo de libros. Era fascinante, y yo descubro, por ejemplo, Desayuno en Tiffanys de Truman Capote, que estaba acabado de editar en español. Y cuando yo leo Desayuno en Tiffanys, yo digo, "¡Coño, qué maravilla, esto me gusta!" Yo leía mucho a Charles Dickens, a Mark Twain, pero era otra cosa, ¿no? Y empecé a escribir poemas a los 13 o 14 años, pero pensé que para ser escritor lo único que no podía aprender era literatura. Yo podía estudiar cualquier cosa. Me gustaba mucho estudiar arquitectura. "Voy a estudiar arquitectura," me dije, "pero literatura no porque me parece que si conozco demasiado literatura, el conocimiento puede aplastar mi creatividad." Por eso, no me interesó estudiar literatura. Y me dije, "Yo voy a vivir, tener muchas mujeres y conocer todo tipo de gente." Yo he tenido muchas mujeres siempre. A veces tenía hasta siete u ocho mujeres a la vez. Y al mismo tiempo trabajé en muchísimas cosas por necesidades y leía mucho a mi manera. Mi padre tenía un negocio, la Revolución se lo intervino y nos quedamos muy pobres de golpe. Bajamos de una clase bien, de golpe, y caímos en una situación mala. Siempre tuve que trabajar mucho por necesidad, haciendo de todo. Pero simultáneamente con eso yo estudiaba. Hice un tecnológico, trabajé en la construcción, hice muchas cosas. Estuve en el ejército mucho tiempo. Y a los 22 años me ofrecen trabajar en una emisora de radio como periodista. Lo menos que yo pensaba hacer era ser periodista. Me llamaron y me dijeron, "Tienes un trabajo de periodista, con mejor salario y trabajas seis horas al día nada más, puedes tener un programa para ti mismo. Puedes tener un programa de noche a madrugada y te facilitamos todos los estudios en la universidad." Y así hice una licenciatura en periodismo en la Universidad de La Habana trabajando. Me daban un día a la semana que me lo pagaban. Hice los seis años de la licenciatura trabajando y estudiando. Todo me ha dado siempre mucho trabajo en la vida. Yo nunca he tenido nada fácil. Quizás porque me planteo metas fuertes. Pero al mismo tiempo yo escribía mucho. Junto con toda esta historia que te estoy contando, resulta que yo escribo poesía desde que tengo 13 o 14 años. Y cuando empiezo a hacer periodismo, empiezo a escribir de otra manera. Para mi formación ha sido decisivo no sólo esto de leer tanto desde tan niño y tantos comics, sino también esa combinación de poesía y periodismo. Porque la poesía te enseña a trabajar palabra por palabra, con mucho cuidado. Tú puedes estar haciendo un epigrama de cuatro líneas y te pasas días, lo vuelves a mirar y tachas, y vas adquiriendo una disciplina, yo diría un amor, por la palabra. Incluso yo escribo a mano. No importa si tuviera computadora. Yo escribo a mano, voy escribiendo con tinta negra, es casi como un ritual, ¿no? Yo voy casi dibujando las palabras, palabra por palabra. Y el periodismo te da un sentido muy pragmático del trabajo. Tú sabes que tienes que hacer una investigación, y lo tienes que tener todo resuelto, y cuando tienes que escribir, es lo último que tú haces, porque lo tienes todo diseñado. Y así yo diseño los cuentos. Y cuando yo tengo un cuento todo resuelto digo, "Esto funciona y así va a ser el cuento." Después empiezo a corregir porque empieza la artesanía entonces, después de una primera escritura con un ángel, si tú quieres. Porque a veces diseñas y después a veces cambia todo cuando tú escribes, y ése es el ángel que te lo cambia todo. Eso lo gané con el periodismo y con la poesía. El periodismo fue importantísimo. Hice mucho periodismo en agencias de noticias, radio y televisión y últimamente en una revista de noticias. 

SC: Curiosamente, uno de los autores que mencionas, Truman Capote, fue uno de los creadores del llamado nuevo periodismo, que combina lo literario con el discurso reporteril. Me parece que tus últimos textos narrativos tienen mucho de eso, ¿no? Se basan en hechos y personas de la vida cotidiana en este barrio de Centro Habana. ¿No es así?

PJG: Bueno, después de contarte todo esto ahora te voy a hablar un poco más de las influencias. Para mí fue muy importante el descubrir, precisamente en Mexicali, estando allí en el año 90, esto del nuevo periodismo. Descubro una antología de Tom Wolfe, que se llama así, El nuevo periodismo. Y yo caminando por la frontera entre Tijuana y Mexicali, que estuve 16 o 17 días, iba leyendo aquello y estaba apasionado, porque es una mezcla de literatura, un poco de ficción y un poco de periodismo. Y tanto fue así que cuando yo regresé a Cuba escribí ocho crónicas sobre la frontera entre México y Estados Unidos. La frontera tú sabes que es muy fuerte, no es ni Estados Unidos ni es México, es otra cosa. Pero las crónicas eran tan fuertes que la directora de Bohemia se aterró y me publicó cuatro nada más. Me decía que la embajada de México se iba a quejar, que íbamos a traer problemas al gobierno. Escribí crónicas tan fuertes que gané el Premio Nacional de Periodismo del 91. Se llaman Crónicas de México, y fue por eso, por la influencia de esta antología de Tom Wolfe, y esos enfoques y la materia que traía que era muy fuerte, realmente fuerte— los niños de las calles de Tijuana y todo eso. Entonces en cuanto a influencias yo lo veo así. En cuanto a escritores cubanos, prácticamente ninguno influyó sobre mí. A mí me llamaba mucho la atención siempre Daniel Defoe. Todos esos diarios, El año de la peste, Moll Flanders, todos esos libros son interesantísimos. O Charles Dickens y Mark Twain en una primera etapa. Y después en una segunda etapa entra Norman Mailer, entra Truman Capote, Grace Paley, Salinger, por supuesto. Para mí la narrativa norteamericana del siglo XX es decisiva, definitivamente. Hay dos escritores que me subyugan: uno es Cortázar y el otro es Kafka. Kafka y Cortázar me subyugan por otra razón. A mi modo de ver, ellos entienden la literatura como un mundo encerrado sin salida. Tanto Kafka como Cortázar hacen literatura por literatura por literatura por literatura. Son capaces de coger cualquier tema, ese vaso de agua, por ejemplo, y van creando como un mundo a partir de cualquier cosa, de ese reloj, de una escalera. ¿Te das cuenta? A mí me fascinan por eso, por esa facilidad tan maravillosa de jugar con el lector y de ir haciéndole trucos, haciéndole trampas, y enredándolo todo y complicándolo todo, y de algo aparentemente trivial ir formando un mundo. Eso lo hacen Kafka y Cortázar y para mí son fascinantes. Otro es Hemingway; para mí hay cosas de Hemingway que son fascinantes. El cuento de Hemingway El viejo y el mar me parece que es lo más sincero que él escribió. Como técnica estos escritores norteamericanos son espléndidos, definitivamente. 

SC: Ahora pasando a tus textos, me gustaría preguntarte ¿hasta qué punto se debe considerar Trilogía sucia de La Habana un libro autobiográfico?

PJG: Después de publicar Trilogía sucia por primera vez en octubre de 1998, casi me arrepentí. Cuando ya la vi impresa en la oficina de mi agente en Madrid, me emocioné muchísimo porque era un pedazo de mi vida. Y me fui para donde yo me estaba hospedando y empecé a revisarlo y me di cuenta de que el 85%, quizás el 90%, de lo que está escrito en Trilogía es totalmente autobiográfico, crudamente y excesivamente autobiográfico. A veces pienso que me desnudé demasiado delante del público, hice un strip-tease demasiado prolongado. Trilogía es un libro de catarsis que yo escribo entre el 94 y el 97, en un momento en que yo estoy saliendo de un divorcio muy traumático en que tuve que separarme de mis dos hijos, con el país y todo un proyecto político en crisis. Un proyecto político en que yo había creído, que yo había estado defendiendo, entró en crisis y empezó a convertirse en sal y agua. Mi vida estaba hecha un desastre, económica y moralmente un desastre total. Me había quedado encerrado en un elevador y por poco pierdo esta mano. Terminé claustrofóbico y después no podía ni meterme en una guagua porque me faltaba el aire y me desesperaba. Había perdido a mi padre. Se había suicidado mi mejor amigo. Fui a España tratando de buscar un poco de vida mejor y no pude. Tuve que regresar para acá a los dos meses con el rabo entre las patas. En fin, que todo vino junto en tres o cuatro años: el país cae en una crisis tan terrible y empieza a haber mendigos por la calle, niños pidiendo limosna en las calles a los turistas. La crisis fue muy violenta, ya hay una cierta recuperación. No mucha pero un poquito de recuperación. Pero entre el 91 y el 97 era una cosa pasmosa. Realmente se desmoralizaba uno. Entonces cuando yo empiezo a escribir la Trilogía necesitaba una catarsis y por eso esos cuentos son tan duros. Escribí con mucho rencor, con mucha furia dentro de mí. Son cuentos muy furiosos. Yo escribí la Trilogía como una terapia para mí. Yo tenía que sacarme todos aquellos demonios que estaban dentro de mí porque yo no podía más. Y me daba lo mismo si caía bien o si caía mal, si era simpático o si me cogían odio, o si me metían en la cárcel, me daba lo mismo una cosa que la otra. No me importaba la opinión de nadie. Yo escribí la Trilogía de esa manera, no me importaba caerle bien a nadie, y si me botaban de la UNEAC me daba lo mismo. 

SC: ¿Pero la idea fue siempre publicarlo a pesar de haberlo escrito como un diario, un texto donde revelas lo más íntimo de ti?

PJG: Sí, la idea siempre fue publicarlo. Date cuenta que yo tengo la vocación del periodista. Yo no puedo resistir escribir algo y no publicarlo. Tener que escribir y luego decir "Esto no sirve" y echarlo a un lado, eso me molesta muchísimo. Yo pienso muy bien lo que voy a escribir para que quede lo mejor posible y se pueda publicar, por supuesto. La Trilogía la escribí en tres años. Son todas las cosas que me iban sucediendo a mí, que iba viendo en este barrio, algunas cosas no me sucedían pero les sucedían a los vecinos, a la vecina de al lado, y todo eso lo fui incorporando diariamente, elaborándolo y reelaborándolo, y a veces estaba 15 o 20 días trabajando un cuento, un cuento que en el libro son 3 páginas eran 15 o 20 días de trabajo. Pero la materia prima iba brotando casi sin buscarla. Es como cuando tú recoges una cosecha y siguen brotando frutas y dices "¿Hasta cuándo va a seguir pariendo este árbol?" Y no te da abasto y tú todas las mañanas tienes que ir a recoger el fruto. Yo vivía solo, y cuando tú vives solo es muy bueno porque tienes todo el tiempo y todo el espacio para ti. No tenía dinero, no tenía nada, no había compromisos. Trabajaba para Bohemia, pero de repente Bohemia empezaba a salir quincenal, y me pedían un trabajito al mes, cada 15 días, cortico, de dos páginas. Eso lo hacía en un rato porque yo estaba habituado a trabajar tanto y rápido. A veces lo que yo trabajaba para Bohemia era un día, dos días. Y tenía todo el resto del tiempo para mí. Y fui escribiendo los tres libros a razón de un año para cada libro. Todos son personajes reales, yo lo único que hago es cambiarles los nombres a la gente, y en El Rey de La Habana lo mismo. 

SC: Hablando de ElRey de La Habana, ¿qué te motivó a escribir ese texto? ¿Pretendes hacer una deconstrucción de los mitos de la revolución, de la educación, la salud y los otros supuestos logros sociales del sistema socialista? 

PJG: El rey de La Habana es una novela, no es un estudio sociológico ni antropológico. Pero está basada en situaciones que yo fui observando a lo largo de años. Los dos protagonistas de la novela son personas reales: la muchacha sigue vendiendo maní a cuatro cuadras de aquí y el muchacho sigue viviendo aquí. El final, lo puse yo, claro. Pero sigue viviendo aquí, nosotros lo podemos ver; ahora nos asomamos a la ventana y yo te puedo decir, "Mira, ése es el protagonista de El Rey de La Habana." Y son analfabetos, dejaron la escuela cuando tenían 5 ó 6 años, y la madre es mongólica. Son unos casos muy particulares. Vamos a ver esto claro, yo en ningún modo estoy hablando de toda la juventud cubana ni pretendo hacer un análisis sociológico de la juventud cubana. Es una novela con ciertos personajes determinados, al igual que El jorobado de Nuestra Señora de París. Aunque había un jorobado que vivía en París, no quiere decir que todos los parisinos fueran jorobados. El Rey de La Habana es lo mismo, una novela basada en personajes reales y en situaciones reales. Pero al mismo tiempo, hablando de la educación y la juventud cubana, a mí me parece que en los últimos 10 años se ha deteriorado bastante el sistema educacional ante todo por razones materiales. Date cuenta que hasta el año 90, como me explicaba el Ministro de Educación Superior en una entrevista que realicé para Bohemia, entraban en las universidades cubanas alrededor de 50,000 alumnos nuevos cada curso. Y en estos momentos están entrando alrededor de 15,000, entre 15,000 y 20,000, es decir, menos de la mitad de los que entraban hasta el año 90. Yo creo que eso es decisivo. Y te decían "No se cierra ninguna universidad," pero entraban menos de la mitad de los alumnos que antes. Y te estoy hablando de datos del Ministerio Superior que están publicados allí en Bohemia. No estoy inventando nada. El mismo Ministro me dijo que hasta el año 90 usaban un promedio de 5 textos por asignatura. En el momento que le hice la entrevista, hace 2 o 3 años, estaban usando un solo texto, lo cual indica que la calidad de la enseñanza bajó extraordinariamente en muy pocos años. Date cuenta también que en Cuba no hay entrada de libros desde Argentina, España y México como hubo siempre. No hay entrada de prensa extranjera, no tenemos canales de televisión del mundo entero. No sólo de Estados Unidos, sino que ni de México, ni de Francia, ni de Italia, nada. Y si pones una antena allí, eso está prohibido. Tener una antena para captar los canales de México o Miami está prohibido. Puede venir un policía y romperte la antena y ponerte una multa. Además, Internet está bloqueado, suponiendo que tengas computadora. Y yo calculo que menos del uno por ciento de la población cubana tiene computadoras en su casa. Otra cosa son los organismos estatales. Resumiendo: si la educación universitaria está de ese modo, si Internet está bloqueado, no hay prensa extranjera, ni libros extranjeros, y el pueblo cubano no puede viajar. Si tú reúnes mil dólares no te puedes ir de vacaciones a México o a Jamaica porque está prohibido. Bueno, ¿en qué quedamos? ¿De qué educación estamos hablando? Parece que hay que hacer una revisión de eso, ¿no? Por ejemplo, coger una carrera universitaria hoy en día cuando los muchachos están terminando preuniversitario, es una carrera desesperante con ataques de nervios y de histeria para los padres y para los muchachos. Es una carrera desesperada por conseguir cualquier carrera, por las notas que piden y los requisitos que piden. Hay que ser prácticamente un genio para hacer cualquier carrera mínima. Y si quieres conseguir ingeniería civil, lo más probable al final es que vas bien si consigues licenciatura en español para dar clases después en una secundaria básica. Ésas son cuestiones que no se hablan normalmente pero hay que hablarlas cuando se va a hacer un análisis de la educación. Pero esto poco tiene que ver con la literatura, son temas extraliterarios. Hasta el año 90 todo esto funcionaba bien, la gente tenía acceso a la universidad, tú podías ir a Polonia, Checoslovaquia o a la Unión Soviética, quizás te graduabas en la Universidad Carolina de Praga en gramática estructural y tenías un Ph.D. y venías para acá con tu corbatica y toda la cosa. Ya no. Ese tiempo pasó. Vamos a poner los pies sobre la tierra y hablar en serio. 

SC: El éxito de Trilogía sucia de La Habana y El Rey de La Habana es asombroso. Trilogía ya está en su quinta edición en España y según entiendo tus libros están siendo traducidos a muchos idiomas. ¿Pero hasta qué punto se conocen estos textos en Cuba?

PJG: Yo te puedo decir que se conocen porque algunos amigos españoles, bueno, amigos y no amigos, incluso gente que yo ni siquiera conozco, traen dos o tres libros y se los regalan a sus amistades sobre todo aquí en La Habana. Yo calculo que en estos momentos debe de haber unos 300 o 400 ejemplares de mis dos últimos libros circulando aquí en Cuba. Es increíble, la gente me dice "Sí, yo me lo leí." A veces me encuentro con un español que me dice, "Oiga, Ud. me va a tener que pagar una comisión porque he traído ya siete ejemplares de Trilogía y El Rey de La Habana porque mis amigos me los piden." Los dos primeros libros de la Trilogía estuvieron como un año y pico en la Editorial Oriente de Santiago de Cuba, pero nunca hubo respuesta. Entonces se los pedí y me los devolvieron sin ninguna respuesta. Nunca me dijeron por qué no los publicaban. A mí me parece que no hay posibilidades de que se publiquen ni de que se distribuyan ahora. Incluso una editorial cubana, que no te voy a decir cuál es, acaba de leerse El Rey de La Habana a espaldas mías, sin contar conmigo. La Trilogía no porque la Trilogía es demasiado incorrecta. Y estuvieron dos meses discutiendo si la iban a publicar y al final decidieron—también a espaldas mías, a mí no me comunicaron nada—que no se podía publicar. Yo tengo amigos que me han llamado y me han dicho "Han decidido no publicar El Rey de La Habana." Así que no se van a publicar por ahora ni distribuir ni nada de eso. 

SC: Pero en la Trilogía dices que escribes para "pinchar un poco, para obligar a los otros a oler la mierda, y aterrorizar a los cobardes y joder a los quieren amordazar a los que podemos hablar." ¿Cómo propones hacer esto cuando los textos no se publican ni son leídos a nivel masivo en el país? ¿Te refieres acaso a gente en otros países?

PJG: Eso sucede en el mundo entero. Por ejemplo, ¿cómo se llama el alemán este? Wallraff, no sé si has oído hablar de Wallraff, el periodista alemán. Tiene dos libros que yo tengo allí: Cabeza de turco y El periodista indeseable. Wallraff es un tipo en Alemania que le ponen juicio porque lo que publica es un poco ácido y un poco corrosivo. Y aquí hay un escritor que era gallego, Carlos Montenegro, que emigró aquí. Y escribió un libro muy fuerte sobre la homosexualidad en el Castillo del Príncipe, que es una cárcel. Su libro se llama Hombres sin mujer y se publicó primero en México. Aquí hubo que esperar muchísimos anõs porque el libro caía tan mal a la burguesía y a los dueños de imprenta que ni siquiera quisieron imprimirla cuando sus amigos se ofrecían a pagar por la edición, hicieron una colecta para pagar la edición. Y ni así porque la consideraban muy incorrecta para la época, te estoy hablando de los años 30. Entonces se editó en México, donde fue un éxito y muchos años después fue cuando se hizo una pequeñísima edición en Cuba. Yo conozco el libro porque se volvió a editar hace cuestión de cuatro o cinco años. Eso sucede continuamente y a mí eso no me molesta. Es de esperar que cuando tú escribes de manera fuerte, suceda esto. Y no sólo hay cubanos molestos con mis libros. En Alemania cinco editoriales han rechazado la Trilogía porque tiene demasiado sexo y es muy dura. Pasó lo mismo con tres editoriales suecas de Estocolmo y una finlandesa. Y siempre por lo mismo: demasiado sexo y es muy dura, es muy fuerte esa literatura. Yo sé que yo escribo una literatura provocativa pero no lo hago por un esnobismo ni por molestar por molestar. Te voy a profundizar un poco la idea. Yo fui periodista por 26 años y un periodista tiene que hacer muchas concesiones. Tienes que ocultar mucha información. Sabes mucho y a veces entrevistas a un ministro y apagas la grabadora y el ministro te dice, "Te lo voy a explicar ahora, pero para que no lo publiques." Entonces ésa es la verdadera entrevista: el tipo te dice una cantidad de información extraordinaria para que tú no la publiques. Después tienes que hacerte el bobo y publicar las boberías que te dijo a la grabadora y la verdadera entrevista te la tienes que guardar. Por ejemplo, yo fui varias veces a un reclusorio de menores que está cerca de La Habana y me enteré de muchas cosas que después no las pude escribir. Pasó lo mismo con una encuesta que hice con los jineteros y las jineteras y nunca salió. Parece que alguien decidió que eso no se podía publicar y no se publicó, quizás porque era demasiado sincero. Entonces yo con mi literatura pretendo desquitarme un poco de eso después de tantos años haciendo investigaciones sin poder publicarlas. Ahora estoy escribiendo un poco lo que yo quiero, con sinceridad. Eso sucede, supongo, a muchísimos periodistas en el mundo, no sólo en Cuba. Pero aquí quizás sea un poco más grave al no haber prensa de oposición. Entonces es peor la situación. A mí eso me pasó millones de veces, sobre todo con los ministros que tienen muchísima información. Yo entrevistaba a ministros de economía, a todo el mundo. Y te vas cargando, te vas cargando, y llegas a una conclusión y dices, "Pues yo me dedico a la literatura y escribo todo lo que me sale de los cojones porque yo no voy a estar autocensurándome también." Por eso yo escribo de esa manera. Sencillamente yo estoy refiriéndome a un ambiente, a una atmósfera y a un tipo de personas que a veces yo mismo me asombro de las cosas que yo descubro. A veces yo mismo me asombro de la capacidad de cinismo que desarrolla esta gente pícara de aquí para poder sobrevivir. Son implacables. Lo que hacen por dos o tres dólares no te puedes imaginar. Y a veces desde que son niñitas, desde que tienen nueve o diez años y están en la calle a las once o doce de la noche cambiando sexo por dinero. Y después tú escribes un cuento y te dicen, "Mira el indecente, el grosero, el salvaje éste, lo que está inventándose." Pero eso lo he visto yo, niñas de diez o once añitos diciéndole a alguien, "Oye, yo te masturbo por cinco pesos. Ven aquí a la escalera." 

SC: Ése parece ser uno de los grandes temas de tu literatura, las consecuencias humanas de la pobreza.

PJG: Así es, uno de los grandes temas de mis libros es que la pobreza es un círculo vicioso que aplasta al ser humano. Y la pobreza me ha perseguido a lo largo de mi vida personal en distintas etapas. Te estoy hablando de la mezcla de hambre con anemia y enfermedades. Es decir, tienes mala alimentación y hay falta de higiene y hay más enfermedades y hay promiscuidad y luego hay que usar las mejores sensaciones y pasiones del ser humano mezquinamente para buscar dinero porque todos los días tienes que buscar un dólar, dos dólares, para sobrevivir. Entonces la gente va perdiendo su moral, va perdiendo su ética y todo eso generación tras generación. Por eso viven con tanto conflicto, con tanta ignorancia, con tanta indisciplina. Están bebiendo hasta las doce de la noche y al otro día no se pueden levantar temprano para ir a un trabajo. Esto se ha agravado más con la crisis por la que el país está atravesando en estos momentos, cuando es dificilísimo encontrar un trabajo correcto. Yo por ejemplo, que era un profesional trabajando en Bohemia, ganaba 16 dólares al mes, y era un salario alto. El salario normal está alrededor de ocho o diez dólares al mes, en un país donde una caja de detergente te vale dos dólares, un jabón 50 centavos de dólar, una botella de aceite, malo, te vale más de dos dólares. Y no puedes conseguir en dinero cubano nada de esto. Mi madre, por ejemplo, con su jubilación de la Seguridad Social, tiene cuatro dólares al mes, 80 pesos cubanos. Una vieja de 74 años con cuatro dólares al mes. Si yo no la mantengo se muere de hambre literalmente. Cuatro dólares al mes. Te estoy hablando de mi madre, pero es lo mismo con el otro viejo, y el otro viejo y el otro viejo. Entonces nadie se siente estimulado a trabajar por cinco o seis dólares al mes y esta situación de crisis que ya se prolonga por diez años agrava más aún este círculo de la pobreza. Y hasta ahora allí es donde he desarrollado mi literatura. Y la he desarrollado de manera muy dolorosa, porque para mí escribir la Trilogía sucia fue algo muy doloroso. Escribir El Rey de La Habana fue muy doloroso. Cuando yo descubro que yo estaba escribiendo una novela que el final tenía que ser tan terrible porque no había otra salida, los últimos tres días los pasé llorando. Yo estaba llorando, sencillamente. Terminé Animal tropical, que debe salir a finales de este año, y también quedé muy desequilibrado emocionalmente, muy molesto, muy irritable. Es por eso también que estoy tratando de mudarme de este barrio, y a ver si encuentro un lugar donde haya menos tragedias. A ver si refresco un poco mi espíritu. Pero a fin de cuentas, la literatura siempre es un poco neurótica, un poco enfermiza. Por eso tantos de los grandes escritores han terminado suicidas o locos o borrachos con delirium tremens. Porque la literatura de por sí te neurotiza mucho. Piensas demasiado cuando tú quieres ser sincero, cuando tú quieres ser auténtico. Pero si tú te conviertes en un escritorcito superficial y lo que buscas es el dinero, te conviertes en un imbécil. Pero si tú eres un tipo auténtico, valiente, sincero, con un poco de cojones, entonces dices, "No me preocupa a quién molesto con mi libro." Y tienes que ser cruel, y con quien primero eres cruel es contigo mismo y te vas neurotizando. Es terrible.

SC: Un poco conectado con esa idea de la miseria y el círculo vicioso de la pobreza, me gustaría que comentaras las siguientes citas de El Rey de La Habana: "Aquel era un buen lugar, sucio, derruido, arruinado, todo hecho trizas, pero la gente parecía invulnerable. Vivían y agradecían a los santos cada día de vida y gozaban. Entre los escombros y la cochambre pero gozando. Y otra cita que dice, "Su suerte y su desgracia es que vivía exactamente en el minuto presente." ¿No te parecen un poco paradójicas esas citas?

PJG: La filosofía del Rey de La Habana es exactamente ésa, de vivir el momento presente. Él ha olvidado el pasado porque sufrió un choque muy fuerte y nunca se plantea nada de lo que va a pasar mañana. Yo veo el personaje del Rey de La Habana casi como un personaje simbólico. Yo camino por la calle y constantemente veo personas que podrían perfectamente ser el Rey de La Habana, personas vendiendo maní o pidiendo limosna. Es como un símbolo del pobre, el verdadero pobre que no tiene futuro y sencillamente se olvida de su futuro porque sabe que no hay futuro. Entonces lo mejor es vivir el día a día, con un poco de ron, un cigarrito. Esas citas se refieren a la zona de 10 de octubre, donde está el mercado de Cuatro Caminos, pero podrían referirse a cualquier otro lugar. Los lugares destruidos, abandonados, arruinados, mugrientos, cochambrosos, se repiten constantemente en mi literatura. Aunque estos lugares existen en el mundo real a veces soy incapaz de reflejarlos tal como son. A veces son mucho más puercos y mucho más desagradables de lo que yo pongo en mi literatura. Pero yo creo que lo que nos salva a los cubanos es la mezcla de negros y blancos, de europeos y africanos. Un pueblo mestizo yo creo que es un pueblo maravilloso. No hay nada más aburrido que un pueblo totalmente homogéneo. Yo estuve en Suecia el año pasado tres meses y me di cuenta de la diferencia abrumadora que puede haber entre un pueblo étnicamente muy homogéneo y nosotros que somos tan heterogéneos. Me parece que la heterogeneidad es lo que nos da un poco de esa alegría de vivir. Por otro lado tenemos un entrenamiento de pobreza; date cuenta que Cuba es una nación muy joven. Nosotros tenemos apenas 500 años de historia porque cuando llegó Cristóbal Colón lo que había aquí eran unos pocos indígenas con una cultura muy elemental, muy primitiva, muy rústica. No hay una cultura precolombina como la que puede haber en México o en Centroamérica. Y hay una frase de Edmundo Desnoes que yo utilizo en El Rey de La Habana que dice, "El subdesarrollo es la incapacidad de acumular experiencia." Esa frase es muy importante. Yo creo que los pueblos van madurando del mismo modo en que maduran las personas. Tú no le puedes pedir a un adolescente que tenga el mismo comportamiento que va a tener cuando tenga 30 o 40 años. Con las naciones pasa lo mismo y no hay forma de acelerar ese proceso de maduración histórica. Me parece que Cuba es un país que todavía está en su adolescencia, en su primera juventud. Y quizás por eso somos así, demasiado impetuosos. Ya nos irá pasando el tiempo por arriba e iremos madurando, creo yo, y entrando en otras fases, me parece.

SC: En estos dos textos, la vida de los personajes gira alrededor de la satisfacción de los deseos más elementales del ser humano: el hambre, el sexo, la supervivencia. El ser humano queda reducido a un estado casi animal, luchando por sobrevivir en una selva urbana donde rige la ley del más fuerte. ¿Tú crees que la mayoría de la gente en esta zona de la capital—Centro Habana—percibe la vida de esta forma?

PJG: Si tú supieras que sí, sobre todo en estos 10 últimos años se ha disparado una especie de sálvese quien pueda, que lleva a la gente a hacer cosas increíbles, con una falta de ética y de moral terrible. Incluso la Escuela de Sociología de la Universidad de La Habana tiene un programa de investigación muy confidencial, yo diría, que se llama Cambios en la Ética y la Moral de la Juventud Cubana. Y ese estudio lo están haciendo desde principio de los años 90. Los resultados no se han publicado que yo sepa. No sé si a nivel académico los manejarán. Pero eso te da una idea de que no te estoy hablando de nada nuevo; es un tema de estudio de la Escuela de Sociología de la Universidad de La Habana y del Centro de Estudio de la Juventud, una institución muy seria que pertenece a la Unión de Jóvenes Comunistas. Y estudian este tipo de tema en relación, por ejemplo, con los jineteros, las jineteras. Pero incluso, en la ética cotidiana la gente está entrando en una especie de ferocidad por el dinero, pero una cosa realmente feroz. Yo me acabo de enterar ahora—siempre me estoy enterando de cosas—que hay una señora allí vendiendo aguacates. Y le compro cinco pesos de aguacates y le digo que este año casi no he podido comer aguacates porque están duros. Y me dice que la gente los ablanda con agua caliente. Tú los ves blandos pero cuando los abres están duros. La gente los coge verdes en las matas y los meten en agua hirviente y sancochan el aguacate y así te engañan porque sientes el aguacate blando pero no está maduro. ¿Y a quién se le puede ocurrir eso? Únicamente a alguien muy feroz. Cada día hay más estafas, por lo menos en este mundo. Yo no sé en Miramar o en Siboney, donde viven las altas esferas. Pero la vida cotidiana del pueblo cubano sobre todo en los últimos diez años se ha convertido en eso: una falta de ética y una falta de moral. A veces uno se siente hasta deprimido. Lo que la gente hace por conseguir un dólar es asombroso.

SC: Bueno, para no terminar en un tono tan deprimente, ¿podrías hablar un poco de tu próxima novela, Animal tropical, que debe salir en España a finales de este año? 

PJG: Bueno, es el mismo Pedro Juan de la Trilogía que vuelve a aparecer y tiene 50 años y comienza a tener una relación erótica con una muchacha de 30 años, una pelandruja de aquí, de Centro Habana, que es candela viva. Y poco a poco, sin darse cuenta, se va enamorando de ella. La novela empieza cuando él está empezando a enamorarse de ella y en medio de eso, invitado por un instituto de periodismo, va a Suecia y tiene un romance con una sueca completamente distinta a esta centrohabanera latina y candela. Es una sueca muy fría y matemática. Se pasa tres meses en Estocolmo—ése es el centro de la novela—y después él regresa. Y yo creo que ese libro está dentro de una línea muy fuerte del realismo sucio, entendido como una manera de llegar siempre al límite de la literatura, al límite de los personajes, de no esconder nada de los personajes. Eso es lo que yo entiendo del realismo sucio. Hay quien cree que el realismo sucio es hablar de la suciedad material que puede haber en Centro Habana o describir escenas sexuales. Pero para mí, escribir de esta manera es llegar al límite de cada personaje, no esconder. Si al tipo le gustan los hombres y las mujeres, le gustan los hombres y las mujeres. Y no es bisexual. Yo no creo que exista el bisexual ni el heterosexual ni el homosexual. Yo creo que existe el ser humano sexual. Y lo digo. Para mí hay una cosa esencial en la literatura. Yo entiendo la literatura como un acto de reflexión, de análisis, de exploración en la vida y de sinceridad. Estoy haciendo literatura, no periodismo ni testimonio, pero con mucha sinceridad, tratando de decir lo que nadie se atreve a decir. Y a la editorial que no le guste, que no publique mi libro.

 

    Last updated: December 14, 2000