Delaware Review of Latin American Studies
Issues

Vol. 13 No. 1  July 31, 2012

Interculturalidad y educación. Interculturalidad en México: Un análisis de los discursos nacionales e internacionales en su impacto en los modelos educativos mexicanos. Gunther Dietz y Laura Selene Mateos Cortés. México: Secretaría de educación pública, 2011.

Gladys Ilarregui
University of Delaware

Este trabajo presenta con acierto el problema de hablar e implementar la multiculturalidad dentro de los espacios educativos, particularmente en un país como México en donde los autores señalan muy bien algunos fenómenos recientes que tocan directamente con esos proyectos, tales como el postindigenismo latinoamericano (con su forma particular de construir las gestiones de la diversidad) y los flujos migratorios del Sur al Norte. Dentro de los estudios y las preocupación de la inclusión minoritaria en el ámbito pedagógico,  los autores reconocen algunos fenómenos particulares como el surgimiento de los estudios étnicos en el ámbito anglosajón (los movimientos de los sesenta y la lucha de los chicanos, no específicamente revelada pero presente en ese antecedente), la Escuela de Frankfurt a través de los estudios culturales que recuperan ciertos enfoques teóricos de la dimensión intercultural, las migraciones que según Dietz trazan un desplazamiento de lo interdisciplinar hacia lo intercultural, y el surgimiento de disciplinas para desarrollar y acercar objetos de estudio que pueden interculturalizarse, como en el caso de las ciencias empresariales y la economía.

En sus apartados, este estudio sociológico despliega los diferentes acercamientos que se han tomado para poder estructurar las nociones de la diversidad en el contexto educativo, tales como: “educar para tolerar y/o prevenir el racismo”, “educar para transformar”, “educar para interactuar”, “educar para empoderar”, “educar para descolonizar”,  pero en un país marcado por la dura colonización y devastación indígena a nivel de identidad, surge recién en los anos 80 la formación de maestros bilingües y las asociaciones gremiales campesinas junto con el intento de tener una presencia gubernamental a través de la ANPIBAC, la Alianza Nacional de Profesionales Indígenas Bilingües, aunque la llegada de Carlos Salinas de Gortari en 1988 marca la crisis de estas asociaciones que respondían a sus comunidades y se acelera el desinterés del gobierno hacia las poblaciones campesinas.  La marginalización del magisterio bilingüe indígena continúa siendo una lucha, y es recién en el 92, con el surgimiento del Consejo Mexicano 500 Años de Resistencia Indígena, que se logran acercar las posiciones de los grupos indígenas propensos a estar cerca del gobierno y aquella resistencia de la disidencia indígena que volvían a sus comunidades de origen. Así se desata la discusión para el cambio del artículo cuarto de la Constitución Mexicana, donde se reconoce la composición “pluricultural” de México. Y es entonces cuando un movimiento encabeza la puesta en escena de los conflictos hondos del México profundo, como lo denominaría Bonfil Batalla.  El Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en el 94 acierta a mostrar las dos caras de la identidad mexicana: por un lado el país liberalizado y globalizado, y por otro lado los conflictos de los sectores de composición indígena en su lucha por la preservación de sus recursos naturales y culturales. En otra regiones comienza una red de alianzas regionales de comunidades indígenas, coaliciones que van interculturalizando las demandas educativas. Este reclamo de reivindicación de las autonomías, el reclamo de una educación intercultural bilingüe, se convierte poco a poco en un ámbito de la política pública.

Me parece interesante en este complejo volumen que los autores reparen en los campos de transferencia de los discursos y la hibridización que se da en las diferentes etapas latinoamericanas, y concretamente se citan casos como la llegada del discurso intercultural en Perú, Brasil o Guatemala, Colombia o Bolivia, donde lo indígena tiene, o no tiene, una voz, de acuerdo a los factores particulares de esas comunidades frente al gobierno.  Pero a su vez, estas composiciones discursivas son atravesadas por las posiciones europeas--las cuales ya habían atravesado el siglo XIX con sus impresiones estéticas--y las anglosajonas que aparecen con sus enfoques compensatorios. Los conflictos de toda interacción son muy bien documentados por estos expertos en el tema para desembocar en 2002 en México con las universidades interculturales como respuesta a los saberes tradicionales:

Desde sus inicios en el año 2002, las universidades interculturales han establecido algunos aspectos básicos para su labor: a) tienen como misión principal formar profesionales e intelectuales comprometidos con sus regiones, b) establecen como eje central la investigación, c) su oferta educativa se desarrolla desde las necesidades y potencialidades de la región, promoviendo un curriculum flexible, d) sus alumnos no son seleccionados por criterios académicos y e) establecen una relación cercana con las comunidades y/o regiones (Schemelkes,2003; Casillas Muñoz y Santini Villar, 2006, CGEIB, 2009). Con este tipo de universidades el sistema educativo nacional mexicano busca erradicar el segregacionismo que sufren los jóvenes indígenas en las universidades convencionales (p.115).

Hay siete universidades interculturales: la del Estado de México (UIEM) que atiende cinco grupos étnicos--entre ellos los Nahuas y los Otomíes--, la Universidad de Chiapas (UNICH), la del Estado de Tabasco (UIET), la intercultural de Puebla (UIEP)--que atiende hablantes de las lenguas tononaca, nahua y popoluca--, la maya de Quintana Roo (UIMQROO) con estudiantes que hablan maya, la de Guerrero (UIG) donde se atienden estudiantes mixtecos entre otros, y la Intercultural Indígena de Michoacán (UIIM). A esto se suman tres universidades más: la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM) creada en 2001, el sistema universitario jesuita de la Universidad Iberoamericana (UIA) y también la Universidad Loyola del Pacífico que ofrece servicios a los jóvenes de la zona mixe de Oaxaca.

En estas instituciones se propone un sistema o modelo educativo descolonial, se parte desde la colonialidad del saber que investigadores latinoamericanos han señalado (Mignolo, Walsh, Escobar) hacia los conocimientos indígenas y los saberes locales, construyendo nuevos cánones “glocalizados.” Pero existen problemas concretos--como profundizan los autores citando a Ranganathan (2005):

La mayor dificultad reside sin embargo en lo que se puede denominar “incoherencia del conocimiento”: la nueva información a menudo es ajena a la experiencia de sus receptores y por tanto no puede ser integrada en nuestra base de conocimiento de una manera que la dote de sentido. No es suficiente con proporcionar acceso a la información, si no se proporciona a la vez un marco de referencia para entender la nueva información e integrarla al conocimiento previo.
Si fracasamos al proporcionar tal marco de referencia, erosionamos la fundamentación de nuestro propio sistema de conocimientos y profundizamos nuestra dependencia en un sistema ajeno”( p.121)

Es decir, como Dietz insiste, se necesita una genealogía de las prácticas discursivas (Foucault) y por eso este “derecho a tener derechos”(Hannah Arendt), implica que esos sujetos políticos y jurídicos puedan ser históricamente reconocidos. De ahí que comunidad y educación pasan a ser un punto de partida. La comunidad es una matriz de esos conocimientos regionales y ancestrales.

Encuentro este volumen fascinante--particularmente en sus dos últimos capítulos: “Entre lo propio y lo ajeno: ¿hacia una gramática de la diversidad mexicana?” y “¿Cómo dialogar entre saberes? Conclusiones y perspectivas”--porque el diálogo entre saberes, sus intermediarios, traductores y actores sigue siendo un problema importante, radical, dentro del panorama latinoamericano. Y es en esos saberes donde las diferentes hegemonías pretenden imponer una visión, empoderando o asilando a los grupos indígenas, interactuando en todo ello políticas de resignificación que resultan de las diferentes constelaciones del poder gubernamental y cultural.

Es un volumen importante, bien documentado, con una innegable preocupación por analizar una cuestión imprescindible, que compete a políticos y académicos, en el complejo juego de poner un intelectual en el medio de ciertas rendiciones o sublevaciones del saber, y en la permanente redefinición de las cuestiones indígenas, denominadas en ciertos casos “cuestiones de minorías.” Cualquier lector de este volumen disfrutará además de un buen análisis a nivel teórico-pedagógico que es imposible cubrir en esta reseña. Será interesante ver cómo estos diálogos y desenvolvimientos teóricos y prácticos desembocan en las páginas de los intelectuales indígenas cuando les pertenezca la difusión de sus epistemologías y la descolonización de sus saberes no occidentales.

 


Last updated September 9, 2012