Los refugiados (quienes huyeron a Venezuela desde Colombia) han denunciado la desaparición de 30 goajiros, de una forma despiadada: picados o quemados. El Fiscal de Río Hacha afirmó que “sólo murieron dos personas”
“Ay hermano, siento que el corazón se me sale por la
boca. Usted no sabe lo que es tener que salir corriendo para que no lo maten y,
después escuchar los gritos de los peladitos, de mis dos hijitos a quienes me
los quemaron vivos sin que yo pudiera hacer nada”.
…
Alberto trata de contener el llanto pero no puede. Gruesas lágrimas ruedan por
sus mejillas prietas, de hombre trejo acostumbrado al trabajo. Por momentos se
calma, respira profundo y, con la mirada perdida, repite palabras en el idioma
wayuu que no entendemos pero que dejan traslucir un dolor que lacera el alma.
Perdió a seis de sus familiares entre ellos a sus dos hijos, su madre y sobrinos que fueron asesinados por los paramilitares que operan en la Alta Goajira colombiana, en el pueblo denominado Bahía de Portete, el 18 de abril de este año.
Él y otros cientos de goajiros, tuvieron que caminar por más de 24 horas hasta la frontera con Venezuela, para que la muerte no los alcanzara. Atrás dejaron tierras, ganado, casas, muebles, colegio y lo más importante, sus sueños y esperanzas.
Ahora, se han convertido en unos parias sin destino ni futuro inmediato.
Tres años atrás
Siempre fue un pueblo que vivió en paz. Aunque resolvían sus problemas basados
en sus propias leyes, los goajiros vivieron y produjeron en paz y armonía.
Trabajaban la tierra, pescaban y, también se dedicaban al comercio.
Sin embargo, esa apacible vida que llevaban comenzó a cambiar hace tres años, cuando llegaron a sus tierras los primeros paramilitares.
“Nosotros éramos felices. Aunque con nuestras carencias, vivíamos en armonía. Nuestros niños estudiaban en la escuela, criábamos chivos y también trabajábamos como estibadores de los barcos que llegaban a nuestro pequeño puerto, nunca nos metimos con nadie y nadie se metía con nosotros”, recordó Juchi, uno de los tantos goajiros que han tenido que huir hacia Venezuela para salvar su vida.
“Sin embargo, hace tres años llegaron ocho hombres armados y me preguntaron si quería ganarme dos millones de pesos, atendiendo a 20 hombres. Como yo sabía que ellos no eran buenos no acepté, porque además, nuestro pueblo no se mezcla con ese tipo de gente. Sin embargo una persona se vendió y los recibió en su casa”.
Juchi refiere que desde ese momento comenzó la cadena de desgracias que le tocó vivir al pueblo Wayuu.
“Ellos nos amenazaban porque estaban armados. Comenzaron a cobrar ‘vacuna’ a todos. A los dueños de barcos que descargaban en nuestro puerto les dijeron que si querían seguir operando desde allí, tenían que pagar bastante dinero. A los pescadores les cobraban la mitad de lo que pescaban. Así era con todos”.
Narcoexportación
Los wayuu refugiados, recuerdan que a pesar de esos atropellos, todavía podían
convivir con cierta tranquilidad, porque nadie se metía con ellos. Pero todo
comenzó a cambiar de la noche a la mañana, cuando llegaron otros 20
paramilitares, muchos de ellos uniformados y portando armas largas.
“La llegada de esos asesinos nos sorprendió porque nunca se habían juntado tantos. Poco a poco llegaron más y muchas veces se reunían hasta 100. En eso nos percatamos que traían muchos kilos de droga, a veces hasta más de mil kilos. Los narcos les pagaban 50 millones de pesos por cada embarque que sacaban por nuestro puerto."
"Ahí descubrimos que el principal motivo de su presencia en Portete era el narcotráfico”.
Durante muchos años, la Bahía de Portete sirvió para que barcos provenientes de Aruba, Curazao y otras islas, descargaran allí licores, cigarrillos, quesos, etc., de contrabando. Esta ilegal actividad permitió que la mayoría de los residentes de este pequeño poblado trabajaran como estibadores, recibiendo un ingreso casi fijo durante todo el año.
“Antes de que llegaran los ‘paracos’ había días en que atracaban hasta cuatro barcos. Muchas veces nosotros no podíamos atenderlos a todos, y teníamos trabajo hasta de sobra. Del puerto salían en una semana hasta 40 gandolas cargadas con todo el contrabando, pero todo eso cambió cuando llegaron los miserables asesinos”.
Primeros muertos
Javier, un wayuu de edad indescifrable, recordó que hace un año, una patrulla
policial colombiana al mando de un teniente, cuya base se encontraba en el
poblado de Puerto Nuevo, distante a ocho kilómetros de Portete, detuvo a un
grupo de 12 paramilitares y les incautó armas y explosivos.
Cuando estaban a punto de ser trasladados hasta la base policial, apareció el jefe de los paramilitares, quien llamó al oficial a un lado y le entregó un bolso negro.
“Todos vimos cuando el oficial abrió el bolso y miró lo que había dentro. En ese momento, el jefe de los ‘paracos’, le dijo: mi teniente, allí hay 20 millones de pesos, eso es suyo y aquí no ha pasado nada. Y antes de que el policía pudiera decir algo, los ‘paracos’ agarraron sus armas, se subieron a la camioneta en la que viajaban y se fueron”.
Cuenta Javier que una semana después, ese mismo grupo de paramilitares volvió a Puerto Nuevo y se pusieron a beber en una cantina cercana al puerto.
El jefe de los irregulares llamó a un niño y le dijo que fuera a invitar al oficial para que se tomaran unos tragos juntos.
“El teniente llegó con otros tres policías, se saludaron y comenzaron a brindar toda la tarde y hasta las 11 de la noche. A esa hora, y cuando salían del bar, uno de los policías que no había bebido le dijo ‘pilas mi teniente que esto es una trampa’. No tuvieron tiempo para nada, allí mismo fueron acribillados por los ‘paracos’ y los dejaron bien muertos”.
“Las autoridades no hicieron nada por aclarar la muerte de los policías, sólo detuvieron a un muchacho y lo llevaron para que declare como testigo. Ese jovencito les dijo que no había visto nada porque era de noche y los policías lo soltaron."
"Cuando regresó a su casa, los paramilitares lo llamaron y lo acusaron de haber declarado en contra suya, a los pocos días apareció muerto”.
El “Chema Bala”
Cuando los wayuu descubrieron las verdaderas intenciones de los paramilitares
que era el servir de protección para que los narcotraficantes pudieran enviar
sin problema alguno sus cargamentos de droga al exterior por el muelle de
Portete, ya fue demasiado tarde: nada pudieron hacer, es más, ni se atrevieron.
Sin embargo hubo dos jóvenes que, venciendo miedos y temores, acudieron al puesto policial de Uribia para denunciar los abusos de los ‘paras’ Las autoridades escucharon el testimonio de Nicolás Ballesteros Epinau quien estuvo acompañado por Segundo Epinau y les dijeron que ellos se encargarían de solucionar el problema y que podían regresar tranquilos.
Esa denuncia fue presentada por la mañana y, cuando ambos jóvenes llegaron a su pueblo por la noche, ya los paramilitares habían sido alertados por los propios policías de Uribia sobre la denuncia que habían formulado.
“Los estaban esperando a la entrada del pueblo. Cuando llegaron los muchachos los detuvieron y les reclamaron el por qué los habían denunciado. Nicolás Ballesteros era hermano por parte de padre con José María Barros Ipuama, jefe de los paramilitares, a quien todos conocemos como 'Chema Bala' ".
“Como ‘Chema Bala’ no estaba allí, los paramilitares se comunicaron con él por radio y le dijeron lo que había hecho su hermano, y éste dio la orden para que en ese mismo momento mataran a su hermano y al otro joven”.
Tres meses atrás, en febrero, estos mismos paramilitares asesinaron a dos promotores de salud de Taguaira, una población muy cercana a Portete.
Ambos se trasladaban en una motocicleta, como lo hacen todos los promotores de salud de la zona, cuando se toparon con un grupo de paramilitares quienes los obligaron a bajar de su moto y, sin mediar explicación alguna, los acribillaron a balazos, sólo para robarse la motocicleta.
Sin destino
Ahora que han dejado todo para salvar sus vidas, los más de 306 goajiros que
logró censar la Cruz Roja Internacional, según su presidente, Carlos Montiel,
se enfrentan a un futuro incierto.
No saben qué hacer y, aunque esta institución y el representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Markkus Aikomus, han tomado cartas en el asunto, ellos desean retornar a su territorio.
“Nosotros estamos muy agradecidos del apoyo y ayuda que recibimos en Venezuela, por lo menos aquí nos han tratado como seres humanos, pero nosotros deseamos volver a nuestras tierras pero necesitamos las garantías que debe darnos el gobierno colombiano”, reclamó María, una mujer que logró salvar la vida porque corrió “como nunca antes lo había hecho en mi vida”.
Guerra declarada
Aunque las autoridades nacionales y extranjeras todavía no se han puesto de
acuerdo si llamarlos “desplazados”, “refugiados” o
“en tránsito”, estos wayuu han comenzado a recibir apoyo
alimentario y, sobre todo, de salud, ya que muchos de los más de 100 niños
presentan severas infecciones de la piel.
“Hasta ahora nadie ha dicho nada oficialmente, ni el gobierno colombiano, quien niega que haya ocurrido el exterminio de nuestros hermanos, ni el gobierno venezolano, sobre nuestra situación. Todos dicen que están evaluando el problema”, añadió Juchi.
“Pero hagan lo que hagan, el pueblo goajiro ya hemos tomado una decisión: ellos buscaron el problema, entonces la guerra se ha declarado. Vamos a responderles de una forma tan contundente que no les va a quedar ganas de volver por nuestras tierras. Vamos a aplicar nuestra propia ley, porque la justicia de los tribunales sólo sirve para apoyarlos a ellos, a los asesinos”.
“Queremos que el presidente Uribe que tanto ayuda a los paramilitares, sepa que nosotros sí existimos, que somos seres humanos aunque a él no le guste y que haremos respetar nuestros derechos, aunque para ello tengamos que morir cientos o miles del pueblo wayuu”, sentenció juchi.
Mientras los niños corren de un lugar a otro y las mujeres reclaman donaciones de hamacas o chinchorros para que puedan dormir, los hombres wayuu hablan en voz baja, se reúnen y planifican, pero, por sobre todas las cosas, se apoyan unos a otros. Aunque en sus rostros sólo se perciba la tristeza y el dolor, están convencidos que tarde o temprano recuperarán sus hogares.
Preguntas sobre:
Paramilitares exterminaron a un pueblo wayúu
1. ¿Por qué llora Alberto?
2. ¿Cómo era la vida de los wayúu en Bahía de Portete antes de la llegada de
los paramilitares? ¿Cómo se ganaban la vida?
3. ¿Qué pasó hace tres años?
4. ¿Cuándo comenzó a cambiar dramáticamente la vida de los wayúu?
5. ¿A qué se dedicaban los paramilitares? ¿Por qué se acomodaron en la Bahía de
Portete?
6. ¿Por qué no combate la policía colombiana el narcotráfico y las acciones
ilegales de los paramilitares y por qué no protege a los wayúu?
7. Qué sabes sobre las víctimas de los paramilitares, por ejemplo el muchacho
que declaró como testigo, los dos jóvenes que denunciaron los abusos de los
‘paras’.
8. ¿Quén es ‘Chema Bala’? ¿Qué tiene que ver con los dos jóvenes?
9. ¿Qué hicieron los wayúu para salvar sus vidas?
10. ¿Cómo y dónde viven ahora?
11. ¿Cuál es la actitud de las autoridades nacionales (los gobiernos
colombianos y venezolanos) e internacionales en este problema?
12. ¿Qué decisión tomaron los wayúu para recuperar sus hogares?