El País Digital
Domingo
5 octubre
1997 - Nº 520

En torno a Mozart

XAVIER PUJOL


La música de la boda tuvo su eje aglutinador en la brillante, jubilosa y extravertida Misa en do mayor K. 317 'Misa de la coronación', de Mozart. Intercaladas entre sus diversos números se interpretaron obras de otros compositores.

Precedida por diversas obras interpretadas al órgano por el sacerdote Domènec Cols, organista de la catedral de Barcelona -entre ellas una Tocata fantasía con variaciones sobre el tema gregoriano del Gaudeamus de su propia composición-, que sirvieron para recibir a los invitados, la ceremonia propiamente dicha se inició sobre el Kyrie de la Misa de la coronación; a continuación el célebre Gloria de Antonio Vivaldi sustituyó al Gloria original mozartiano.

Entre las piezas intercaladas deben destacarse el Ave María de Schubert sobre texto latino para soprano solista con acompañamiento de órgano, el Aita Gurea (Padrenuestro) de F. de Madina cantado en euskera en homenaje al origen vasco del novio y muy especialmente el motete Ave Verum Corpus en re mayor K.618 de Mozart, una breve pieza de sólo 46 compases de atmósfera fragilísima que se cuenta entre lo mejor de la música religiosa mozartiana. La salida de los novios del templo fue acompañada por el célebre Hallelujah del oratorio El Mesías de Händel.

De las partes instrumentales de las obras se encargó la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya dirigida por su titular, Lawrence Foster, quien, quizá poco habituado a participar en la liturgia católica -es de religión judía-, recibió asesoramiento de Jordi Casas, titular del Orfeó Català y ex estudiante de música de la Escolania de Montserrat, para que la música encajara en el momento justo de la ceremonia. Las partes corales fueron interpretadas con notable brillantez por el Orfeó Català y el Orfeón Donostiarra.

Los solistas vocales fueron la soprano Maria Lluïsa Muntada, la mezzosoprano Montserrat Torruella, el tenor Dalmau González y el barítono Enric Serra.

Posteriormente, en la basílica de la Mercè, donde la novia hizo ofrenda del ramo, la música adquirió un aire más popular.

La importancia de la venia regia

«Cristina, infanta de España, ¿quieres a Iñaki Urdangarín como esposo y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así amarle y respetarle todos los días de tu vida?».

Y Cristina, antes de contestar, mira a su padre, el Rey, le hace una reverencia, y el Rey, su padre, le da la venia. La Constitución establece que «aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeran matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas en la sucesión a la Corona, para sí y sus descendientes».

En Sevilla, la infanta Elena se olvidó de pedir la venia a su padre antes de dar el sí a Jaime de Marichalar. El olvido quedó en una anécdota, ya que, obviamente, el Rey había dado su consentimiento con anterioridad.

Doña Cristina mantiene para sí y para su descendencia los derechos a la sucesión al trono, tras los del príncipe de Asturias y los de la infanta Elena.

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