Una orden de cárcel contra Oviedo arruina su carrera a la presidencia de Paraguay
F. R.,
Buenos Aires
Las aspiraciones del general retirado Lino César Oviedo de acudir a las elecciones presidenciales de Paraguay el próximo 10 de mayo han sufrido un nuevo revés con la decisión de un tribunal militar extraordinario de convertir en cárcel la situación de detención en la que se encontraba desde hace 55 días. La orden de prisión del tribunal militar y el anuncio de que el presidente Juan Carlos Wasmosy cancelaba su viaje a España, que tenía previsto realizar el 18 y el 19 de este mes, «por asuntos internos impostergables», añade una nueva dosis de incertidumbre a la inestable situación política en Paraguay.
El general Juan Evaristo González, presidente del tribunal militar que juzga a Oviedo por atentar contra el orden y la seguridad de las Fuerzas Armadas durante la intentona golpista de abril de 1996, anunció que no era necesaria declaración alguna del detenido para ordenar su prisión e incluso para condenarlo. En caso de ser declarado culpable, la sentencia sería de 5 a 25 años de cárcel.
Tras el cuartelazo frustrado de 1996, la Corte Suprema falló que el caso debía pasar a la jurisdicción ordinaria, pero el presidente Wasmosy, en su calidad de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y sus aliados de la cúpula militar formaron un tribunal castrense para investigar lo que sucedió la noche del 22 al 23 de abril de 1996 y ordenó la detención de Oviedo.
La situación adquirió tintes surrealistas cuando el Partido Colorado, al que pertenece el presidente de la República, designó en elecciones internas al general Oviedo como su candidato para las elecciones de mayo. Las posibilidades de triunfo del antiguo jefe del Ejército no serían nada despreciables si se tiene en cuenta que en Paraguay hay 900.000 afiliados colorados en un país con un censo electoral de dos millones de personas.
Wasmosy y la cúpula del Ejército, convenientemente depurado después de la intentona golpista, no están dispuestos a dar a Oviedo la posibilidad de pasar por las urnas. Los uniformados lo demostraron el viernes pasado, cuando el presidente se encontraba de viaje en Centroamérica. El intento del juez Ángel Cohene de tomar declaración a Oviedo en su lugar de detención, en la Primera División de Infantería, y de decretar su puesta en libertad provocó el rugido de los tanques, que circularon por las calles de Asunción mientras aviones de combate sobrevolaban la capital. Se vislumbraba el golpe de Estado. Wasmosy suspendió la gira y tranquilizó a la población.
Pero el vértigo de la conspiración no ha desaparecido. Tropas del Ejército derribaron un muro de protección del Tribunal Superior Electoral tras la inscripción de la candidatura de Oviedo y Raúl Cubas (para vicepresidente) en el registro. Hubo también denuncias de un compló para asesinar a Oviedo en prisión.
Por su parte, los seguidores de Oviedo tienen puestas sus esperanzas en la inminente decisión que debe tomar la Corte Suprema sobre su solicitud de un « habeas corpus reparador» para que el ex general recupere la libertad. El veredicto puede deparar sorpresas. Wasmosy y sus aliados militares no tienen el control absoluto del alto tribunal. Pero pocos dudan de que un fallo a favor de Oviedo tendría una respuesta inmediata del Ejército.
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