El País Digital
Domingo
28 diciembre
1997 - Nº 604

Tres candidatos independientes amenazan con liquidar 40 años de bipartidismo en Venezuela

LUDMILA VINOGRADOFF, Caracas
El bipartidismo venezolano, que desde 1958 ha dotado al país de una sorprendente estabilidad política, está a punto de ser enterrado definitivamente. Los tres candidatos más populares a la presidencia en las elecciones del año que viene no pertenecen a ninguno de los dos partidos tradicionales, que en los últimos cuarenta años se han alternado en el poder en Caracas: la socialdemócrata Acción Democrática (AD) y el democristiano Copei. Si bien es cierto que el actual presidente, Rafael Caldera, no pertenece a ninguno de los dos, fue fundador de Copei, y ha gobernado apoyándose en ambos partidos que, en definitiva, han seguido marcando la vida política del país hasta ahora.


Irene Sáez, ex Miss Universo, saluda a Clinton
durante su visita a Venezuela (Reuters).
Ante el desprestigio que ha acumulado el bipartidismo en estos cuarenta años de mando, los venezolanos prefieren ahora a los candidatos independientes. Cada cual a su manera, la ex Miss Universo Irene Sáez, Claudio Fermín el negro, y el golpista Hugo Chávez se disputan la preferencia de 22 millones de venezolanos, el 60% de los cuales expresa descontento en las encuestas con la actuación de los dos grandes partidos.

El rumbo lo ha marcado la ex reina de la belleza Irene Sáez, cuya experiencia política se limita a gestionar el Ayuntamiento de Chacao, un barrio de la capital del país.

Aun sin haber anunciado oficialmente sus aspiraciones, las encuestas otorgan a Sáez el doble de intención de voto que a cualquiera de sus rivales. Sin querer queriendo, la alcaldesa de Chacao ha propiciado el adelanto y la discusión de las candidaturas, que por ley deben presentarse a mediados del próximo año: las elecciones se realizarán en diciembre. A un 33% de los venezolanos le gustaría verla en la silla presidencial, aunque hace dos años el porcentaje se elevaba al 45%.

Con un 12% de simpatía electoral le sigue Claudio Fermín, expulsado hace un mes de Acción Democrática, todavía el partido mayoritario de Venezuela. Fermín creó su propia plataforma política electoral, llamada Renovación.

Su salida dividió a AD, dejándola maltrecha, pues sus seguidores confiesan que votarán por él en las urnas y no por el candidato oficial del partido, todavía sin decidir.

Pero quien apunta directamente a la línea de flotación del bipartidismo es Sáez. Su pretensión es que todos los partidos existentes respalden su postulación a la presidencia.

Cómo salvar a los partidos

«Lo que se está buscando es que los partidos tradicionales, de una vez por todas, para salvarse ellos mismos, para no reducirse más, para oxigenar la democracia, se aglutinen en torno a Irene», afirma su asesor, el capitán de navío (jubilado) Jurado Toro.

Aún es pronto para vaticinar quién ganará en las elecciones venezolanas del próximo año. Una cosa es segura: el panorama en octubre del año que viene será muy distinto del actual, según afirman los analistas, aunque, de todas formas, el triunfo parece que estará entre cualquiera de los independientes. Los candidatos que salgan de cualquiera de los dos partidos no tienen apenas posibilidades, según los expertos.

La agonía actual del bipartidismo se inició a comienzos de los noventa con el segundo mandato del entonces presidente Carlos Andrés Pérez. A pocos días de su toma de posesión, el 27 de febrero de 1989, el país estalla inesperadamente con los disturbios conocidos como el caracazo, debidos a una fuerte subida del precio de la gasolina.

Cumpliendo su oferta electoral, Pérez adoptó un programa económico liberal de reformas, privatizaciones y ajustes rápidos, junto con un Gabinete opuesto a la tradición paternalista y populista de su propio partido, AD, que le había llevado por segunda vez al poder. El partido le dio la espalda, archivó sus reformas legislativas y le expulsó de la organización cuando fue enjuiciado por corruptelas y destituido en 1993.

Su sucesor, Caldera, le dio la primera puñalada al bipartidismo. Siendo fundador del democristiano Copei, habiendo gobernado entre 1969 y 1973 con este partido, y aspirando a una segunda presidencia, abandonó su formación tras perder las elecciones primarias de 1993, pero no puede considerarse un producto totalmente al margen del sistema bipartidista.

El golpista se apunta al populismo

L. V., Caracas
En círculos políticos y económicos tradicionales se tiene miedo a la popularidad que está acumulando el golpista Hugo Chávez, tercer candidato independiente en la lista de favoritos de las encuestas.

En algunos sondeos luce con un 10% de aceptación; en otros, con el 15%, superando al socialdemócrata Claudio Fermín. Las encuestas que maneja el propio Chávez le dan, dice, más del 20%.

Hace seis años era un total desconocido. Tras fracasar en su intento de derrocar por las armas a Carlos Andrés Pérez, logró el estrellato con unas breves palabras al dar la orden de rendición: «Yo asumo la responsabilidad plena del golpe». También el «por ahora» con el que zanjó en ese momento su lucha por el poder ha quedado grabado en la memoria de los venezolanos.

El teniente Chávez logró dejar una impresión positiva porque es extraño que los líderes asuman alguna responsabilidad en los males que han causado en estos cuarenta años de democracia. Desde que salió de la cárcel hace cuatro años, el cabecilla de la intentona golpista se ha propuesto llegar a la presidencia con los votos y no con las armas.

Ha formado su propio partido (MVR), con el que está haciendo campaña en todo el país. Y tiene un electorado abonado: el 70% de pobres que arrastra el país que, descontentos como están con los políticos tradicionales, amenaza con votar por quien ofrezca volver al bienestar perdido.

Los empresarios venezolanos temen justamente el discurso nacionalista, populista y paternalista de Chávez, tan utilizado en otras épocas por el bipartidismo, actualmente desbordado.

En sus proclamas electorales, el ex golpista habla de una V República, de crear una Asamblea Constituyente y de revisar la apertura petrolera y las privatizaciones, lo que pone a temblar a los inversores ante la posibilidad de que gane las elecciones. Pero, cada vez más, un ejército de desheredados escucha atentamente.

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