El País Digital
Martes
28 octubre
1997 - Nº 543



El triunfo de la oposición abre una época de renovación en Argentina con Menem a la baja

JUAN JESÚS AZNÁREZ, Buenos Aires
«¡Diosa!», le gritaban. Emocionada hasta las lágrimas, Graciela Fernández Meijide compareció ante la prensa agitando el botellón de champán regalado por su hija el 18 de octubre, día de la madre en Argentina. Contenía el llanto Hilda Duhalde, esposa del gobernador de la provincia de Buenos Aires, derrotada por la socialdemócrata Fernández en unas legislativas que asestan un rejonazo al Gobierno de Carlos Menem, y arrebatan la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados a la fuerza que lo sustenta, el Partido Justicialista (PJ), peronista, conservador y liderado por un Menem a la baja.


Seguidores de la Alianza se reúnen cerca del
Obelisco para celebrar la victoria (AP).
Apostando a que El Turco no levanta cabeza, preparan las facas los aspirantes a sucederle. Computado el 98,05%, la agrupación opositora de centro-izquierda, constituida por la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frepaso (Frente País Solidario), batió al PJ por casi 10 puntos: 45,6% contra el 36,1%.

El peronismo, cuya principal baza, la estabilidad económica, fue asumida por una oposición que incidió en lo social, queda relegado a primera minoría en la Cámara. Deberá negociar. Baja de 131 diputados a 118, y la Alianza, de los 68 de la UCR y 23 del Frepaso, por separado, a 110 en un solo bloque. La Acción por la República, del ex ministro de Economía Domingo Cavallo, furibundo inquisidor del Ejecutivo desde su destitución tras denunciar la existencia de mafias enquistadas en el poder, logró tres escaños. Se prodigaba feliz contra Menem.

«Ganamos por escándalo», proclamó durante el descorche del espumoso la emergente gaucha del Frepaso, la principal figura de los comicios del domingo, clara presidenciable en la cita de 1999. Horas antes de confirmarse la sustancial modificación del mapa político nacional, Graciela Fernández Meijide, 67 años, había definido sus íntimas expectativas. «Yo ya perdí cuando no pude recuperar la vida de mi hijo. Después de eso todo es ganancia». Desde la búsqueda de Pablo, desaparecido durante la dictadura (1976-1983), sus profundas ojeras suben en el mercado de valores políticos. Es honesta y sincera, destacaban los sondeos.

Estas dos virtudes de la profesora de francés que de niña quiso ser bailarina, sus convocatorias contra el olvido oficial de los más necesitados, y sus denuncias contra la corrupción impune, entronizaron en la sociedad argentina a una mujer que lleva los apellidos de su marido y no hace mucho cosía su propia ropa. Ahora la encarga a una boutique, aunque discute con su sastre cada puntada, aseguran sus próximos. Nenuca Castagnola, el nombre de soltera de Fernández Meijide, no conoció la pobreza. Es hija de un médico de Avellaneda, y en el garaje de casa siempre hubo un coche negro.

«Dijeron que únicamente nos votaría la clase media, y resulta que también nos votaron los humildes, y vaya que sí nos votaron, carajo», se entusiasmó en los micrófonos. Arrepentida, se llevó las manos a la boca. La señora Graciela es una porteña educada y nunca dice tacos, pero la sorpresa electoral fue del carajo: Carlos Chacho Alvárez, el otro gran ganador, arrasó al peronismo en la capital, 60% contra 17%; la madre de Pablo ganó la provincia, peronista bastión del gobernador Duhalde y de una red de manzaneras que atienden a embarazadas sin recursos, niños pobres y enfermos. Por primera vez en un decenio, la oposición causa un revolcón que trasciende los cambios parlamentarios al promover bruscos reacomodamientos en el justicialismo e introducir tensiones y corrimientos políticos.

Pugnas y cuchilladas

J. J. A., Buenos Aires
Al acecho, el neoperonista Ramón Ortega, Palito, solista de éxito con su balada La felicidad, ah, ah, ah, ah o el tema que muchos años atrás alertó sobre las consecuencias de la excesiva ingesta de morapio de cereal, ese vacho de chevecha que se chube a la cabecha, se ofreció como sustituto de Carlos Menem. Retratos del ex gobernador de Tucumán, densa cabellera esculpida a navaja, mirada perdida en el horizonte, aparecieron ayer en las calles de Buenos Aires: Argentina quiere una esperanza. 1999. Ortega presidente.

La derrota de Hilda Duhalde perjudica a su esposo, el gobernador Eduardo Duhalde, hasta el domingo primero en la lista de aspirantes a la Casa Rosada por el Partido Justicialista. Para Ortega, el partido ya no tiene candidatos naturales, que deberán salir de las elecciones internas en el peronismo. En esa pugna, no exenta de lances traperos, intervendrá probablemente el ex campeón de automovilismo Carlos Reutemann, en el justicialismo desde hace algunos años a llamada de Menem. Pero Duhalde no abandona. «Soy el padre de la derrota», dijo. Gallardo, reclamó la autoría del disgusto encajado por su esposa, Chiche, quien le agradeció el quite. «Me enorgullece que tenga esa actitud, tan de hombre. Pero debemos ser varios los que tengamos alguna responsabilidad». Masoquista en positivo, se manifestó por lo estimulante del varapalo. «Esta derrota me entusiasma, me da más ganas de trabajar».

Por su parte, el colérico Domingo Cavallo, con casi 30 demandas judiciales en su contra por presuntas injurias y calumnias, era un cascabel. «La derrota de Menem es de vergüenza», se alegró. Él también quiere ser presidente, y su nueva condición de diputado le blinda en los juzgados.

Armónicos ahora, son de esperar codazos entre los cinco presidenciables de la Alianza: Carlos Álvarez y Fernández Meijide, por el Frepaso; y el alcalde de Buenos Aires, Fernando de la Rúa, el jefe de la UCR, Rodolfo Terragno, y el ex presidente Raúl Alfonsín, por los radicales. Pronto deberán acordar el nombre de su candidato a la jefatura del Estado. Álvarez confirmó su anterior triunfo en la capital, poco proclive a honrar la memoria del caudillo Juan Domingo Perón, pero la victoria de Fernández Meijide en el baluarte peronista es el mérito mayor.

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