EL PAÍS,
Barcelona
![]() dentro de la catedral (Efe). |
Algunos planos cenitales daban una idea general de la ceremonia, en la que los planos medios del rito nupcial se alternaban con primeros planos, más próximos a la emoción, de los contrayentes y de su familia, siempre con un trato sobrio donde no hubo sobreimpresiones y falsos lujos visuales. Miró disponía de 47 cámaras distribuidas discretamente dentro de la catedral, pero no cayó en la tentación de presumir con tal despliegue. El colectivo de invitados, retratado a la entrada de la catedral, fue casi anónimo durante la ceremonia.
Lo peor: el primer beso, a la llegada de la novia al altar, se vio de lejos. El seguimiento del cortejo por Barcelona estuvo poco atento al público que masivamente acordonó la ruta para felicitar a los novios. La Barcelona monumental y su gente apenas se vio.
Antena 3 y Tele 5 desplegaron numerosos comentaristas que, en ocasiones, se hicieron excesivos. Se quitaban la palabra unos a otros para ver quién alababa más a la familia real, a los novios y a los invitados. El tono, excepto durante la ceremonia religiosa, fue de chismorreo. Las apreciaciones, con especial hincapié en el vestuario femenino, suplieron la falta de datos. Pocos invitados fueron reconocidos por los supuestos especialistas. La tónica fue más que dulzona, empalagosa.
Antena 3, que se apoyó en Rosa Villacastín y Ana Rosa Quintana, criticó la realización televisiva de Miró, sobre todo, echando en falta panorámicas de los invitados. Tele 5 puso en manos de María Teresa Campos el peso de la retransmisión, en el que no se abandonó en ningún momento las permanentes alabanzas.
En la narración de TV-3 -que ofreció las imágenes de la boda comentadas en catalán para América y el resto de España, a través del canal Galeusca y TVC Sat- se echó de menos un mayor dominio por parte de los presentadores de los entresijos de la crónica rosa.
Alguna cadena extranjera, como la televisión pública belga, recurrió a corresponsales españoles para suministrar los detalles del acontecimiento.
Zumárraga, una mañana ante la pequeña pantalla
AURORA INTXAUSTI / ELENA P. IRIARTE
, Zumárraga / Vitoria
«Hoy habrá que pasar así. Se casa el chico de los Urdangarín con la hija del Rey y la gente se ha quedado viendo la tele». Ésta era la frase que más se repetía durante la mañana de ayer en los inusualmente vacíos puestos de verdura y queso de las caseras en la plaza de Zumárraga (Guipúzcoa). La plaza donde hasta los ocho años jugó el marido de la infanta Cristina. El mercado estaba vacío, igual que los bares y los comercios. La mayoría de los vecinos de Zumárraga decidió quedarse frente al televisor.
«Llevo 30 años viniendo los sábados de Azkoitia al mercado de Zumárraga y es una de las veces que menos clientela he tenido. Si yo estuviese en el caserío también estaría viendo la boda», aseguró Miren Larrinaga mientras miraba su expositor, lleno de vainas y lechugas, junto a la primeras nueces, que tuvo luego que llevarse a casa. El Ayuntamiento regaló a los novios una reproducción de la escultura Itziar, de Jorge Oteiza, instalada en una plaza de la ciudad. En Vitoria, la ciudad donde reside la familia del novio, el enlace se vivió con absoluta normalidad. Las calles registraban una afluencia similar a la de cualquier sábado por la mañana y los bares y tiendas desarrollaron su trabajo normalmente, con sólo un detalle distinto: los televisores y las radios retransmitían la boda real.
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