El País Digital
Jueves
18 septiembre
1997 - Nº 503


Secuestrado y torturado un ex militar argentino que prepara datos de la dictadura para Garzón

JUAN JESÚS AZNÁREZ, Buenos Aires
El ex capitán Adolfo Scilingo prepara un informe de 100 folios para el juez español Baltasar Garzón con detalles sobre la represión ilegal argentina durante la última dictadura castrense (1976-1983) y los nombres de 158 compañeros de tareas . El militar arrepentido, cuya confesión de hace dos años sobre la desaparición de personas resultó impactante, fue secuestrado hace una semana y le grabaron en la cara las iniciales de tres periodistas. En una entrevista con EL PAÍS, Scilingo declara temer por la vida de su familia y por la suya propia, y se plantea abandonar Argentina.

«Pero de ninguna manera me voy a callar. Sigo adelante, y de ninguna manera me voy a callar. Estoy a disposición del juez Baltasar Garzón (que abrió procedimiento contra militares implicados en la desaparición de ciudadanos españoles) y le voy a cursar un relato de lo ocurrido en aquellos años. Porque, me digo, ¿y si un día me matan y nunca pude darle la información de forma legal al juez?».

«Estaba seguro de que me mataban». Aunque el pasado jueves, día 11, a las 15.45 (hora local), acabaron rajándole la cara con una navaja, todo había cambiado ya en su vida desde que en 1995 denunciara la existencia de los vuelos de la muerte, el horror de las travesías nocturnas de aviones de la Armada con condenados a muerte sin juicio ni defensa alguna. Admitiendo su culpabilidad en aquellos desmanes, Scilingo, 51 años, contó que el médico se escondía en la cabina de la nave para no vulnerar el principio hipocrático de asistencia al paciente y los capellanes castrenses confortaban a los verdugos, invocando la necesidad de separar el grano de la paja, cuando desde el aire empujaban a los detenidos, vivos, desnudos y sedados, a las aguas del río de la Plata o del Atlántico.

«Ni bien pueda iré a España. No sé, si se demora mucho tiempo, si llegaré. Y esto no es para hacerme el héroe ni mucho menos, pero hay una realidad, hay que ser consciente de que puede ocurrir cualquier cosa. Vamos a ser claros». Scilingo sufrió amenazas, cumplió más de dos años en prisión por una causa por estafa que resultó nula y, secuestrado en el centro de Buenos Aires por cuatro personas que se identificaron como policías, sufrió el tatuaje de las iniciales de tres destacados periodistas porteños. La V de Horacio Verbitsky en la frente, la G de Mariano Grondona en un carrillo y la M de Magdalena Ruiz Guiñazu en el otro. Fueron numerosos tajos, seis en la cabeza. «Cuando estaba en el auto y me dijeron 'vos habías pedido una reunión reservada y acá la tenés', me dije 'acá terminó la historia».

Cartas certificadas

Quince días antes del atentado, Scilingo había enviado cartas certificadas al ministro del Interior, Carlos Corach, y al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, solicitando una entrevista reservada para abordar su difícil situación personal y profesional y el hostigamiento de que era objeto por personas sospechosas de pertenecer a los cuerpos de seguridad del Estado. «Llamativamente, lo primero que me dicen cuando arrancan el auto es lo de la reunión reservada. O sea, que alguna relación con el tema tenían». El Ministerio del Interior reaccionó con rapidez y solidaridad, sin descartar que la carta hubiera trascendido durante la tramitación interna del ministerio. La Gobernación de Buenos Aires, lamenta el agredido, mantiene «un silencio total».

El ex oficial de la Armada, que durante sus cinco meses de detención en un comisaría bonaerense observó la gran admiración de sus policías por la figura del ex almirante Eduardo Massera, activo organizador del terrorismo de Estado, recuerda el trance del día 11, en el cruce de Callao y Perón. «Se me acercaron dos tipos que parecieron policías y me dijeron que me tenían que identificar. Tuve una pequeña sospecha y pensé resistirme, pero al mismo tiempo imaginé lo que diría al día siguiente Menem (el presidente Carlos Menem): 'El facineroso Scilingo se resistió a la policía y esas cosas'. Así que fui con ellos». Eran cuatro, y actuaban con tranquilidad, «como si estuvieran seguros de que no les pasaría nada».

«Cuando me subieron al auto, me sentaron en medio», prosigue. «Hasta ese momento me trataron con cierta cortesía, pero entonces el que estaba a mi derecha apoyó una pistola en la cintura y uno de bigotitos me dijo: 'Así que vos querías una audiencia privada, bueno, ahora la tenés».

Le bajaron la cabeza para ocultarle, mientras le acusaban de formar parte de una operación de prensa para dañar la imagen del país. «Me hablaban de mis socios y yo les decía que no tenía socios. Imagínese a mí, socio de Magdalena o Verbitsky. Entonces el de vaqueros sacó una navaja y, cuando yo le contestaba, me cortajeaban en la cabeza». Scilingo destaca que «el tipo se puso como loco y empezó a cortarme la cara. Le llené de sangre los pantalones. Encima la navaja no estaba bien afilada. Cuando empezó a cortajearme la cara tuve miedo que me sacara los ojos». Tras más de una hora de insultos, cortes y amenazas le abandonaron en una zona apartada. «Los vamos a boletear (dar muerte) a los cuatro (los tres periodistas y él), la tienen que terminar», advirtieron antes.

El 'New York Times' contra Carlos Menem

EFE , Buenos Aires
«Un grave error de apreciación». Eso es lo que, según el ministro argentino del Interior, Carlos Corach, cometió el diario estadounidense The New York Times, que en una nota editorial publicada el martes bajo el título Guerra contra los medios en Argentina acusaba al presidente Carlos Menem de «alentar la violencia» contra los periodistas.

«Muchas veces los medios extranjeros analizan erróneamente la realidad nacional», declaró ayer Corach, para quien «nadie puede negar que en el país existe una libertad de prensa como nunca existió en toda su historia». En relación a la agresión sufrida por el ex capitán Adolfo Scilingo, el diario neoyorquino destacaba unas palabras de Menem en las que afirmaba no tener «confianza en gente así». Una afirmación de la que Corach salía ayer al paso: «De ninguna manera se pueden tomar como virulentas algunas menciones aisladas».

«Por segunda vez en este año», agregaba el rotativo, «un argentino que denunció abusos gubernamentales fue víctima de un ataque violento». Y sentenciaba: «Los ciudadanos (argentinos) confían en la prensa como contrapeso al Gobierno de Carlos Menem, que ejerce un considerable poder sobre el Congreso y la Justicia». El ministro del Interior lo desmentía ayer rotundamente: «La libertad de prensa en Argentina no es una dádiva del Gobierno, sino una obligación constitucional».

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