El País Digital
Lunes
25 agosto
1997 - Nº 479

Managua se viste de Miami

Veinticinco años después del terremoto, la capital nicaragüense emprende su reforma urbanística

SONIA GONZÁLEZ , Managua

La catedral vieja de Managua,
restaurada con capital español
(L. Magán).
Han pasado casi 25 años desde aquella trágica madrugada del 23 de diciembre de 1972 en que la naturaleza dejó más de 10.000 muertos en Managua. El terremoto que asoló la ciudad, y enriqueció aún más al dictador Somoza, que se apropió de parte de la ayuda internacional, sigue vivo. En el recuerdo y en las casas semiderruidas de la zona antigua. Hoy, un cuarto de siglo después, el Ayuntamiento de Managua -libre ya de las peleas con el Gobierno anterior por el control de una reforma que significa mucho dinero- parece decidido a poner orden a una urbe que creció de forma caótica.

El modelo es Miami. Modernos edificios de color crema y puertas blancas; gasolineras luminosas en las que se reparten emparedados y bebidas gaseosas y en las que los jóvenes disfrazados de Harlem se amontonan para contarse aventuras; hoteles de lujo con capacidad para turistas imaginarios o centros comerciales con escaparates en los que se expone el futuro. Un cambio radical.

Ha bastado la construcción de cuatro hoteles y dos grandes centros comerciales para poner en marcha un vasto proyecto urbanístico que va a modificar para siempre la fisonomía de una Managua que hoy cuenta con un millón de habitantes. La ciudad dejará de ser una de las capitales peor dotadas de toda Centroamérica.

Todo el sector aledaño al lago Xolotlán, donde permanecen incólumes la vieja catedral, el remodelado Palacio de la Cultura y el Centro Cultural Managua, se transformará en el centro histórico de la nueva capital. Antes ha sido necesario desalojar de ahí, de las casitas que se caen a pedazos, a cientos de familias que se habían parapetado entre sus ruinas. Las excavadoras han terminado lo que empezó el terremoto, abriendo espacios verdes y zonas mixtas en las que se alternarán las galerías con los edificios modernos y robustos. Es el área más peligrosa. Bajo su subsuelo se cruzan seis simas capaces de provocar otro seísmo.

La Managua moderna partirá de la nueva catedral de Managua. Inaugurada en los años noventa por la presidenta Violeta Chamorro. Fue obra de un arquitecto mexicano con el dinero donado por la empresa Dominos Pizza. Se trata de un edificio feo, de cúpulas arabizantes, y al que nadie en Managua, ciudad inmensamente católica, se ha atrevido a poner un mote. Muy cerca, esta semana comenzaron a levantar dos de los cuatro hoteles. El Plaza y el Holiday Inn Managua, con capacidad para 430 habitaciones. La fiebre constructora ha afectado también al centro comercial Metrocentro, al que le están lavando la cara. Los edificios estarán finalizados en 18 meses, con una inversión total de 42 millones de dólares (unos 6.400 millones de pesetas) y capital extranjero.

El proyecto de la restauración de la antigua catedral contó con la asistencia técnica y financiación de la Agencia de Cooperación Española. Se limpió de suciedad. Se le borraron las huellas de años de abandono y de vandalismo y se le colocó un juego de luces que le han devuelto a la vida. Este viejo edificio colonial de principios de siglo, que resistió el embate del terremoto, es hoy el símbolo del cambio.

Pese a todo, la ciudad no puede ocultar su pobreza. Bordeándola y a veces casi en el centro, existen 250 asentamientos espontáneos. En cada uno viven cerca de 20 familias. No siempre construyen. A veces, en una sola noche, cercan sus terrenitos y se declaran propietarios ante el descontrol municipal. El Ayuntamiento, en vez de echarles, termina por darles calles y los servicios mínimos. Frente a esa pobredumbre se levantan los nuevos edificios copiados de Miami con pisos de 80.000 dólares (unos 12,2 millones de pesetas). Precios prohibitivos para un sueldo medio de 500 dólares al mes.

Pero la reforma no es sólo física, también es cultural. El Ayuntamiento parece empeñado en trasladar aquí las nomenclaturas estadounidenses para sus calles, dotarlas de nombres y números que permitan una rápida localización. Pero le va a resultar muy difícil. Se enfrenta a una costumbre de años. Aquí, en Managua, para desesperación de los visitantes, no es extraño escuchar la siguiente dirección: «De donde fue el arbolito, tres cuadras abajo y cinco arriba». El único problema es que el arbolito también desapareció con el terremoto.

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