El Universal, México, 12 de marzo de 1997

El Cárcamo será un museo diferente

Lo pintó Diego Rivera en 1951

MA. ELENA MATADAMAS

A dos años y medio de concluida su restauración, el mural subacuático "El agua, origen de la vida", pintado por Diego Rivera en el Cárcamo de Lerma en el Bosque de Chapultepec, será reabierto al público el próximo 21 de marzo como parte del museo de sitio en que ha sido transformado el inmueble que lo alberga.

En su nuevo carácter de recinto museográfico, el edificio que resguarda los 272 metros cuadrados de obra pictórica, considerada única en su género en el mundo, reunirá un acervo de material fotográfico y documental referido a lo que en el pasado fueron las inundaciones de la ciudad de México, la importancia de la obra de ingeniería hidráulica del Cárcamo para surtir del vital líquido a la ciudad de México, el mensaje plasmado por Diego Rivera, la dificultad del rescate del mural, el valor plástico de la obra y su integración con la fuente de Tláloc, localizada en la parte frontal.

Norma Yolanda Contla, asesora de la coordinación general del Bosque de Chapultepec, indicó que tanto la investigación como el montaje museográfico están a cargo del Instituto Nacional de Bellas Artes, "pero como el espacio es muy pequeño, pues es el que se utiliza para circular, va a ser un museo muy digno pero con una selección excelente de materiales".

Aun cuando el inmueble está bajo custodia de la delegación Miguel Hidalgo, el mantenimiento y supervisión de su funcionamiento corresponderá al INBA.

Con la apertura del museo de sitio del Cárcamo de Chapultepec "se rescata un patrimonio histórico, artístico y cultural importantísimo, en beneficio de los más de 80.000,000 de visitantes mexicanos y extranjeros que recibe el bosque", señaló ayer María Esther Scherman Leaño, delegada política en Miguel Hidalgo.

De la razón por la cual el mural se mantuvo cerrado desde la conclusión de su restauración en septiembre de 1994, argumentó que se debió a "que teníamos faltantes como la de una iluminación especial para no dañar los murales". Afortunadamente, esto se resolvió gracias a la aportación de 51,000 pesos por parte del Fideicomiso Miguel Hidalgo.

Del compromiso asumido por esa jurisdicción para el cuidado y preservación del mural de Diego Rivera una vez que se abra al público, la funcionaria reconoció limitantes financieras "como la obra necesita un proceso de conservación está la posibilidad de integrar un Grupo de Amigos del Cárcamo, como un patronato que ayude a su mantenimiento, porque realmente nuestras partidas presupuestales no tienen posibilidad para darle mantenimiento".

Precisó que a fin de evitar un impacto negativo sobre la obra, los técnicos del Centro Nacional de Conservación de Obras Artísticas "nos van a orientar respecto a la dinámica de las visitas y su programación por horarios, pues tienen especificaciones técnicas y nos piden que no haya tanta concurrencia".

Al respecto, a juicio de la restauradora María Teresa Hernández Yáñez, dadas las condiciones especiales en que se encuentra el mural, en tanto se tenga un control de la temperatura, la humedad e incidencia de la luz "el tiempo de vida será mayor". De hecho, dijo, los vidrios de los canceles que se colocaron en el recinto del mural, tienen un filtro que evita el paso de los rayos ultravioletas para impedir que dañen la capa pictórica.

En entrevista, la especialista del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble del INBA, explicó que "El agua, origen de la vida" se destaca por ser un mural subacuático y por tanto considerado único en el mundo, y porque fue la primera vez que Diego Rivera utilizó un material sintético: una emulsión de poliestireno con pigmentos.

Es una obra muy especial dadas las condiciones de medio ambiente en que está ubicada (en medio de un bosque) y en lo que fue una caja de agua que surtía a toda la ciudad de México en los años 50. "El líquido venía de los manantiales de la cuenca del valle de Toluca por gravedad; una obra de ingeniería hidraúlica maravillosa realizada por técnicos mexicanos que tiene un recorrido de más de 60 kilómetros".

Fue en 1951 cuando Rivera decoró pisos y muros del Cárcamo con un mural que rendía homenaje al elemento originador de vida.

Sin embargo, a los seis años de haber sido inaugurada, la obra ya presentaba un deterioro. El artista solicitó entonces a su hija Ruth quien trabajaba en el INBA hiciera gestiones para que él pudiera intervenir en la reposición de todas aquellas zonas perdidas por la fuerza tremenda del agua circulante. El se prestaba a reponerlas con azulejo y sin cobrar absolutamente un quinto, pero la propuesta nunca prosperó.

Pasó el tiempo y es hasta 1977 que el INBA, a través de su Centro Nacional de Conservación, elabora un dictamen del estado de conservación de la obra y se propone hacer el desvío del cauce del Río Lerma, rodeando el Cárcamo, para proceder a la intervención del mural, el cual jamás había sido restaurado anteriormente.

La obra había sufrido un gran deterioro. Las partes bajas las sumergidas en el agua se llenaron de limo, materias orgánicas, sales, óxidos endurecidos, lo que paradójicamente ayudó a protegerla; mientras que las partes que no estuvieron en contacto directo con el agua se amarillaron por efecto de los rayos ultravioletas de la luz natural o artificial.

Dado que el material es muy sensible a cualquier tipo de solvente, la limpieza superficial y profunda tuvo que hacerse mecánicamente, ayudados por bisturíes, limas, lijas, lo que llevó meses de trabajo.

De la pintura original de los muros se conservaba entre 85% y 90%, no así la del piso de la cámara, que fue picada antes de impermeabilizarla, lo que la debilitó y originó que el agua arrasara con ella en su totalidad, de manera que fue necesario reponer 64 metros de obra con base en fotografías de la época.

La intervención del Cárcamo de Chapultepec llevó dos años y medio de trabajo a un equipo de 12 restauradores del INBA, e incluyó también la consolidación de la capa pictórica, resanes, reposición de faltantes y restitución cromática.

Es de señalar, comentó Ma. Teresa Hernández, que la fábrica del producto sintético empleado por Diego Rivera le aseguró una permanencia de 40 años de vida, tiempo que ya se rebasó. Para su restauración se volvieron a utilizar materiales sintéticos en 80% para asegurar su compatibilidad con los originales y un promedio de vida bastante largo.