Dos austriacos y dos alemanes fueron secuestrados por las Farc en el Urabá chocoano cuando realizaban una visita ecológica. Dos de ellos murieron el martes en el rescate. Pese a todo, los dos sobrevivientes dijeron que algún día volverán a Colombia.
Por MARISOL GOMEZ GIRALDO
Enviada Especial de EL TIEMPO
Carepa (Urabá)
En 42 hojas de cuaderno, ajadas y escritas con tinta azul, el químico austriaco, Manfred Kehrer, llevará a su país el fragmento más amargo de su vida.
Kehrer sobrevivió junto con el constructor alemán, Marijan Muzinic, a un enfrentamiento entre el Ejército y guerrilleros del frente 57 de las Farc, que los tenían secuestrados en las selvas del Urabá chocoano. En la acción, murieron Johann, hermano de Manfred, y el alemán Alexánder Scheurer.
Los cuatro extranjeros comenzaron una excursión por lugares exóticos de la selva del Darién el pasado 26 de enero, desde Panamá, pero su paseo terminó cundo se encontraron con la guerrilla colombiana.
Los excursionistas fueron retenidos por guerrilleros el pasado 7 de febrero, cuando transitaban por una trocha desde Bajiró, cerca a Panamá, hacia el parque natural Los katíos, en el Urabá chocoano.
Manfred explicó que la guerrilla distribuyó a los cuatro secuestrados en parejas, ocho días después de ser retenidos, para hacer más fácil la movilización por el monte.
"A nosotros nos tenían en un grupo, y a mi hermano y a Alex en otro, más arriba de la loma", añadió.
Desde el primer día de su secuestro, Manfred comenzó a escribir en un cuaderno lo que le pasaba. Como no estaba con su hermano, el policía Johann Kehrer, le escribía cartas y se las mandaba camufladas en una bolsa de tabaco con guerrilleros.
Los mensajes nunca fueron descubiertos por los guerrilleros porque supuestamente la bolsa de tabaco se la prestaban los secuestrados para oler, pero que en realidad ya estaba vacía.
Manfred, vestido sólo con una pantaloneta que descubría las picaduras de las plagas de la selva del Chocó, desarrugó ayer con tristeza la nota que él mismo redactó para su hermano y su compañero de excursión, el pasado 26 de febrero.
El austriaco leyó la carta en un imperfecto español: "hola amigos... Nosotros estamos bien, solamente mis piernas tienen muchas picadas. También tengo en la espalda. Queremos hacer un poco de ruido para salir de la selva, llegar a una finca y tratarme las heridas...Estamos en un lugar oscuro donde no se ve el sol. Ellos (los guerrilleros) tienen mucho miedo del Ejército".
El ruido, al que hacen referencia en la nota, significaba para los extranjeros las discusiones que tenían con los subversivos cuando pedían tiempo para descansar, bañarse o cosas parecidas.
'Sólo el cabecilla combatió'
Al finalizar la lectura del mensaje a su hermano, Manfred recordó el día de la liberación. Eran como las 12 del pasado martes, cuando luego de un 'ruido' con los hombres que los custodiaban, lograron un permiso de diez minutos para quitarse en una quebrada cercana el sudor de varios días de andanzas.
"Estuvimos cinco minutos en el río y los tiros empezaron. Nadie sabe qué pasó y los guardias (guerrilleros) miran con mucho miedo. Hay muchos tiros y granadas. Max y yo escapamos cerca de la selva y cinco minutos después dos soldados vienen. Un soldado nos vio y Max y yo levantamos las manos. El soldado nos dijo: Ejército, Fuerzas Especiales Número Uno", dice Manfred.
No supieron que pasó en la parte alta de la montaña, donde estaban Johann y Alexánder, pero minutos después llegó un soldado para contarles que un guerrillero los había asesinado.
"Aprendimos a conocer a 'Saúl' - el cabecilla de los subversivos y uno de los cuatro guerrilleros muertos-. Era radical y creemos que ordenó asesinar a mi hermano y al compañero cuando vio al Ejército", dijo Manfred.
"El era un guerrillero de alma. Combatió mientras los demás corrieron más rápido que los tiros", añadió Marijan al apoyar a su amigo austriaco.
Un día lo oyeron decir que si no había dinero por ellos, eran muertos seguros. Por eso, a pesar del desenlace fatal que tuvo para sus compañeros de aventura la incursión del Ejército, pensaron que fue mucho mejor que las tropas llegaran.
"Nosotros sabíamos que no había plata para pagar por nosotros y que ese secuestro iba a ser muy largo. Es que nosotros somos sólo trabajadores. ¿De dónde íbamos a dar plata?", reflexionaban ayer, mientras esperaban en la Brigada XVII, en Carepa, a que la Fiscalía les entregara los cuerpos de sus compañeros, y a que llegaran los embajadores de sus respectivos países para apoyarlos en su salida de Colombia.
Durante todo el tiempo Manfred cuidó celosamente las hojas del cuaderno, que le sirvieron para retener los instantes de aventura y de muerte durante su expedición por el Urabá chocoano.
Esos escritos serán leídos algún día por la hija de su hermano Johann, una niña de 3 años, a quien a pesar de todo, dijo que le contará que Colombia es un país hermoso, al que regresará algún día "para ver y escuchar a los monos y a los pájaros del parque de Los Katíos".