ANDRÉS FERNÁNDEZ RUBIO
La cultura se les ha ido de las manos a los responsables del PP en temas fundamentales como el Museo del Prado, el cine o el Teatro Real. Con Esperanza Aguirre como titular de Educación y Cultura, y Miguel Ángel Cortés en la secretaría de Estado de Cultura, la impresión manifestada por el ex director artístico del Real, Stéphane Lissner, consiste en que prevalecen las en ocasiones inoportunas y apresuradas opiniones de Cortés -próximo al círculo personal de José María Aznar- sobre las de la ministra.
Aznar comenzó diciendo que la cultura sería capítulo esencial de su Gobierno, e inmediatamente acudió al Museo del Prado, dejando en evidencia que su antecesor en el cargo, Felipe González, apenas había pisado esta alta institución del Estado. La transición en el museo, después del desprestigio internacional que supuso el baile de directores en la etapa socialista, se hizo con acuerdo general, «pero con un planteamiento equivocado», según reconoce una fuente ministerial. Nombrado director el historiador de arte Fernando Checa, el cambio promovido por el PP deja al máximo responsable del museo únicamente la labor científica, quedando las decisiones en manos de una comisión permanente formada por diez miembros del patronato. «Esto quiere decir que quienes realmente dirigen el Prado son un abogado, Alfredo Pérez de Armiñán, y un ingeniero de caminos, José Antonio Fernández Ordóñez», afirman en el museo. La reforma ha encontrado voces críticas en el ex director Alfonso Pérez Sánchez y el historiador Javier Tusell.
En el terreno arquitectónico, el hecho de que fuese declarado desierto el concurso para la reforma produjo decepción y descontento entre los arquitectos internacionales.
Como equipo, Aguirre y Cortés se han valido en su política de la misma muletilla habitual en el Gobierno de Aznar: la culpa viene de atrás. «Si el Real se ha ido de las manos de alguien, habrá que consultar con mis antecesores», ha declarado la ministra.
La impresión de algunos funcionarios consultados es que el sectarismo de Cortés y su errática visión de la cultura perjudican seriamente la política del ministerio en su conjunto. El citado Lissner ofreció un demoledor perfil de la cúpula ministerial tras presentar su dimisión. El director artístico francés contó que Cortés pretendía imponerle en la programación del Teatro Real una ópera pop de José María Cano, ex componente del grupo Mecano.
En opinión de Lissner, la visión cultural de Cortés «es nula», y algunos de sus colaboradores, como Tomás Marco (el compositor que dirige la política musical), utilizan su cargo como trampolín de intereses personales para que se programen sus obras.
No pasaron ni 100 días de Gobierno para que Cortés impulsara una serie de relevos fulminantes en el campo de la cultura -Elena Salgado, Adolfo Marsillach, Isabel Navarro, Amaya de Miguel.... De la anterior etapa permanecieron en su cargo el director del museo Reina Sofía, José Guirao, y el de la Compañía Nacional de Danza, Nacho Duato. Para entonces, Cortés había puesto ya en pie de guerra a uno de los colectivos más influyentes: el del cine. «Es ridículo, absurdo, grotesco e insultante» fueron los adjetivos pronunciados por Pedro Almodóvar ante las intenciones ultraliberes de Cortés en el sector y ante su frase de que «los últimos 13 años del cine español han sido los peores de la historia». A Almodóvar se unieron Fernando Trueba, Carlos Saura, Manuel Gutiérrez Aragón, Imanol Uribe y Vicente Aranda, entre otros.
La falta de tacto del secretario de Estado ante grupos sensibles a las interferencias políticas ha dado como resultado un, para muchos saludable, alejamiento de los creadores de la esfera oficial.
En la parte positiva de la gestión del PP se cuenta el Plan de Catedrales. El ministerio ha llegado a un acuerdo con la Iglesia que el anterior Gobierno no consiguió.
La política cultural que se desarrolla a través de TVE se ha caracterizado por un regreso a personajes y series populares de épocas anteriores: Pedro Ruiz, Crónicas de un pueblo (emitida durante el franquismo) , Alfredo Amestoy, Laura Valenzuela o José Luis Uribarri.
El presidente del Gobierno, José María Aznar, ha aprovechado los almuerzos de los viernes para conversar en el palacio de La Moncloa con relevantes miembros del mundo de la cultura. En pequeños grupos, escogidos por el secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés, han comido con el líder del PP desde el historiador John Elliot al escultor Eduardo Chillida, pasando por el académico Fernando Lázaro Carreter, el pintor Antonio López, el poeta Pere Gimferrer, el dramaturgo Francisco Nieva, la actriz Emma Suárez, la directora de cine Pilar Miró, el torero Juan Antonio Ruiz Espartaco , el compositor Cristóbal Halfter y el banquero Emilio Ybarra (BBV).
Aznar inició esa vía de contacto, informal y discreta, al poco de instalarse en La Moncloa. A los primeros que invitó, el 17 de mayo de 1996, fue a Julián Marías y Pedro Laín Entralgo. A la semana siguiente almorzó con Juan Pablo Fusi, Javier Tussell, José Varela Ortega y Fernando García Cortázar. A comienzos de junio recibió a Eduardo Chillida, Emilio Lledó y Antonio López, entre otros. Durante el mes de julio departió con Manuel Gutiérrez Aragón, Imanol Uribe, Pedro Pérez, José Luis Garci y Lidia Bosch; con Francisco Ayala, Antonio Mingote, Víctor García de la Concha, Eduardo García de Enterría y José Luis Sampedro, entre otros.
Tras las vacaciones del verano, recibió a una nutrida representación de galeristas: Juana de Aizpuru, María Cruz Bilbao, Guillermo de Osma, Oliva Pérez Arauna, Carmen Gamarra, Enrique Gómez Acebo y Soledad Lorenzo, entre otros. A finales de octubre convidó, por ejemplo, a Álvaro Delgado, Gustavor Torner, Miguel Oriol, Miguel Rodríguez Acosta y Rafael Canogar.
El pasado febrero almorzó con Claude Picasso, en un grupo en el que destacaba la presencia de Emilio Ybarra.
Poco después invitó a una relevante representación de editores, entre los que se encontraban Juan de Isasa González de Ubieta, Pere Vicens Rahola, Antonio Basanta, Francisco Pérez González, Hans Meinke, Imelda Navajo y Jorge Herralde. A mediados de marzo, en la Residencia de Estudiantes, comió con Juan Abelló, Isabel de Azcárate, Carlos Bustelo, José María Entrecanales, Isabel y Laura García Lorca, Carmen Iglesias, José Lladó y Jaime Salinas, entre otros.
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