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EL FESTIVAL DEL MERENGUE |
El programa más impactante del capítulo recreación que exhibe el desarrollo turístico de la República Dominicana es sin lugar a dudas el Festival del Merengue. Desde los años finales de la década del 60 (67) se activó este programa, llegando a convertirse en un recurso efectivo de atracción del mercado turístico de Puerto Rico, con un desenvolvimiento festivo de tal embergadura que sacudía profundamente la comunidad dominicana. ¿Cómo nació y creció el Festival del Merengue en nuestro país, en los días finales de cada mes de julio y agosto? Voy a tratar de memorizar este asunto. Recuerdo que recién nombrado Director General de Turismo, con rango de Secretario de Estado sin Cartera, por el Dr. Joaquín Balaguer, actual Presidente de la República Dominicana que también lo era en aquella ocasión, lo primero que se me ocurrió hacer fue montar un calendario turístico de atracciones para incentivar el turismo receptivo hacia nuestro país. Del análisis llevado a cabo por una unidad de programación montada para tales fines, surgió el nombre de Puerto Rico, como un mercado a conquistar y a estimular, por su cercanía a nuestro país -40 minutos de vuelo- así como por la naturaleza amistosa y fácil de la población borinqueña, inclinada a fraternizar con nuestra gente y a visitar nuestro país en busca de alegrías y diversiones. Aprovechamos el fin de semana largo que se crea todos los años, para los festejos del aniversario de la Constitución (25 de julio), para situar en esa fecha el inicio del Festival, permitiéndole a los boricuas una estancia larga y divertida en nuestro país. Recuerdo muy bien que en el Programa "Sea Usted del Jurado", que mantiene desde hace años Alberto Amengual, se hizo el primer anuncio de este programa y que Victor Méndez Capellán desde Vimenca y Candido Alma desde el Hotel Comercial, nos apoyaron y acompañaron a Puerto Rico -junto a otros empresarios- para hacer el lanzamiento del Festival del Merengue en nuestro país, programa que se impuso y que tiene muchos años llevándose a cabo. Comenzábamos a recibir a los turistas en el viejo aeropuerto de Punta Caucedo, con un perico ripiao, y recuerdo que invitamos a las licoreras de Ron Bermúdez, Brugal, Siboney y otros a brindar un sabroso coctel de ron puro, que ponía a la gente a bailar felices mientras se llenaban los tramites de Migración y de Aduanas. Un Comité de voluntarios, aportados por líneas aéreas, navieras, hoteleros, muchachas de las bien entrenadas en Relaciones Públicas, cadetes de la inolvidable doña Hilda Kelly, cadetes de verdad de Horacio Vicioso Soto recién desaparecido Profesor de Etiqueta y Protocolo de la Cancillería-, se ocupaba de inventar atractivos y de cuidar que nada faltara. Por eso podíamos ofrecer una imagen de nuestro país tan completa y acogedora. En nuestra ciudad Primada de América y allá en Santiago y La Vega -y hasta Puerto Plata a veces-, podíamos ofrecer la palpitante acogida dominicana, en todas sus manifestaciones. Hacíamos una preparación en forma. Desde contactar gerentes hoteleros y chef de cocina para revisar los menús, asegurándonos que no faltara un buen sancocho de 7 carnes, un suculento arroz con pollo, un sabroso moro con cristianos, sin olvidar el arroz blanco y las habichuelas rojas con el pollo guisado, asado o frito, con sus aditamentos de papitas fritas y de amarillos fritos tostones. Todo esto sin olvidar aquello que pidieron unos turistas americanos en su desayuno al responder cual era el plato de su mayor agrado, diciendo que querían "Long and Nice" (longaniza). No podía faltar -así mismo- el cierre de una cuadra barrial, en diversas áreas, para improvisar la fiesta con los vecinos y los visitantes. Naturalmente, con mucho lager, "buen romo", y unas que otras sabrosas botellas de vino, en una tremenda bailada de salsa y merengue, "¡hasta la amaneca!". Había entretenimiento para todos los gustos. Desde aquel turista amante de la historia, de la bachata, del comadreo con los vecinos, para conocer la gente y su manera de ser, así como para los profesores enamorados de las reliquias históricas y monumentales de la hispanidad; de los beisboleros amantes de los campeonatos de pelota, para los asiduos de las competencias de caballo, hasta los desenfrenados buscadores de alegría y de placer. De todo había. Y no podían faltar -como nota fina y exquisita- las ofrendas florales de María Cristina de Carías o de Paiewonsky, que organizaban derroches de arte floral, en el lobby del Embajador o en el Jaragua antiguo, desaparecido hace poco para darle paso al Renaissance Hotel Jaragua. Eran estas exposiciones un regalo dioses para la gente del patio o extranjera, que permanecían horas enteras admirando la obra maestra del Creador de la Naturaleza, en una explosión de colores y perfumes. Este programa que ha tenido grandes momentos estelares en su desarrollo, tuvo también notaciones humanísticas de excepción. Recuerdo que Aquiles Frías y su mujer María Cristina, auxiliados por una pléyade de distinguidos profesionales y empresarios representativos de nuestra mejor juventud empresarial y profesional, influyeron en la programación festiva y dinámica de este festival caribeño escenificando en nuestro país actividades que incluían la visita a hospitales y cárceles para llevarle música, alegría y regalos a enfermos y presidiarios. El festival del Merengue no era solamente una fiesta de al Ciudad Primada. Llegó a exhibir características de un convite turístico, para la diversión y la alegría, no solamente dominicana sino también caribeña, centroamericana y latinoamericana, podría decirse. En nuestro país -insisto- el festival no se quedaba en la capital. Al contrario, recorría varias ciudades del interior y convocaba hacia la capital de la República los mejores logros de nuestro folklore. Me parece estar viendo la Plataforma de la Cultura en el Parque Eugenio María de Hostos, junto al Malecón, donde se presentaban dos de provincias. En ocasiones aparecían también en la plataforma connotados artistas del patio y también afamados grupos musicales. Esas noches de la Plataforma de la Cultura que con tanto esmero organizaba un inolvidable promotor del turismo dominicano, don Ramón Santiago de Wind, llegaron a ser finos e inolvidables banquetes musicales y turísticos imposibles de olvidar. Viene también a mi mente el recuerdo de aquellos concursos de belleza que se celebraron coincidiendo con el festival, en los que nuestras mujeres y las de América competían por las primeras posiciones en las que muchas vedes bellezas puertorriqueñas, hondureñas, mejicanas, venezolanas, jamaiquinas y de otras nacionalidades, vinieron en busca de las coronas y distinciones que entregaban jurados altamente calificados a las bellezas y figuras más sobresalientes de la competencia. Brillaron entonces los nombres de Zully Guilarte, venezolana, de la puertorriqueña Josy Ubiñas, de la dominicana Margarita Henríquez, de la jamaiquina Nicole Lodge, Flavia Ramírez de Honduras, de Vettina Rezich de Venezuela, de Gloria López de Honduras. Todas ellas, así como otras dominicanas: Teresita Medrano, Haydee Curet, Claritza Duarte, Dulce María Villeta, Eunice Durán y Sandra Cabrera, conquistaron primeros lugares no solamente en los concursos del Festival del Merengue, sino también en afamados eventos similares en todo el mapa de América. ![]() En verdad, que este programa del turismo dominicano que se ha mantenido 29 años (desde 1967 en los días en que tal vez jocosamente la gente repetía "y los turistas donde están"?, contestándose, "en la cabeza de Miolán", es decir casi 30 años), ha sido tal vez sin lugar a dudas, en materia de recreación, la más alta expresión turística de nuestro país, a nivel nacional e internacional. La Dirección Nacional de Turismo que heredé de Adan Sánchez, -un viejo político dominicano amigo del Presidente de la República de entonces el Dr. Joaquín Balaguer- se esforzó en producir un evento turístico para nuestro turismo internacional, fuera de serie. Y modestia aparte, hay que decir que se alcanzó en gran parte la meta buscada, al revisar los generosos editoriales que escribía todos los años don Rafael Herrera -ese gigante de la crónica periodística en el Listín- llenándonos de estímulo y congratulaciones. El equipo que se echó a cuestas producir el despegue nuestra Industria sin Chimeneas en esa ocasión -formado por una veintena de entusiastas, fervorosos e incansables jóvenes que laboraron con las manos casi vacías de noche y de día- querían producir un evento, guardando todas las distancias, tipo Carnaval del Brazil. Recuerdo que me llenaba de envidia observar como los cariocas en Río de Janeiro, en lugar de pararse en las aceras para ver desfilar su carnaval, se integraban con el mismo, participando, como si fueran una sola cas. ¿Cómo -me preguntaba- lograr cambiar la actitud de nuestra gente y meterlas en la fiesta? Confieso que trabajé mucho estudiando el problema y que logré al fin encontrar la solución. Para ser honesto, como se debe ser siempre, debo ser justo y decir donde encontré la clave. Parece mentira, pero la encontré en Haití, y sucedió de este modo. Los colegas del turismo haitiano invitaron a nuestro país a una delegación de reinas y autoridades al carnaval que ellos celebran en el mes de mayo. Cuando presenciamos su evento, pudimos apreciar que ellos le habían dado una estructura distinta pero muy efectiva. Tenían organizados alrededor de unos 15 grupos musicales que desfilaban en carrosas con poderosos equipos de sonido, activado por plantas eléctricas portátiles y la clave que encontré fue esta. Cada grupo desfilaba con su fan, saliendo victorioso el grupo que tenía más seguidores. De esa manera todo el público estaba metido en el carnaval y eran muy pocos los que permanecían en las aceras como espectadores. Al regresar a mi país me emburujé con las orquestas a fin de copiar el sistema. Y los logré. Hice un carnaval precioso, patrocinado especialmente por los rones y cigarrillos. Todas las provincias se hicieron representar con carrosas y grupos folklóricos. Movilizamos el país y recuerdo que con el carabiné y cara sucia compra jabón para que laves tu camisón, pusimos la gente a bailar en un ritmo que le permitía seguir el avance del desfile general del espectáculo. (Fui descontinuado como Director General de Turismo y mi descubrimiento se murió). Pero el Festival del Merengue sigue todavía, como Corporán... Pero -hay que decirlo- no es el mismo festival de aquellos años. El Festival que disfrutaron también Rita Farias de la India, y Marisol Malaret (puertorriqueña), dos Miss Mundo que también nos visitaron. Aquel Festival del Merengue que el pueblo dominicano esperaba todos los años, como la fiesta de su predilección. El Festival en que turistas y dominicanos eran tal vez más propensos a la convivencia en busca de la mistad del ser humano entre sí, que el deleite de los sentidos. (Julio 25, 1996) E-mail = amiolan@hispanet.com |