Una de las seductoras aventuras en el mundo del lenguaje
es encontrarse con el origen de las palabras. El desandar ese camino nos
muestra cuánto ignoramos del nacimiento y evolución de expresiones
que usamos con frecuencia. Decimos Alma Mater para referirnos a la Universidad
sin percatarnos que ``alma'' deriva del latín en el sentido de ``nutricia'',
de manera que cuando le damos ese título la estamos definiendo como
la madre que nos nutrió o alimentó. Quizás nadie ignora
hoy lo que es un jeep, pero posiblemente no sabe que este vocablo nació
del nombre con que ese vehículo fue bautizado: ``General Furpose
Car''. Ocurrió que sus principales usuarios, los soldados norteamericanos
comenzaron a llamarlo con las iniciales ``G.P.'', y de allí se generalizó
en ``jeep'' hasta llegar a las páginas de los diccionarios. El origen
que se les conoce a las barajas o naipe no deja de ser pintoresco. Se dice
que Nicolás Papin, inventor de este juego, colocaba sus iniciales
N.P. en cada una de las cartas. Y así la prosodia correspondiente,
Na y Pe, fue abriéndose paso hasta incorporarse para siempre al
lenguaje coloquial.
Mandinga es en algunos países sudamericanos el
nombre del Demonio, pero anteriormente se llamaba de esa manera al negro
del Sudán. La identificación de uno con el otro parece ser
obra de blancos racistas. En Venezuela, Mandinga es el Diablo y no el negro.
Y esta connotación es la que recoge nuestro Arvelo Torrealba para
enfrentarlo a Florentino en su impar contrapunteo:
Zamuros de la Barrosa/ salgan del Alcornocal, / pa' que
miren a Mandinga/ el salto que va a pegar.
Estos paseos por los vericuetos del lenguaje son simples
ejercicios de la memoria para darle entrada a las quotations, más
exigentes al momento de pensar con las palabras. De aquí que:
-La conciencia es una fuente de consulta que está
hoy en vía de extinción.
-Un día de éstos va a desaparecer la economía
sin que nadie haya logrado entenderla.
-Parece contradictorio, pero a veces las palabras tienen
en el silencio su mayor fuerza expresiva.
-Algunos inventos del Primer Mundo nos hacen aparecer
como pertenecientes al Cuarto Mundo.
-P.e., cuando nos preguntan cuánto es 20 x 20 y
acudimos a una calculadora para responder.
-Los perros son más fieles que los hombres, pero
entre un amigo perro y un amigo hombre nadie vacila.
-Mozart era bígamo: estaba casado con su mujer
y con la música.
-De las ocho horas de jornada diaria, dedicarle una a
la educación del trabajador en su sitio de trabajo tendría
resultados sorprendentes.
-Nada tan elocuente como las miradas de las recepcionistas
a las contestadoras telefónicas.
-Si continúan perfeccionando el procesador de palabras,
muy pronto el escritor será un 10% de inspiración y 90% de
computación.
-¿Y cómo podría un sacerdote verificar
si no fue chisme lo que oyó en el confesionario?
-En una sociedad comercial el aporte del optimismo debería
valer como el aporte de dinero.
-Ley: El libro que uno dio prestado y no se lo devolvieron
está agotado en todas partes.
-El sentido común, por lo mismo que es común,
no sirve para nada. Es lo excepcional lo que funciona.
-A los tiempos verbales de ser (fue, es, será)
debería agregárseles otro, de carácter teleológico:
debería ser.
-Para lograr un fracaso total en cualquier actividad no
hay nada mejor que estar descontento consigo mismo.
-El ``perdónalos, que no saben lo que hacen'',
de Cristo, es opuesto a ``la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento''
del Código Civil. ¿Y entonces?
-Hay personas que sólo se acuerdan de sus principios
cuando ya están en sus finales.