Cuando en la noche te envuelven
Las alas de tul del sueño,
Y tus tendidas pestañas
Semejan arcos de ébano,
Por escuchar los latidos
De tu corazón inquieto,
Y reclinar tu dormida
Cabeza sobre mi pecho,
Diera , alma mía,
Cuanto poseo:
¡La luz, el aire
Y el pensamiento! Cuando se clavan tus ojos,
En un invisible objeto,
Y tus labios ilumina
De una sonrisa el reflejo;
Por leer sobre tu frente
El callado pensamiento
Que pasa como la nube
Del mar sobre el ancho espejo,
Diera, alma mía,
Cuanto deseo:
¡La fama, el oro,
La gloria, el genio!
Cuando enmudece tu lengua,
Y se apresura tu aliento,
Y tus mejillas se encienden,
Y entornas tus ojos negros;
Por ver entre sus pestañas
Brillar con húmedo fuego
La ardiente chispa que brota
Del volcán de los deseos,
Diera, alma mía,
Por cuanto espero,
La fe, el espíritu,
La tierra, el cielo.
Te ví un punto, y, flotando ante mis ojos
La imagen de tus ojos se quedó,
Como la mancha obscura, orlada en fuego,
Que flota y ciega, si se mira al sol.
Adonde quiera que la vista fijo,
Torno a ver sus pupilas llamear,
mas no te encuentro a tí; que es tu mirada:
Unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el ángulo los miro
Desasidos fantásticos lucir:
Cuando duermo los siento que se ciernen
De par en par abiertos sobre mí.
Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
Llevan al caminante a perecer:
Yo me siento arrastrado por tus ojos,
Pero adonde me arrastran, no lo sé.
Para que los leas con tus ojos grises,
Para que los cantes con tu clara voz,
Para que llenen de emoción tu pecho
Hice mis versos yo.
Para que encuentren en tu pecho asilo
y les des juventud, vida, calor,
tres cosas que yo no puedo darles,
Hice mis versos yo.
Para hacerte gozar con mi alegría,
para que sufras tú con mi dolor,
para que sientas palpitar mi vida,
Hice mis versos yo
Para poder poner ante tus plantas
la ofrenda de mi vida y de mi amor,
con alma, sueños rotos, risas, lágrimas,
Hice mis versos yo.