J. J. A.
, Lima
![]() en la embajada japonesa (Ap). |
Entre otras razones, el golpe de hace cinco años fue popular porque permitió a Fujimori dotarse de mecanismos jurídicos y militares para combatir sin contemplaciones al maoísta Sendero Luminoso y al MRTA. Que algunos de los resortes aplicados en aquella cruenta lucha fueran de dudosa legimitidad, cuando no denunciables, no incomodó a los peruanos porque eran mucho más insufribles los diarios cortes de energía eléctrica y las bombas plantadas en Lima por las fanatizadas huestes de Abimael Guzmán que las imputaciones sobre vulneración de derechos humanos en las razias castrenses por Ayacucho u otras canteras sublevadas. En aquel Estado amenazado por la desintegración, se hacía imposible establecer un programa estable de recuperación económica.
Instalado en una constitucionalidad a la medida, Fujimori abatió la hiperinflación, encarceló al presidente Gonzalo, cabeza de Sendero, capturó después a Víctor Polay Campos, fundador del MRTA, obligó a la desbandada de las columnas restantes, y ganó las elecciones. La toma de la residencia del embajador japonés en Lima desasosegó otra vez a la sociedad peruana, regresaron los fantasmas del pasado y envenenó políticamente el ambiente pues coincidió con un creciente descontento social, consecuencia de los masivos despidos y costes de una apertura económica que ordenó las cuentas macroeconómicas, pero no llega los bolsillos de la mayoría. Las encuestas registraron una caída de popularidad del 70% al 30%.
Fujimori nunca estuvo dispuesto a ceder, sabedor de que con ello traicionada uno de los activos más aprecidos de su biografía política, el autoritarismo, y se corría el riesgo de sentar un peligroso precedente. Mañana, otro comando de Sendero Luminoso tomaba rehenes y se volvía a las mismas. Ya le costó ofrecer a Cerpa Cartolini refugio en Cuba, probablemente con un millonario rescate japonés, pero en ningún momento estuvo dispuesto a la liberación de los presos del MRTA. Nunca hubo un acercamiento de posiciones porque también el Comandante Evaristo iba a por todas. Termina satisfactoriamente para los intereses generales una crisis muy difícil para Fujimori porque además de ponerle contra las cuerdas, tuvo a su hermano Pedro entre los rehenes. Quienes le tenían por un hombre sin entrañas le vieron llorar cuando informó sobre la muerte de un rehén y dos oficiales. También lloran las familias de los catorce miembros de MRTA, que anuncia represalias.
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