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Miércoles
19 marzo
1997 - Nº 320

Soberanía o venta

México debate el futuro de su petróleo 59 años después de la nacionalización

NAIARA GALARRAGA , México
La luz roja se ha encendido: México tiene reservas petroleras para 43 años. El dato fue revelado ayer por el director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Adrián Lajous, durante la solemne conmemoración del 59º aniversario de la nacionalización de la industria petrolera mexicana. La cantidad de oro negro que yace bajo tierra y mar en México ha caído en picado. Hace menos de un lustro, había suficiente para 62 años.

Quita y no pon, se acaba el montón. La frase resume lo que viene sucediendo en Pemex desde hace décadas. La producción de crudo aumenta de forma acelerada. En 1996, por ejemplo, creció un 9,2% respecto al año anterior. Para 1997 se espera producir más de tres millones de barriles diarios, a un ritmo superior al de la exploración en busca de nuevos yacimientos o la explotación los ya detectados.

Al monopolio no le llega para llevar a cabo las costosísimas inversiones necesarias para explotar el aún importante potencial petrolero, aunque mermado en los últimos años, que hay en el golfo de México, Campeche y Chiapas. Y no es que no gane dinero. El año pasado obtuvo 1.933 millones de dólares. Sólo la exploración y la producción le dieron beneficios. El resto, refinación petroquímica y gas, fueron deficitarios.

Para colmo, está el enorme problema de los impuestos. De cada 100 pesos (12,5 dólares) que obtiene, 71 van a parar a las arcas del Estado. La aportación de Pemex es un tercio de la recaudación total de Hacienda. La actual dirección del monopolio, con objetivos más empresariales que políticos a diferencia de los responsables de antaño, ha intentado reducir esta impresionante carga impositiva. Pero la demoledora crisis económica desatada a finales de 1994, y cuyo lastre aún resiente las arcas de la sufrida economía nacional, frustró de un bofetón el empeño. El Gobierno necesitaba fondos para mantener los programas públicos, así que Pemex, una vez más, tuvo que ceder por el bien del país.

Renovarse o morir

Ahora que la recuperación económica empieza a notarse, aunque sólo sea a nivel macroeconómico -el bolsillo del mexicano de a pie está casi tan vacío como en 1995-, Pemex ha vuelto a ver el momento de emprender la ya impostergable modernización. Renovarse o morir, parece ser el lema. No queda otra opción.

El director Lajous está empeñado en que Pemex cruce el umbral del siglo XXI como una empresa con mayor capacidad de competir. O lo que es lo mismo, que deje de ser la vaca lechera que el Estado ha ordeñado sin alimentar. Como él mismo se esforzó en subrayar ayer en la refinería de Cadereyta, en el norteño Estado de Nuevo León, la competitividad parece presentarse como el requisito indispensable para continuar sirviendo al país. En la teoría, se traduce en que el Gobierno le tiene que dar un margen de maniobra mucho mayor. En la práctica, significa exigirle menos impuestos para que pueda invertir en la búsqueda de yacimientos y en la modernización de las instalaciones, descuidadas durante décadas.

La Administración de Ernesto Zedillo ha comenzado, a marchas forzadas en medio de una fuerte controversia, a vender parte de la industria petroquímica. La privatización aún está en pañales. Por aquello de la soberanía, un valor esencial en México, el Gobierno ha accedido a que Pemex mantenga el control de las empresas que pasarán parcialmente a manos privadas. Queda por ver si los inversores, mexicanos o extranjeros, están dispuestos a combatir el negocio con el monopolio.

Los mexicanos sienten una tradicional aversión, a veces enfermiza, a cualquier intervención del exterior. El general Lázaro Cárdenas que el 18 de marzo de 1938 nacionalizó la industria del petróleo, entonces dominada por empresas del exterior, es aún hoy uno de los personajes más venerados en México.

El Ejecutivo insiste en que la venta de la petroquímica no significa abrir las puertas a una futura privatización de la empresa más importante y sobre todo más emblemática de la República. «Hoy (por ayer) reitero que el Estado mexicano seguirá defendiendo con toda firmeza el dominio de la nación sobre nuestros recursos nacionales», sentenció ayer el presidente Ernesto Zedillo en la refinería de Cadereyta en un discurso marcadamente nacionalista. Pemex está en la encrucijada de reunir fondos para apagar las señales de alerta sin ser considerada traidora a la patria.

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