EE UU liquida 20 años de embargo de armas a América Latina autorizando una venta a Chile
JOSÉ M. CALVO
, Washington
La Administración de Clinton estaba convencida desde el pasado verano de la necesidad de eliminar formalmente el embargo, como un elemento importante para contrarrestar el fuerte desequilibrio de la balanza comercial de EE UU, y se mantenía a la espera de una buena oportunidad para hacerlo, a pesar de las serias críticas de las organizaciones que consideran lamentable que los presupuestos de los países latinoamericanos se vean mermados por una inevitable carrera armamentista.
La reciente gira latinoamericana del presidente francés, Jacques Chirac, y su agresiva política comercial han desempeñado un papel decisivo para liquidar las últimas dudas, igual que la decisión de Perú de comprar una partida de 15 Mig 29 rusos a Bielorrusia en diciembre de 1996, a pesar de las presiones en contra de EE UU.
Chile, actualmente en negociaciones para ingresar en el Tratado de Libre Comercio y en plena sintonía con el Gobierno de Washington, es el primer país -desde hace 20 años- en el que los fabricantes estadounidenses competirán abiertamente, según el diario El Mercurio, con marcas europeas, como la sueca Gripen y la francesa Mirage, para dotar al Ejército del Aire con los aviones de combate que desea.
Estimaciones de expertos en el mercado de la defensa indican que las posibles ventas de aviones de combate y equipamiento a países latinoamericanos supondrían unos 12.000 millones de dólares anuales para las empresas de EE UU. Lockheed Martin, número uno de la industria defensiva norteamericana, y el resto de los grupos, que están atravesando un periodo de fusiones y de reorganización para adaptarse a las nuevas realidades del sector, han ejercido sus presiones incansablemente porque consideran que Latinoamérica, junto con Asia, es el gran mercado de venta de armas de los próximos 20 o 25 años, ya que hasta 1994 sólo habían dedicado el 1,2% de su producto interior bruto a la compra de armas.
La industria cuenta con el respaldo de parte del Congreso. Hace algunos meses, en una carta dirigida al entonces secretario de Estado Warren Christopher, 117 congresistas señalaban que «es difícil encontrar justificaciones» al embargo, cuando la inmensa mayoría de los países del hemisferio han evolucionado hacia la democracia. Si los países que han comprado estos años más de 200 aviones a Francia lo hubieran hecho a EE UU, dice la carta, las exportaciones estadounidenses habrían subido 4.000 millones de dólares y habrían creado 40.000 puestos de trabajo.
Política miope
Para la Asociación de Control de Armas, la política de hacer negocio con estas exportaciones hacia América Latina es miope. La mayoría de los países latinoamericanos no necesitan, ni pueden pagar, aviones F-16, cada uno de los cuales cuesta 25 millones de dólares, señala el organismo, que teme que la apertura del mercado dará lugar a una carrera de armas en la zona. Argentina, que ve con recelo la venta de F-16 a las Fuerzas Aéreas de Chile, comparte este punto de vista, según declaró su ministro de Defensa a la radio pública estadounidense: «Creemos que las Fuerzas Armadas de todos los países de la región pueden equiparse bien con los actuales límites tecnológicos, y nosotros somos partidarios de mantener en vigor la actual política».
Para Robert White, del Centro de Política Internacional, «levantar el embargo es una pésima idea» en la que EE UU comparte responsabilidad con los dirigentes latinoamericanos, «que deberían llegar a un acuerdo sobre limitación de armas».
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La Casa Blanca autorizó el jueves por la noche una posible venta de aviones F-16 estadounidenses a Chile. La decisión marca, de hecho, el final del embargo de armas de EE UU a Latinoamérica impuesto en 1977 por el entonces presidente Jimmy Carter, debido a la proliferación de dictaduras militares en la zona. En los últimos años, la progresiva vuelta de casi todos los países americanos a la democracia, más las restricciones del mercado internacional por el fin de la guerra fría, han hecho que los fabricantes de EE UU presionaran a fondo al presidente Bill Clinton para que levantara la prohibición de vender a los vecinos del sur. Las últimas resistencias parecen haberse fundido esta semana.
La decisión de la Casa Blanca viene a reconocer que la realidad ha violado sistemáticamente el embargo oficial. De los datos de la Agencia de Control de Armas y Desarme de EE UU se deduce que, entre 1983 y 1994, las empresas estadounidenses han estado a la cabeza en cuanto al suministro de pedidos a Latinoamérica. También, a pesar del embargo, en 1982 se vendieron 24 aviones F-16 a Venezuela.