El País Digital
Miércoles
5 marzo
1997 - Nº 306

La guerrilla guatemalteca inicia el proceso
de su desmovilización

JOSE ELÍAS , Guatemala
Los 30 primeros guerrilleros desmovilizados en Guatemala entregaron ayer sus armas, en cumplimiento del acuerdo de paz tras 36 años de guerra que dejaron más de 150.000 muertos, 45.000 desaparecidos y más de un millón de desplazados. «A partir de hoy, las armas que llevaremos los revolucionarios guatemaltecos serán los acuerdos de paz», dijo Beltrán Jiménez Castillo, el primer ex guerrillero desmovilizado.

Los boinas azules de Naciones Unidas al mando del general español José Rodríguez verifican el cumplimiento del proceso de desmovilización y desarme de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG, la antigua guerrilla).

El acuerdo de paz prevé la concentración de los desmovilizados en ocho campamentos distribuidos en las zonas que fueron el escenario de los sangrientos combates entre la guerrilla y el Ejército. Según el plan de la ONU, 60 días serán suficientes para concluir el desarme de las partes en conflicto y proveer a los ex combatientes rebeldes de un carné de identidad que les permita iniciar una nueva vida en la legalidad. Según las listas facilitadas por la URNG a las fuerzas de la ONU, 3.614 guerrilleros serán desmovilizados y entregarán 1.818 fusiles y pistolas, un centenar de kilos de explosivos y 409 minas. El Ejército guatemalteco, por su parte, tendrá que reducirse en un 33%, según lo acordado.

A pesar de la buena voluntad y el optimismo entre los funcionarios de la ONU, el proceso de paz tropieza con obstáculos cuya trascendencia ha sido minimizada. Entre ellos destaca la captura de un comando de la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), que dirige Rodrigo Asturias, hijo del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias. Los guerrilleros transportaban armas y admitieron que por órdenes de uno de sus jefes se dirigían a enterrarlas a uno de los buzones de la insurgencia en la costa sur de Guatemala.

La reducción en las filas del Ejército provoca serios dolores de cabeza al alto mando. Uno de ellos, que se ha mantenido casi en secreto, es que en la mesa de negociaciones se habló de 45.000 hombres uniformados cuando la cifra real es de 50.000. Ello significa que un buen número de oficiales deberá dejar las filas militares antes de lo que pensaban, lo que ha provocado un gran descontento. También se pone en tela de juicio el licenciamiento de los soldados que han cumplido el tiempo de servicio, por lo que no tendrán derecho a indemnización.

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