Protesta del sindicalismo oficial contra Zedillo en el Primero de Mayo
ANTONIO O. ÁVILA
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México
Mientras en las calles cientos de miles de obreros, empleados y campesinos mexicanos, reclamaban el fin de la política económica neoliberal de Zedillo, los dirigentes del oficialista Congreso del Trabajo (CT), la mayor organización sindical del país y firme apoyo del régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante décadas, pensaron que con las puertas cerradas a los sindicalistas disidentes iban a estar a salvo de sus críticas. Pero un coro de «Zedillo, amigo, ayuda a mi bolsillo», abrió una pesarosa sesión en el Auditorio Nacional.
El presidente del CT, el líder de los ferrocarrileros, Víctor Flores, no pudo abrir peor. En su saludo llamó a Zedillo «presidente de los Estados Unidos»: se le olvidó que el nombre oficial de este país es el de Estados Unidos Mexicanos, lo que arrancó severos reclamos de los obreros. Previamente, el secretario general sustituto de la corporativista Confederación de Trabajadores de México, Francisco Rodríguez, habló de la recuperación económica y como respuesta recibió 12 fuertes silbatinas en unos cuantos minutos.
El jefe de la CTM desde su fundación, el anciano líder Fidel Velázquez, de 97 años, no asistió al evento debido a que se recupera de una enfermedad, la primera vez que falta en 60 años. La ausencia de su personalidad contribuyó probablemente a que se perdiera el ambiente de respeto que México mantiene tradicionalmente frente a la figura del presidente de la República.
Fuertes abucheos
Víctor Flores fue de los más abucheados, pues los obreros invitados al acto con el presidente no cesaron de gritarle, sobre todo cuando insistió en que es evidente que la recuperación económica ya ha comenzado y que el apoyo del movimiento obrero organizado a Zedillo se mantiene firme.
El propio mandatario tuvo que salir al paso y pedir a los obreros fuerza y decisión para sacar adelante al país de la pobreza que padece. Incluso dijo que sin ignorar que ha habido progresos en el combate a los problemas, todavía no pueden estar satisfechos Gobierno y trabajadores. Con el ánimo caldeado en algunos puntos del auditorio surgieron rechiflas y veladas críticas al mandatario.
En las calles, los trabajadores disidentes culparon al Gobierno de la profunda crisis económica y reclamaron el final del programa neoliberal, así como más democracia, mejores salarios, más puestos de trabajo y libertad sindical.
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La celebración oficial del Día Internacional del Trabajo en un local cerrado, prácticamente en privado, no consiguió acallar la grave inconformidad de la clase obrera y el presidente de México, Ernesto Zedillo, debió compartir la rechifla que se ganaron los líderes «charros» (corporativistas y corruptos), al tratar de justificar una supuesta recuperación económica de la que hablan las autoridades y la necesidad de mantener la alianza de los trabajadores con el Gobierno.