S. MADERA (EFE)
, Quito
El programa, denominado Hola, democracia..., bienvenida a mi casa, insta a los ecuatorianos a «recobrar la visión después de siglos de miopía e intentar mirar con equidad al género opuesto a través del cristal mágico de la comprensión, de la democracia». «La democracia es una forma de vida que debe basarse en el respeto, la solidaridad y la equidad», aseguró Alexandra Bonilla, responsable de este plan, al afirmar que con la campaña se pretende, además, debilitar la cultura de la violencia que invade nuestras vidas.
Investigaciones realizadas dan cuenta de que «si bien la pobreza en Ecuador afecta a los hogares de barrios urbanos marginales, las niñas deben, por su condición de mujeres, soportar una sobrecarga de privaciones, someterse a valores y comportamientos que las excluyen de ámbitos de la vida social» e impiden su pleno acceso al mundo productivo, lo que menoscaba las posibilidades reales de Ecuador.
De acuerdo con el último censo oficial, un 50,3% de la población ecuatoriana está constituido por mujeres. De ellas, un 43% son menores de 18 años. Las investigaciones sobre discriminación dan cuenta de que el 60% de las mujeres del país ha sufrido algún grado de violencia doméstica, tanto física como sexual o psicológica. Sin existir además los cauces sociales adecuados que permitan la denuncia de estos abusos y su castigo legal. Los responsables del plan recuerdan que de 1.548 denuncias sobre delitos sexuales contra mujeres y niñas en Quito, entre 1989 y 1992, sólo el 1% tuvo sentencia condenatoria.
Mujeres y política
Asimismo indican que el acceso de las mujeres ecuatorianas a los poderes políticos del Estado está marcadamente limitado. De hecho, sólo hay dos mujeres en el actual Gabinete ministerial del centropopulista Fabián Alarcón, que tiene en Rosalía Arteaga la primera vicepresidenta de la historia de este país.
El proyecto de los responsables de este plan contra el machismo es el primero en su tipo en el país en el que «se trabajará desde la niñez para mejorar las relaciones sociales y para incidir en el convivir humano», dijo.
Recordó que los propios niños, en una encuesta realizada en 1994, afirmaron que hay una marcada desigualdad entre géneros, por lo cual con el proyecto se pretende que las niñas y jóvenes dejen de ser educadas en condiciones de desventaja y discriminación. El proyecto, que cuenta con la financiación de Holanda, y que se desarrollará en escuelas, colegios y en grupos comunitarios, se difundirá durante todo el año en todos los medios de comunicación del país e intentará atraer a la gente con la convocatoria a concursos, la presentación de artistas y sesiones de cine. «Éste no es un producto tangible que estamos vendiendo, es un proceso a largo plazo», señaló Bonilla al recordar que el machismo es «elevadísimo» en este país, donde las mujeres se ven limitadas en todos los aspectos, entre los que se destacan el familiar y el laboral.
Sin embargo, señaló que, en muchos casos, son las propias mujeres las que incentivan el machismo. Y puso un ejemplo: el empeño por impedir a los niños llorar cuando son pequeños con el argumento de que eso no es de hombres. Con este gesto limitan su capacidad para expresar sentimientos con normalidad. Por ello, dijo, el proyecto va dirigido a uno y otro sexo y se desarrollará en todos los niveles para «tratar de fortalecer la democracia en el país desde la infancia».
«Las mujeres tenemos derechos, pero muchas veces ésos sólo están escritos y no dan oportunidades reales. Democracia es poder ejercer los derechos».
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Si el machismo es una perversión cultural, la pobreza no es su mejor compañera. En Ecuador, como en otros muchos países de América Latina, se dan muchas de las circunstancias que lo convierten en un grave problema nacional. En una sociedad que se despereza hacia un cierto progreso económico, la mujer reclama un mayor papel. Por ello, el Banco Central de Ecuador, consciente de la importancia laboral de este colectivo, ha impulsado un ambicioso programa nacional de concienciación para erradicar la lacra del machismo a través de trabajos directos en escuelas y en los hogares y por medio de campañas masivas en los medios de comunicación.