El País Digital
Sábado
22 febrero
1997 - Nº 295


Panamá aboga por una solución supranacional al problema del 'narco'

JAVIER MORENO , Madrid
Panamá es decididamente un país de comercio. «De comercio de drogas y de rosarios», según Ricardo Alberto Arias, 58 años, ministro de Relaciones Exteriores panameño, de visita oficial en Madrid, donde ayer se entrevistó con el presidente del Gobierno español, José María Aznar, y almorzó con su homólogo, Abel Matutes. La metáfora barroca no resta un ápice de seriedad al tema: Arias reconoce que el narcotráfico y el lavado de dinero es un problema grave en Panamá. Probablemente el más grave. Y que no se soluciona de forma aislada ni bilateralmente con EE UU, sino con un esfuerzo de integración regional que, sin embargo, nadie ve por ninguna parte, voluntaristas declaraciones oficiales aparte.

La misma posición de Panamá, a pesar de la voluntad integradora que muestra Arias con empeño, dificulta el consenso y deja claro que es muy fácil satanizar a los narcotraficantes, pero bastante más complicado coincidir en una solución viable. El ministro panameño defiende el derecho de EE UU a la certificación , el polémico proceso (que levanta ronchas en Bogotá y Ciudad de México) por el que Washington decide qué países colaboran honestamente contra el narco y cuáles no. A estos últimos la Casa Blanca les niega el pan y la sal por lo que a ayudas bilaterales se refiere.

Arias, sin embargo, considera que «EE UU tiene perfecta libertad de determinar si tal o cual país está luchando contra los narcotraficantes en forma (adecuada para) que Washington continúe prestándole ayuda».

Un paso fácil

Panamá no tiene mucha dificultad en asumir esta postura. Arias, que fue embajador en Washington, explica que «lo primero que hizo» el presidente Ernesto Pérez Balladares fue reconocer que su país es un centro de blanqueado de narcodólares y paso fácil de droga. El ministro Arias también admite que 51.000 narcodólares se colaron en la campaña del ahora presidente panameño, aunque «en ese momento no se sabía que quien aportó ese dinero tenía vínculos con el tráfico de drogas». Por más o menos lo mismo, Colombia fue descertificada el año pasado.

No extraña pues que Arias califique la relación entre Panamá y EE UU de «verdaderamente excepcional, excelente». Algo necesario, además, para que el paso del canal a manos panameñas en diciembre de 1999 se produzca sin ningún roce. En ello están interesados ambos Gobiernos.

La empresa no es fácil. Por varias razones. La primera es logística. Arias explica que EE UU ha de transferir más de 7.000 trabajadores a Panamá. Y luego, ambos países han de reinventar «las bases sobre las que fundar su nueva relación». «Hasta ahora ha sido el canal y la presencia militar. Todo eso va a cambiar», pronostica Arias. En tres años, Panamá, un país que EE UU ayudó decisivamente a nacer en función de sus intereses, asume un futuro propio.

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