Un jesuita investiga cientos de casos de niños desaparecidos en la guerra de El Salvador
JUAN JOSÉ DALTON
, El Salvador
El sacerdote jesuita Jon Cortina, de origen vasco, de 60 años de edad, es el fundador de la asociación, que se dedica a la investigación del paradero de aquellos menores de edad que desaparecieron a causa del conflicto armado.
«Fueron niños y niñas arrebatados del seno de sus familias por el Ejército, en operaciones contrainsurgentes que pretendían infligir terror en la población para que abandonara sus lugares de origen y no diera apoyo al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)», explicó Cortina, que dice que no ha recibido amenazas por su trabajo.
La asociación nació en octubre de 1994, pero su trabajo se remonta a poco después de finalizada la guerra civil, en enero de 1992. Hasta el momento tienen documentados 360 casos de niños desaparecidos, de los cuales 30 han sido localizados y puestos en contacto con sus verdaderos familiares.
Del total de localizados, 25 han tenido reencuentros físicos con sus familiares. Cinco que radican en el exterior, dos en Italia, dos en Francia y uno en EE UU, esperan viajar próximamente a El Salvador para conocer a sus progenitores.
Durante el conflicto salvadoreño perdieron la vida más de 75.000 personas, 12.000 quedaron lisiadas y 8.000 desaparecieron. De acuerdo a informes de Unicef, casi 100.000 menores de edad fueron afectados directamente por la contienda bélica. La población salvadoreña es de un poco más de cinco millones de habitantes.
Cortina estima que los casos de los niños desaparecidos durante la guerra rebasan la cifra de los 360. «Ni idea tenemos de cuántos son los desaparecidos que fueron adoptados. Sólo en Estados Unidos, durante el periodo del conflicto, se dieron en adopción más de 2.300 menores de edad, pero de esta cifra no se sabe cuántos fueron arrancados de su seno familiar en las zonas de guerra».
Colaboración de EE UU
Con la asociación humanitaria colabora estrechamente una organización estadounidense, Médicos para los Derechos Humanos, presidida por el forense Robert Kirschner, que se encarga de comprobar la verdadera identidad de los menores desaparecidos a través de pruebas genéticas.
El jesuita no descarta que muchos de los niños desaparecidos fueran víctimas del tráfico ilegal de menores que ha sido un negocio lucrativo en el área centroamericana. Aunque estimó que los mayores de 11 o de 12 años de edad que fueron capturados en operativos militares lo más probable es que hayan sido asesinados.
El año pasado, el Ministerio de la Defensa Nacional creó una oficina adjunta a su departamento jurídico a fin de que colaborara en la búsqueda de los niños desaparecidos, pero no ha tenido muchos resultados. Cortina narró que las gestiones con los militares no han prosperado, puesto que ellos quieren que él vaya solo a la sede del Estado Mayor, y no aceptaron que una reunión entre las partes interesadas se celebrara en las instalaciones de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.
«No acudí, no sólo por temor, sino por un problema de principios. En el Estado Mayor se planeó el asesinato contra mis seis hermanos sacerdotes y sus dos colaboradores, hecho que ocurrió el 16 de noviembre de 1989... Ahí no podría entrar», aseveró Cortina.
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La paz trajo elecciones, y las elecciones, esperanza. El Salvador se despereza de una terrible pesadilla. Guerra civil, miles de muertos y desaparecidos, familias rotas, exiliados, niños huérfanos, niños robados por el Ejército... Hoy, tras el fin de la lucha, las heridas del pasado encuentran su cura. Una de las más dolorosas es el caso de miles de infantes desaparecidos, muchos dados a la adopción, otros presa del tráfico ilegal, que ahora empiezan a reencontrar a sus padres verdaderos. Una organización dirigida por un jesuita de origen vasco es la encargada del milagro.
En El Salvador se lucha por sobrevivir. Lo esperanzador es que «los cafetales, los árboles frutales, los venados y pájaros, las gentes que se fueron, han vuelto a repoblar sus antiguos lugares. Está renaciendo la vida, claro, los que pudimos sobrevivir», contaba un campesino que ahora está a cargo de una cooperativa agrícola. Como el renacer de la vida en Guazapa, a 50 kilómetros de la capital, también ha aflorado la alegría para algunas familias que durante la guerra perdieron a sus pequeños hijos y que ahora, gracias a la labor emprendida por un grupo denominado Asociación Pro Búsqueda de los Niños Desaparecidos, los han reencontrado.