Enterrados a toda prisa los rebeldes muertos en Perú y desinformando a los familiares
JUAN JESÚS AZNÁREZ / ENVIADO ESPECIAL,
Lima
Cerpa, de 44 años, y Rojas, de 34, fueron sepultados la noche del jueves, con la sola presencia de sus parientes más cercanos, en los camposantos de Lurín y Lurigancho. A las 17.40 se había comunicado la autorización del sepelio en Chorrillos, tal como se había solicitado. Numerosas personas aguardaron allí hasta las nueve de la noche, ajenos a la maniobra de distracción. Después se supo que, casi clandestinamente, se apremió el funeral de Cerpa en el cementerio de Lurín. Fueron avisados únicamente su tía Rosa y unos pocos familiares. La madre y el hijo del difunto, de 10 años, viven en Francia.
En San Juan de Lurigancho eran inhumados, mientras tanto, los restos de Rolly Rojas. Sólo pudieron asistir su madre y dos hermanos, a quienes no se permitió elegir cementerio ni velar el cadáver. «Nadie podrá matarte, hijo mío», lloró su madre. Sin mayores trámites, agentes de civil sacaron el ataúd del coche mortuorio y lo introdujeron en el nicho. No había sido cerrada la tumba cuando llegaron apresuradamente los otros seis hermanos y varios primos, enterados del lugar por la radio. Se registraron entonces choques verbales con algunos miembros de los cuerpos de seguridad presentes.
Un día antes habían sido enterrados el magistrado Giusti y el teniente coronel muertos en la operación de rescate. El jefe militar, Juan Valer, fue instructor de Kenji Fujimori, hijo del presidente, que viajó de EE UU a Lima. «Me convierto en una fiera cuando tocan a mi patria, y eso es lo que han hecho los terroristas al tocar la residencia», dejó escrito en una carta. Y saliendo al paso de la generalizada euforia por el éxito del asalto, celebrado por muchos porque murieron los 14 guerrilleros, el arzobispo de Lima, Augusto Vargas, instó a la caridad cristiana: «No debemos alegrarnos, sino lamentar la muerte de estas 14 personas, equivocadas».
El juez de la Corte Suprema Carlos Giusti Acuña, muerto durante la recuperación militar de la residencia diplomática ocupada por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), fue inhumado con los honores correspondientes a su alta magistratura, e igualmente solemnes y emotivas fueron las exequias por los dos oficiales caídos en el asalto que liberó a 71 de los 72 rehenes del MRTA. Muy diferentes fueron las honras fúnebres por Néstor Cerpa Cartolini, 'comandante Evaristo'; Rolly Rojas, 'El Árabe', y sus 12 subordinados, muertos todos en aquella operación y enterrados a toda prisa.
Entre reclamaciones y protestas, las autoridades militares peruanas burlaron a todos y, con estrictas medidas de seguridad, llevaron los cuerpos de los jefes del comando que dirigieron el secuetro a un cementario diferente al indicado en principio. «Eso es una burla», declaraba un familiar.
de Nestor Cerpa, el 'comandante Evaristo'
(R. Mazlan, Associated Press)
J. J. A.
, Lima
Nuevos testimonios confirman que el comando castrense que asaltó la residencia disparó contra algunos guerrilleros del MRTA rendidos. Por otro lado, aunque no faltan quienes sospechan que la muerte del magistrado de la Corte Suprema Carlos Enrique Giusti pudo ser intencionada (porque era un juez honrado que había denunciado abusos de poder y la corrupción oficial), todo apunta a que perdió la vida accidentalmente, a consecuencia de la confusión y de los disparos de las Fuerzas Armadas contra un miembro del MRTA. Rehenes que vivieron los últimos momentos de Giusti recuerdan que al escuchar las explosiones Giusti se refugió en un armario, mientras sus compañeros permanecían tumbados o se protegían con un colchón.
Según contaron estos testigos a Juan Pendavis, a su vez liberado en diciembre, Giusti se encerró en un armario situado en un costado de la pared izquierda de la habitación del segundo piso, compartida con el presidente y cuatro vocales de la Corte Suprema, y diputados del partido del Gobierno. «Daba la impresión de que era el sitio más seguro ante una incursión militar, porque uno no veía el armario cuando entraba de frente», recuerda Pendavis. «La orden (transmitida boca a boca por un militar rehén advertido del asalto) era de tirarse todos al piso. Pero parece que él se sintió más seguro dentro del armario, y dentro uno no se puede tirar al piso porque es muy incómodo», señala Pendavis. «Probablemente estaba parado (de pie), y cuando empieza la balacera es evidente que el piso era el lugar más seguro». Otro vocal de la Corte Suprema dijo a sus familiares que Giusti salió del armario cuando todavía no había concluido el asalto. Le vio por última vez el juez Hugo Silvina, con quien corría hacia la puerta de salida. En ese momento se toparon con un secuestrador que, desarmado y pidiendo a gritos la protección de los rehenes, anunció que se rendía. Las balas del comando castrense alcanzaron a Giusti en la arteria femoral y al miembro del MRTA en puntos también vitales.
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