El País Digital
Viernes
25 abril
1997 - Nº 357

Las dos muchachas rebeldes gritaron «¡nos rendimos!» antes de ser abatidas a tiros

JUAN JESÚS AZNÁREZ ENVIADO ESPECIAL , Lima
La fulminante operación contra el comando del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) atrincherado con 72 rehenes en la residencia del embajador japonés en Lima desde hacía 126 días ha sido militarmente un éxito, pero presenta un flanco comprometedor: al menos tres guerrilleros, entre ellos una de las dos adolescentes, fueron abatidos tras rendirse. El diario La República, que cita a un agente de los servicios secretos, revela que las dos muchachas del MRTA pidieron a gritos que no las dispararan: «¡Nos rendimos, nos rendimos!».


El féretro con el cadáver del magistrado Carlos
Giusti, es trasladado al cementerio (Ap).
Dos ex rehenes nipones revelaron al diario Asahi que pese a rendirse, brazos en alto, algunos guerrilleros fueron abatidos por el grupo de élite del Ejército peruano que el martes desalojó a bombazos la mansión. «Vi un asesinato», denunció uno de los liberados al rotativo de Tokio. El otro aseguró haber visto a varios militares llevarse, vivo, a un emerretista. «Me di cuenta de que ese rebelde detenido había sido asesinado cuando oí que habían muerto los 14 miembros del comando en el asalto». Fuentes oficiales subrayaron la peligrosidad de una operación contra un grupo fuertemente armado, y la necesidad de no dejarse sorprender por el enemigo.

Nadie quiere poner su nombre junto a la grave imputación, pero fuentes japonesas consultadas por este corresponsal agravan la versión del diario de Tokio. Serían al menos tres miembros del grupo guerrillero, entre ellos una de las dos adolescentes, los que se rindieron, sorprendidos por el asalto. El diario local La República cita a un agente de los servicios de inteligencia peruanos asignado a la unidad de escucha electrónica : «Pudo oír que Cerpa gritaba: '¡Nos jodimos, nos jodimos!' (...) Las chicas terroristas gritaban que no dispararan, pedían auxilio. '¡Nos rendimos, nos rendimos!'. Pero ya era tarde». Según el rotativo limeño Cerpa recibió dos balazos en la cabeza, y con la fuerte explosión de la planta baja saltaron por los aires tres hombres. Uno de ellos era Rolly Rojas, El Árabe. Éste y Cerpa fueron los interlocutores de la Comisión de Garantes que, integrada por Canadá, Santa Sede, Japón y Cruz Roja, trató de llegar una solución pacifica y ayer se distanciaba de la generalizada euforia. Otros cuerpos presentaban también una herida perforante en la cabeza.

El presidente Alberto Fujimori declaró el miércoles que los cuatro kilos de explosivo plástico que abrieron una entrada al salón donde jugaban futbito entre ocho y diez miembros del MRTA acabaron con la vida de varios, y el resto no pudo empuñar las armas, desparramadas por la onda expansiva. .

Desencajado, un guardián del MRTA irrumpió, metralleta en mano en la habitación donde el ministro de Agricultura, Rodolfo Muñante, y otros 19 rehenes rezaban por la feliz culminación del rescate. «Nos apuntó... pero no disparó. ¿Por qué no? Porque Dios es grande. Creo que este muchacho estaba muy cerca de nosotros y entonces decidió no disparar».

Respaldo popular

La gran mayoría de la sociedad peruana celebra la operación pese a la sangre corrida. Fujimori cosechó el éxito: queda reforzada su alianza con las Fuerzas Armadas, que exigían mano dura, y sube como la espuma en las encuestas de opinión. Las familias de los muertos del MRTA, temiendo represalias, se acercan discretamente al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para reclamar los cuerpos de los muertos.

El jefe de Estado inspeccionó ayer la destruida residencia, cuyos aposentos acusaban los destrozos causados del asalto.

Cerpa Cartolini y otros corrieron hacia la escalera de acceso al segundo piso cuando entró el comando de asalto. Fujimori también subió por ellas y se detuvo en el tramo donde cayó el líder guerrillero. Su cadáver yacía a los pies del jefe de Estado, junto a un lugarteniente con el torso desnudo, acribillados ambos por el pelotón castrense que les salió al paso desde arriba. El Comandante Evaristo quedó tendido boca arriba, con la camisa clara, las zapatillas y el pantalón corto del partidillo de la siesta.

«No nos dispararon»

J. J. A. , Lima
El padre jesuita Juan Wicht admitió ayer que los miembros del MRTA encargados de su vigilancia tuvieron tiempo suficiente para haber cometido una matanza. «Los custodios no llegaron a disparar contra nosotros. Es más, pudieron haber ejecutado un suicidio en masa si hubieran arrojado las granadas que tenían». Pese a ser liberado a los pocos días, el religioso decidió quedarse para prestar su ayuda a quien la necesitara. «Todo hace pensar que la única orden que tenían (los del MRTA) era defenderse». Por otra parte, todo parece indicar que el Ejército peruano hizo llegar a un militar cautivo un pequeño transmisor, desde el que informó sobre el momento oportuno para el asalto.

Wicht no vio mucho. «Fue increíble que no hubiera más muertos. Aquello parecía de película. La confusión, la polvareda que se levantó fue tal que no podía ver lo que sucedía a dos metros», recuerda. «Cuando salía agazapado las balas silbaban por encima de la cabeza y un oficial me decía: adelante no más, está libre». El religioso recogía las fichas de ajedrez cuando irrumpió el comando de las Fuerzas Armadas. Había tomado a broma el aviso de Jorge Gumucio, el embajador boliviano: «Vienen por nosotros, tranquilo» le dijo éste. El jesuita aun no se lo cree. «Parece un sueño. Estar con vida es increíble.»

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