El País Digital
Lunes
21 abril
1997 - Nº 353

Miami-Cuba-Miami, tráfico intenso

El embargo económico decretado por Washington es violado sistemáticamente por cubanos y estadounidenses

MAURICIO VICENT

Javier Ferreiro rodeado por sus hijas
(EL PAÍS).
Ver gráfico: Los caminos de EEUU a Cuba
Lo más in que hay ahora en Miami es fumarse un puro cubano con una anilla bien vistosa de Cohiba o Partagás. También es una señal de prestigio en el exilio acomodado beber ron Havana Club, mientras que en la pobre Little Havana la gente mira con envidia a quienes pueden viajar dos veces al año a Cuba a ver a su familia, violando el embargo. Por lo demás, si uno hace un pequeño recorrido por los hoteles y tiendas de dólares de la capital cubana, puede pensar que el bloqueo no existe: si lo desea, puede desayunar Corn Flakes, fumar Winston o Camel y comprar la última moda de vaqueros marca Guess.

«El embargo económico es como un queso gruyère», asegura Alfredo, un cubano que llegó a Estados Unidos en 1967, en los llamados vuelos de la libertad .

Para él, está claro que mientras en Cuba haya familiares pasándolo mal y en Estados Unidos existan prohibiciones políticas para viajar o hacer llegar ayuda a la isla, las trampas al bloqueo continuarán: «Cuando algo va contra la realidad, la vida se ocupa de pasarle por encima. Por eso los cubanos somos los primeros en violar el embargo».

Alfredo gana un salario de 400 dólares semanales como empleado de una tienda de electrodomésticos en el Down Town de Miami, pero dos veces al año resuelve un extra con un negocio tan próspero como ilegal: llevar dólares a Cuba por una comisión del 20 %. En un buen viaje puede obtener 2.000 dólares limpios.

Agencias a plena luz

Alfredo es un amateur en esta actividad. Como casi todos los cubanos que viajan a su tierra, aprovecha para llevar dinero de amigos o conocidos, con lo que le sale gratis el viaje y además puede ahorrar algo. Pero en Miami también hay agencias que tienen redes para enviar dinero a Cuba, y su existencia no es exactamente un secreto.

Ulises lo sabe bien. Llegó a Estados Unidos hace un año por el programa de reunificación familiar, y desde entonces manda dinero a sus dos hijos cada vez que puede, valiéndose de los servicios de estas empresas.

«Es muy fácil, man . Voy a esta dirección, y si entrego 120 dólares a las nueve de la mañana, a la una de la tarde mi ex mujer recibe 100 dólares en La Habana», dice, enseñando la tarjeta de su contacto, una tarjeta que tiene nombre, apellido y un logo que dice: Cuba Tryps.

Es una de las muchas formas de violar el Acta de Comercio con el Enemigo, más conocida como ley del embargo. Dicha ley, vigente desde 1963, prohíbe comerciar con Cuba y limita los envíos de dinero de los exiliados a la isla a 500 dólares trimestrales, y siempre que sea «por razones humanitarias».

Como hasta hace cuatro años el dólar en Cuba era ilegal, nadie mandaba dinero. Pero después de que en agosto de 1993 Fidel Castro lo legalizó, en Miami aparecieron decenas de agencias que por una comisión considerable enviaban legalmente remesas de dólares y paquetes de ropa, medicinas y alimentos a la isla. Paralelamente, florecieron las mulas , personas que por un interés mayor, normalemente el 20 %, llevaban dinero y maletas sin límites de cantidad.

Su negocio creció fabulosamente a partir de agosto de 1994, cuando Clinton prohibió el envío de dinero a Cuba como represalia a la crisis de los balseros. Las mulas comenzaron a arar entonces el estrecho de la Florida en dirección a La Habana cargados de dólares escondidos. Los métodos para eludir los riesgos de un cacheo llegaron al delirio. Hubo incluso zapateros que inventaron una línea de calzado propia, de suela gorda y hueca, donde cabían sin problema dos o tres mil dólares.

Sin ir tan lejos, si hoy alguien quiere enviar dinero a Cuba, en algunas agencias de la Calle 8 es fácil resolver el problema.

-¿Cuánto cobran por enviar cien dólares a La Habana? -pregunta el periodista.

-Mire, señor, eso ahora no se puede hacer -contesta la empleada, una señora de 90 kilos nacida en Pinar del Río (Cuba).

-Pero, si usted quiere -propone rápidamente-, yo tengo un conecto en Canadá. Lo que hacemos es enviar una transferencia a una agencia allí, y por 14 dólares su dinero está en Cuba dentro de dos días. Asegurado, eh. Mi hija es la que distribuye el dinero en La Habana.

«Es casi imposible saber cuánto dinero entra al año por estas vías, pero si en 1996 las tiendas de divisas cubanas vendieron productos por valor de más de 600 millones de dólares, se puede decir que la mayor parte de este dinero salió de Miami», dice un investigador de un centro de estudios económicos de Cuba.

La conexión Nassau

Los viajes a la isla son la otra forma más común de violar el embargo. En virtud del Acta de Comercio con el Enemigo, los exiliados sólo tienen derecho a viajar allí una vez al año, y no pueden gastar más de 100 dólares al día durante su estancia, y 100 más para el viaje. Si quieren viajar otra vez en menos de 12 meses, deben pedir una licencia especial al Departamento del Tesoro o entrar ilegalmente a través de un tercer país.

Los países trampolín más utilizados son México y Bahamas. Y de los 100.000 cubano americanos que viajan cada año a Cuba desde el sur de la Florida, unos 30.000 lo hacen ilegalmente por estas dos vías, calculan los operadores de vuelos charter.

El martes pasado, el aeropuerto bahamés de Nassau era un hervidero. Un grupo de exiliados se arremolinaba alrededor del mostrador de la compañía cubana Havanatur, que fleta cuatro vuelos semanales La Habana-Nassau. La inquietud se apoderó de la gente cuando de pronto un representante de la compañía sacó un pizarrón en el que se leía: «Havanatur advierte a sus pasajeros que ninguna maleta puede pesar más de 70 libras (35 kilos)».

-¡Aaahhh! -gritó una señora-. ¡Nos han engañado!

Al borde del desmayo, con varios vestidos puestos uno encima del otro y pendientes colgando por todas partes, Caridad suspiró aliviada cuando el de Havanatur aclaró que podía embarcar todas las maletas que quisiera, pero que ninguna podía pasar de 70 libras.

-Es por los maleteros de Bahamas. Ya se han quejado varias veces de que las maletas pesan 110 y 120 libras, y dicen que se pueden accidentar -explicó Nelson García, el representante de la compañía.

Caridad aún resoplaba sofocada: «Creía que me iba a dar una cosa. Traigo más de 200 libras. ¡Imagínese si pierdo todo esto!», dijo, señalando un gigantesco gusano plastificado. Por suerte para ella y para otros pasajeros, Havanatur en Bahamas permite embarcar todo lo que uno quiera hacia La Habana. A partir de 68 libras, cobra dos dólares por cada libra de sobrepeso. Se trata de un buen negocio para las mulas , que en Miami cobran entre 8 y 10 dólares por libra a los exiliados que quieren enviar algo a sus familiares.

El año pasado Havanatur transportó 14.000 pasajeros desde Nassau a La Habana. El billete cuesta 179 dólares, y las ganancias por sobrepeso deben ser considerables.

El tabaco, buen negocio

Nassau se ha convertido también en el último año en una conexión importante para los contrabandistas de tabaco. En La Habana, una caja de Cohibas falsa cuesta 30 dólares en el mercado negro. Si es auténtica, 200 en una tienda oficial. Esa misma caja puede llegar a valer 400 o 500 dólares en Miami. La ganancia es grande y la velocidad de los yates y lanchas, muy rápida.

El 24 de marzo, agentes del Servicio de Aduanas descubrieron un cargamento de 1.100 puros cubanos en un barco pesquero que iba a Filadelfia. Meses antes, el 4 de agosto de 1996, guardacostas norteamericanos habían interceptado otro barco con 122 cajas de puros escondidas en maletas y neveras portátiles. El barco había salido de Bahamas en dirección a Fort Lauderdadle.

El presidente de la Asociación de Tabacos de Estados Unidos, Norman Sharp, calcula que el año pasado se vendieron en EE UU entre 5 y 7 millones de puros con anilla cubana. Y ello a pesar de que muy pocas personas pueden viajar a Cuba e importar a su regreso una caja de tabaco.

«Era habitual que la gente que viniera de un viaje legal a Cuba trajera demasiados tabacos. Pero ahora estamos viendo un aumento de las grandes operaciones comerciales», declara el portavoz de la Aduana de Miami, Michael Sheenan.

El contrabando de tabaco, los viajes y el envío de dinero son quizás las formas más vistosas de violar el embargo. Pero hay muchas otras. Algunos cubano americanos seguidores de la religión afrocubana viajan a Cuba a hacerse santos de la mano de un babalao autóctono, pues en Miami la ceremonia les puede costar hasta 8.000 dólares. Los babalaos de la isla son mucho más económicos, y pueden introducir a cualquiera en el camino de la santería por menos de 2.000 dólares.

El 'caso Ferreiro'
¿Por qué él y no otro empresario? ¿Por qué ahora? ¿EE UU quiere dar acaso un escarmiento a los empresarios que comercian con Cuba? ¿Por qué un extranjero y no un exiliado, cuando los cubano americanos son los primeros que violan el embargo? El caso de Javier Ferreiro ha planteado interrogantes como éstos y ha reabierto la polémica sobre la legitimidad del embargo.

Ferreiro, de 46 años, fue detenido el 1 de abril en Miami y será sometido a juicio por exportar ilegalmente a Cuba productos norteamericanos -salsa de tomate, pañales desechables y mahonesa, entre otros- por valor de 463.000 dólares (67 millones de pesetas), entre marzo de 1994 y enero de 1991.

Ciertamente no es una gran cantidad, pero el Servicio de Aduanas de EE UU, que lleva anualmente ante los tribunales dos o tres pequeños casos de violaciones del embargo, asegura que es el proceso más importante de éste tipo instruido hasta ahora. La fiscalía afirma tener pruebas suficientes para demostrar que Ferreiro compraba mercancías en Miami y las exportaba a Cuba, utilizando cartas de embarque falsas, a través de Santo Domingo y Curaçao, y puede pedir más de 20 años de cárcel para él por los 14 cargos de que le acusa.

Ferreiro se ha declarado inocente. Afirma que compraba las mercancías en terceros países y que nunca violó el embargo, mientras la defensa llama la atención sobre el hecho de que no se haya detenido a ningún exiliado ni a ningún norteamericano implicados en el caso. Por otro lado, de las 650 empresas extranjeras inscritas en la Cámara de Comercio de Cuba más de un tercio tienen licencia para importar alimentos, bebidas e insumos para el turismo, como tenía Multimport, la empresa de Ferreiro. Es conocido que muchas comercializan productos norteamericanos y realizan operaciones trianguladas. ¿Por qué entonces Ferreiro y no otro? Quizás porque tres de sus cuatro hijas, Teresa, Marta y Cristina, vivían en Miami y él viajaba a verlas con regularidad. Más allá de esto y de la trayectoria del empresario, que algunos ponen en duda, lo cierto es que existe una ley por la que cualquiera puede ser condenado a muchos años de cárcel por llevar pañales norteamericanos a Cuba.

© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid