El Gobierno chileno fracasa al intentar sacudirse otro control de la dictadura
AGENCIAS
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Santiago de Chile
Nada hacía prever que la votación de ayer frenara en seco estas expectativas. Pese a que los sectores más inmovilistas ya habían anunciado en repetidas ocasiones su total oposición a toda modificación que implicara una reforma constitucional, centristas y renovadores sí habían dado su respaldo a la iniciativa. No obstante, el voto en contra a última hora de uno de estos parlamentarios centristas acabó inclinando la balanza a favor de la conservación de los senadores designados, un grupo monolítico sin el que la derecha chilena carecería de mayoría en la Cámara alta. El resultado refuerza la posición de los sectores ultraconservadores, que siguen viendo en las reformas una amenaza de «desmantelamiento del sistema».
«(La votación en la comisión de la Cámara alta) es un anticipo de lo que va a suceder en el pleno del Senado», manifestó ayer, no sin cierto desánimo, el ministro chileno de Interior, Carlos Figueroa, quien, a su vez, reconoció que de momento «no visualiza una mayoría que permita aprobar esta propuesta ahora», ni ve «ninguna posibilidad de restituirla en este periodo legislativo».
Pretensiones fallidas
El proyecto de Frei, que fue enviado por el Ejecutivo al Parlamento el 18 de marzo, deberá pasar ahora al pleno del Senado. De no ser aprobado, como todo parece vislumbrar tras la acogida de ayer en comisión, el presidente tendrá que aceptar a finales de este año a los senadores designados, que asumirían sus cargos junto a los 120 diputados y 30 senadores que salgan elegidos en diciembre. Todo lo contrario a las anunciadas pretensiones del presidente, cuyos planes más inmediatos, además de la renovación del Congreso, pasaban por retirar en marzo del año próximo al todavía comandante en jefe del Ejército y la Armada, el general Augusto Pinochet, y al almirante Jorge Martínez Busch.
De acuerdo a la Constitución de 1980, los senadores designados son elegidos entre antiguos integrantes de las comandancias de las Fuerzas Armadas, de la Corte Suprema, de la Contraloría de la República, Universidades y el Gobierno. Además de ellos, pueden ser también senadores vitalicios los ex presidentes chilenos que hayan estado más de seis años en el poder, condición que beneficia al ex dictador Pinochet y al propio Frei; no así al ex mandatario Patricio Aylwin, quien sólo gobernó Chile entre 1990 y 1994.
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El yugo del general Augusto Pinochet sigue pesando en Chile. Los esfuerzos del presidente Eduardo Frei por borrar los restos de la dictadura de organismos fundamentales para el funcionamiento de la democracia aún encuentran serias resistencias. El Gobierno perdió ayer otra batalla cuando una comisión del Senado desestimó por una ajustada mayoría el proyecto de Frei de suprimir los ocho senadores designados por el dictador en 1989.
Lo sucedido ayer en la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia del Senado de Chile se interpreta ya en círculos políticos como un anticipo del fracaso de la iniciativa gubernamental, que pretendía limpiar los salones democráticos de las últimas rémoras de la dictadura. La eliminación de los ocho bastiones pinochetistas que aún permanecen en el Senado chileno se enmarca en los planes del Ejecutivo de Eduardo Frei de suprimir los denominados «enclaves autoritarios» de la Constitución dictada por los militares en 1980, y sobre la cual se ha realizado la transición chilena a la democracia, que comenzó en 1990 con la retirada del poder de Pinochet.