LUDMILA VINOGRADOFF
, Caracas
Los ladrones de coches (malandros) ya no aguardan pacientemente un descuido de los conductores . Ahora el método es el hurto violento con los conductores en el interior. Las emboscadas se producen en los sitios de mayor concentración de gente, como en los cruces con los semáforos en rojo, en los estacionamientos de los centros comerciales o a la entrada de los complejos residenciales. Y no hay sistema de alarma que valga con una pistola apuntando en la cabeza del chófer ni héroe que quiera terminar en la morgue.
Los malandros tienen preferencia por los coches nuevos y de marca. Muchos políticos y altos cargos han sido sus víctimas a pesar de tener guardaespaldas. Y porque ahora la élite lo sufre en carne propia, el Parlamento, alarmado, ha decidido tomar cartas en el asunto, exigiendo al Gobierno medidas que pongan fin a esta situación de inseguridad.
El director de la Policía Técnica Judicial, José Ramón Lazo Ricardi, reveló que el año pasado la cifra de vehículos robados se elevó a 43.000. Esto equivale a una media de 3.600 coches mensuales, 120 diarios, 5 por hora y un coche cada 12 minutos.
En los últimos 15 años, el total de automóviles robados se cifra en 475.000, y en el primer trimestre de este año, el incremento es del 100% con respecto a 1996. «Esto indica que en lugar de disminuir, ese negocio se ha convertido en una gran empresa cuyos accionistas deben ser buscados entre las mismas autoridades del ramo», advirtió Gustavo Tarre Briceño, presidente de la Comisión de Política Interior del Parlamento.
Según el diputado Tarre, el robo y hurto de autos produce unos beneficios a las bandas que los realizan de unos 5.000 millones de dólares anuales, lo que representa la sexta parte de la deuda externa venezolana. «Es el negocio más productivo en Venezuela después de la industria petrolera».
Las mafias en este delito funcionan en complicidad con la policía. «Hay corrupción, impunidad y facilidades para sacar los vehículos a Colombia, Brasil, Bolivia, Ecuador y Panamá, además de venderlos en el mercado interno como las chiveras», asegura Tarre.
Las mujeres son las más afectadas por esta nueva ola de delitos, ya que proliferan los casos en que las conductoras son violadas. Uno de los últimos casos es el de una mujer embarazada que fue asaltada a la entrada de una urbanización privada. Los delincuentes despojaron a su víctima de todos los objetos de valor y amenazaron repetidamente con violarla. El secuestro se prolongó por espacio de cinco horas, mientras el coche daba vueltas por la ciudad sin que nadie socorriera a la mujer ni se percatara de que era una rehén a plena luz del día en la vía pública. «No podemos poner un policía en cada esquina para cuidarlas», se justifica el comisario Lazo Ricardi.
Los atracadores no siempre se contentan con llevarse los coches así. Varias personas han sido asesinadas por presentar alguna resistencia. Es el caso reciente del abogado José Alberto Tottessaut, yerno del conocido periodista José Vicente Rangel, que murió de dos disparos certeros en su coche al oponerse a los delincuentes en el momento en que dejaba a su hijo en el colegio.
L. V.
, Caracas
El ex procurador general Jesús Petit da Costa considera que «Colombia está colombianizando a Venezuela. Nos exporta la violencia en todas sus formas, hasta en el hampa común».
El Gobierno venezolano todavía no ha podido obligar al de Colombia a que le devuelva los 60.000 coches robados en su territorio, como tampoco las 45 avionetas privadas, la mayoría de los modelos Cessna y Beechcraft, secuestradas, al igual que los coches de lujo, con sus propietarios dentro y llevadas hasta Colombia.
La polémica del robo por aire y tierra siempre se deja en manos de la diplomacia de ambos países, mientras los ciudadanos buscan desesperados cómo autoprotegerse del auge delictivo, gastando en seguridad personal y alimentando resentimientos que podrían evitarse.
El ministro de Justicia, Hilarión Cardozo, sin embargo, ha prometido reestructurar la policía venezolana, pues el delito de los coches «se ha constituido en un negocio de grandes dimensiones que involucra al crimen organizado y trasciende las fronteras nacionales».
En los últimos meses, las autoridades venezolanas han redoblado de manera velada las acusaciones contra Colombia, ante el debilitamiento del Estado, lo que está provocando más de un quebradero de cabeza para sus vecinos. Las incursiones de la guerrilla colombiana en territorio venezolano y panameño han causado malestar en ambos países.
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Las autoridades venezolanas están alarmadas ante la escalada sin precedentes de los robos de vehículos de lujo con violencia. Los autores de estos delitos ya no esperan a que los dueños de los automóviles se alejen de ellos, sino que perpetran el robo con ellos dentro. En algunos casos, las violaciones y las lesiones se han sumado a la sustracción del vehículo. La ola de robos ha alcanzado incluso a diversos políticos, y el Parlamento ha decidido tomar cartas en el asunto.
Los venezolanos tienden a echar la culpa a los colombianos cuando los problemas delictivos les llegan al cuello, pero no se les ocurre «poner sus barbas en remojo cuando las de su vecino están ardiendo», como dice el refrán popular.