Clinton pisa suelo latinamericano por primera vez como presidente
MAITE RICO / REUTER,
México
El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, pisó ayer suelo mexicano, y latinoamericano, por primera vez en sus cinco años de gobierno. El acontecimiento merecería un festejo de no ser porque el viaje del mandatario norteamericano se produce en un momento de gran tensión en las relaciones bilaterales. La visita cobra así carácter de junta de vecinos, donde se ventilarán las recriminaciones mutuas en los temas de narcotráfico, inmigración ilegal y comercio.
![]() toma posiciones ante la visita de Clinton (Reuter) |
Clinton va a tener que desplegar todas sus armas de seducción para restañar las «heridas» provocadas por los reveses que Estados Unidos ha propinado a México en estas últimas semanas. Primero fue el intento del Congreso para revocar la certificación que la Casa Blanca otorgó a trancas y barrancas al Gobierno mexicano por sus esfuerzos por combatir el narcotráfico. Y luego vino la aprobación de la ley de inmigración, que endurece las condiciones de residencia y agiliza las deportaciones de ilegales. Todo ello provocó en la sociedad mexicana una oleada de indignación alentada, dicho sea de paso, por una clase política que explota sistemáticamente el nacionalismo y el orgullo patrio para conseguir adhesiones, y más en un año electoral como este.
Relaciones narcotizadas
De lo que no cabe duda es de que las relaciones entre México y Estados Unidos están «narcotizadas» desde el pasado febrero. La detención, ese mes, del máximo responsable de la lucha antidrogas en México, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, por su presunta complicidad con Amado Carrillo, el principal capo mexicano, trastocó una cooperación que parecía ir sobre ruedas. El presidente mexicano, Ernesto Zedillo, quería que se lo tragara la tierra. Y las autoridades estadounidenses se tiraban de los pelos: acababan de pasar al general un documento confidencial con toda la información que manejaban sobre los carteles mexicanos.
Si bien la «certificación» quedó en pie, la confianza de Estados Unidos se minó sin remedio.
Fue entonces cuando la DEA, la agencia antinarcóticos norteamericana, planteó una serie de exigencias para continuar con la cooperación bilateral, que fueron asumidas por el Congreso y que trae Clinton en la cartera. Entre ellas figuran: aumentar de 52 a 65 del número de agentes de la DEA que operan en suelo mexicano; permitirles utilizar armas para su defensa personal; garantizar que los barcos y aviones de EEUU puedan perseguir a narcotraficantes en aguas y espacios mexicanos; extraditar a una serie de delincuentes, y que Mexico ponga en marcha de una vez las leyes contra el lavado de dinero, apenas aprobadas en 1996.
En estos días se resolverá el tira y afloja. Por lo pronto, sí se firmará un acuerdo sobre blanqueo de dinero, tal como anunció ayer el ministro mexicano de Exteriores, José Gurría. México se muestra reticiente a dejar que los agentes extranjeros vayan armados, pero a cambio deberá proponer una alternativa para tranquilizar a EEUU. La cuestión de la entrega de detenidos también un punto delicado. Las autoridades norteamericanas han negado que haya una lista de «extraditables», pero la realidad parece otra. Según informes extraoficiales, Washington desea tener a mano a 50 narcotraficantes.
México no se va a quedar callado. Los representantes mexicanos exigirán a sus homólogos estadounidenses un mayor control del tráfico de armas desde EE UU, que se ha convertido en un verdadero supermercado para los criminales mexicanos. Además, insistirán en que el problema del narcotráfico no es unilateral: poco se puede hacer para luchar contra los carteles cuando los consumidores estadounidenses gastan al año 50.000 millones de dólares.
Otra de las espaldas de Damócles que penden sobre la gira de Clinton es ley de inmigración aprobada por Estados Unidos. El presidente escuchará lamentos y amonestaciones. Poco hay ya que negociar en este aspecto pero, siquiera en términos testimoniales, Clinton reiterará en suelo mexicano su compromiso de no aplicar la ley «de forma draconiana« y de respetar los derechos humanos de los indocumentados. Medio centenar de organizaciones sociales mexicanas han enviado una carta a su esposa, Hillary, en la que le solicitan su intervención para suavizar los efectos de la política antimigratoria de su país. Un total de 17 millones de mexicanos viven en suelo estadounidense. Tres de ellos están en situación ilegal.
El ámbito comercial, el más fructífero en las relaciones entre ambos países, tampoco se libra de las disputas. A pesar de que la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) en 1994 ha permitido que México incremente en un 20% sus exportaciones a Estados Unidos, las actitudes proteccionistas que Washington ha seguido manteniendo han causado graves perjuicios a sectores claves de la economía mexicana. Los conflictos en la exportación de tomate, aguacate, atún y cemento siguen aún en pie.
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Un muerto en la celebración de una fiesta latina en Estados Unidos
JAVIER VALENZUELA,
Washington
«El futuro de nuestro país está ligado al de México», dijo ayer Bill Clinton antes de volar hacia la capital del vecino meridional de EE UU. Pero no sólo el futuro: lo mexicano, en forma de inmigrantes, cocina, música, idioma y mercancías de todo tipo, ya forma parte de la identidad norteamericana en este final de milenio. Se trata de una relación tensa, como, un año más, demostró ayer la violencia con que culminó la celebración en varias ciudades norteamericanas de la fiesta mexicana del Cinco de Mayo.
La sangre llegó al río. Un joven de 17 años murió y varias personas más resultaron heridas por disparos de bala en plena celebración del Cinco de Mayo en el bulevar Federal de Denver (Colorado). La policía informó que el origen del tiroteo fue un «enfrentamiento entre bandas rivales». No obstante, a raíz de este incidente, la fiesta de Denver, en la que participaron 200.000 personas, degeneró en disturbios y choques entre inmigrantes y policías. Nueve personas fueron detenidas por «alcoholismo» y «ataque a oficiales de policía».
Otras ciudadades también fueron escenario de sucesos violentos en la conmemoración de la batalla de Puebla, en la que, el 5 de mayo de 1862, los mexicanos de Benito Juárez derrotaron a un Ejército francés más numeroso y mejor armado. Esa jornada se ha convertido en todo un signo de identidad cultural para los mexicanos de EE UU y, por extensión, para las comunidades latinas. Su celebración, con abundante consumo de alcohol y gran regocijo público, no es comprendida por la policía.
Unas 400.000 personas se congregaron en la localidad californiana de San José para reivindicar la herencia cultural mexicana de ese Estado. La fiesta terminó como el rosario de la aurora cuando unos 150 policías antidisturbios se acercaron al lugar del festejo. Según las autoridades, unos 2.000 jóvenes reaccionaron arrojando botellas contra los uniformados, alcanzando a dos de ellos. La policía respondió disparando gases lacrimógenos y deteniendo a 17 personas.
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