El País Digital
Lunes
5 mayo
1997 - Nº 367

Clinton emprende hoy su primer viaje presidencial a países de Latinoamérica

JAVIER VALENZUELA, Washington
Bill Clinton jamás puso los pies en América Latina durante los cuatro años de su primer mandato, lo que no parece demasiado en consonancia con las normas de la buena vecindad. Pero como nunca es tarde para arreglar las cosas, Clinton emprende ahora un corto viaje por tres países del Sur: México, Costa Rica y Barbados. Clinton llega esta noche a México, un país a favor del cual ha hecho importantes apuestas. Convertido en el tercer socio comercial de EE UU y en su primer proveedor de inmigrantes legales e ilegales, México despierta pasiones al norte del río Grande.

EE UU y México comparten más de 3.000 kilómetros de lo que cada vez más es, para emplear la expresión de Carlos Fuentes, una «frontera de cristal». La atraviesan a diario legalmente más de un millón de personas para trabajar o hacer negocios en uno u otro lado; las mercancías que la cruzan en uno u otro sentido alcanzan al año el valor de 100.000 millones de dólares. Pero también cruzan esa frontera en dirección al norte tres de cada cuatro inmigrantes ilegales en EE UU y la mayoría de los alijos de marihuana y cocaína que llegan a sus ciudades. Las actitudes norteamericanas respecto a su vecino del sur dependen de dónde se ponga el acento.

En vísperas del viaje de Clinton, Mack McLarty, su consejero para asuntos latinoamericanos, ha recordado que «700.000 puestos de trabajo en EE UU están directamente vinculados a nuestras exportaciones a México». «Se está produciendo una integración económica de los dos países en el marco de la economía global», añade McLarty. El fenómeno, particularmente intenso en el caso de México, puede ampliarse a toda América Latina. «Nuestras exportaciones a América Latina», dice McLarty, «están creciendo al doble de velocidad que a cualquier otra región del mundo».

México, no obstante, todavía es visto con profundos recelos en EE UU. Al tradicional desprecio lindante con el racismo con el que la mayoría anglosajona contempla a un país fruto del mestizaje hispano-indio, se añaden dudas más o menos razonables sobre la corrupción de sus instituciones, la sinceridad de su proceso de democratización, la fortaleza de su salud económica y la intensidad de su compromiso en la lucha contra las drogas. Para algunos norteamericanos, México no tiene solución.

En tres ocasiones importantes Clinton ha combatido esta última actitud: se implicó personalmente en la aprobación en 1993 del Tratado de Libre Comercio con México; en la concesión en 1995 de un sustancioso crédito tras la crisis del peso de finales del año anterior, y, el pasado 28 de febrero, en su certificación como aliado en la lucha contra las drogas, pese al descubrimiento de las relaciones con narcos del responsable de quienes debían combatirlos.

Un México «herido» espera a su vecino del norte

MAITE RICO , México
«Los mexicanos están heridos». Las palabras del embajador de México en Estados Unidos, Jesús Silva Herzog, definen el mar de fondo que el presidente norteamericano, Bill Clinton, encontrará en su primera visita oficial a este país. Los reveses que Washington ha propinado recientemente a su vecino del sur en dos de los principales frentes bilaterales, la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal, han generado un profundo malestar en México, que la presencia de Clinton tratará de aliviar. Y es que a pesar de las sintonías comerciales y políticas, los dos países siguen separados por un abismo.

Varios analistas han señalado la tardanza del presidente de EE UU en venir a México, que gracias al Tratado de Libre Comercio de ha convertido en su tercer socio comercial, después de Canadá y Japón. Sea como fuere, la llegada del mandatario norteamericano no puede ser más oportuna para limar las asperezas surgidas en torno a los dos principales problemas que permean los 3.000 kilómetros de frontera común: las drogas y los indocumentados. Casi el 70% de la cocaína consumida en EE UU llega desde México, que además tiene a 20 millones de sus naturales viviendo «al otro lado». De ellos, casi tres millones están en situación ilegal.

© Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid