El País Digital
Sábado
21 junio
1997 - Nº 414


Pero estamos en la oposición. Estamos en la oposición y tenemos que preguntarnos si lo que estamos haciendo es correcto o hay que cambiarlo. Al tiempo tenemos que abrir el espacio y las ideas a una alternativa de gobierno que permita recuperar esto que llamamos una mayoría social de progreso.(...)

¿Qué oposición tenemos que hacer? Ya sé que en eso puede haber siempre discrepancias y tenéis la libertad y responsabilidad de decidirlo en el congreso. Yo creo que tiene que ser una oposición capaz de combatir el abuso de poder que rompe las reglas de juego que garantizan la democracia. A veces, ahora con más insistencia, se habla de cierta trama político-mediática con algunos ingredientes en otras esferas y que también comporta la recuperación de algunos de los perdedores, para entendernos, de los intentos involucionistas.(...)

Lo único que quiero decir es que frente al abuso de poder que rompe las reglas del juego hay un principio: «leyes cambian leyes». Y, por tanto, nuevas mayorías cambian las que abusando del poder rompen las reglas de juego. Seguramente, es un buen aviso para navegantes. Aquí a lo mejor no se entiende del todo lo que quiero decir, pero fuera seguramente se va a entender. Algunos podrán creer que pueden aprovechar la corriente para orientar no sé qué tipo de ventajas que pueden suponer inversiones de decenas de miles de millones de pesetas. Pues bien, si lo hacen mediante la ruptura de las reglas del juego y creando inseguridad jurídica, en este momento, advierto que nosotros estamos dispuestos a restablecerla en su momento.

Una oposición capaz de sumar su esfuerzo y de ofrecer el consenso en temas clave para dar continuidad y fortaleza a un proyecto de país.(...)

La lucha contra la violencia y el terrorismo exige consenso y ahí llegaremos aún más lejos. Aunque no quieran, nosotros seremos serios, seremos prudentes. Lo que tengamos que decir lo diremos directamente a las autoridades. No abriremos una brecha entre las fuerzas democráticas. No pagaremos con la irresponsabilidad con que veíamos comportamientos hace cuatro o cinco años. Seremos responsables.

Y también la reforma y la mejora de la justicia exigen el consenso.(...)

Oponerse, sin embargo, no es suficiente. Denunciar los retrocesos en políticas de bienestar o de igualdad, no es suficiente aunque sea una tarea ineludible de la oposición. Incluso reconocer como se nos pide por muchos, y con razón, los errores de nuestra gestión y, en particular los que derivan de casos de corrupción que no fuimos capaces de ver o de cortar a tiempo. Esto también es necesario, pero no es suficiente. Y menos si creen que esas cosas nos pueden paralizar. Se mezclan, como siempre, acusaciones falsas como supuestas amnistías fiscales, con falta de respeto a los profesionales de la Hacienda pública, con casos reales como los que se están viendo en los tribunales como en estos días. Pero no importa. Necesitamos, aunque sólo lo hagamos nosotros, y los demás lo eludan, reconocer estos errores para evitar que se repitan. No para estarnos flagelando con espíritu religioso durante años, sino para evitar que se repitan. A mí, personalmente, lo que más me turba y me inquieta es el enriquecimiento personal aprovechando un cargo público. Ésta es la lacra más importante a desterrar; no digo la única, pero la más importante a desterrar. Y, también, debo decir que me inquieta ver cómo se suben a las tribunas gente reclamándose de la ética y del regeneracionismo cuando uno sabe que presumen de lo que no tienen. Pero siendo todo ello necesario, os decía, no es suficiente. Hay que generar una alternativa nueva, de acuerdo con unos principios, para una realidad diferente con nuevos desafíos.

Compañeras y compañeros: estar disponible para ocupar la responsabilidad orgánica o institucional que se nos dé por el partido o por los ciudadanos que nos votan, no debe ser un recurso retórico que termine convirtiéndose en una táctica para permanecer, que nos merme una credibilidad, ya bastante reducida, como responsables políticos.

Cuando oigo decir que quise dejar de ser candidato ya en el 89 y que reconocí que fue un error anunciarlo públicamente, debéis saber que se está diciendo la verdad. Fue un error anunciarlo públicamente. Pero también quiero que sepáis algo que algunos compañeros saben, pero no muchos. Que el 2 de agosto de 1977, es decir, ahora va a hacer 20 años, cuando discutiamos en el Parador de Sigüenza nuestra posición ante la nueva Constitución, ya propuse a Alfonso Guerra que, habiendo cumplido con el mandato de Suresnes en el año 74, renovado en el primer congreso en Madrid en diciembre del 76, pensaba que tenía que dejar la dirección en otras manos, que, en el siguiente congreso, alguien se debería hacer cargo de la dirección.

No era dejar el trabajo político. En absoluto. Nunca lo he pensado. Simplemente propuse hacerlo desde otros ámbitos, desde otras responsabilidades. Había sido bastante brillante el esfuerzo y la gestión entre el 74 y el 77. Habíamos pasado de la nada, de 3.250 votos válidos reconocidos en aquel Congreso de Suresnes, en las afueras de París, a un 30% de apoyo de los ciudadanos españoles. Era una buena gestión, incluso era una buena oportunidad para decir: hemos cumplido con lo que nos mandaron en Suresnes. Sobre todo porque en Suresnes yo fui elegido secretario general por exclusión. Duele, a veces, recordarlo o decirlo. Sí, fui elegido por exclusión. Y, además, con una cierta visión de transitoriedad: bueno, vamos a ver si damos el paso adelante.

Pero todo aquello era el 74 y ahora estamos en el 97. Por lo tanto, tenía entonces la edad que tienen la cuarta parte de los delegados de este congreso; la cuarta parte de los delegados de este congreso. Cuando entré en la dirección del partido y cuando asumí la Secretaría General.

Pero reconozco que es un error anticipar decisiones que el tiempo y las circunstancias impiden, más tarde, llevar a la práctica.

Compañeros. Abrir una nueva etapa -como pedís todos-, estar disponible para ellos, exige de mí, no se lo pido a nadie, una decisión que haga coherente lo que digo con lo que hago. Pilotar la sucesión, como alguno me pide, no es propio de partidos democráticos que tienen una veta libertaria como el nuestro. Tal vez en los países nórdicos sepan hacerlo y lo hagan bien. Nosotros, no. Sólo indicar en una dirección personal provoca pasiones y enfrentamientos que lo hacen más difícil. Nosotros no tenemos el carácter para tomar esas decisiones a plazo, sólo podemos hacerlo al contado y ahora podéis y debéis hacerlo, porque vamos a ganar así las próximas elecciones en nuestro país.(...)

Yo quiero ser uno más. No me apeo. En la aportación de ideas y reclamo el derecho a decir lo que pienso, aceptando no sólo que puedo equivocarme, sino que puedo estar en mayoría o en minoría. Y me sentiré cómodo, cómodo dentro de este proyecto.

A mi entender hay que intercalar generaciones en los órganos de dirección y de representación. Algunos hablan de un nuevo salto generacional. Y a mí esto no me parece adecuado. Después de un periodo histórico como el que hemos vivido, acompañado, excepcionalmente, de un salto generacional, lo normal es aprovechar a todos por sus ideas: a mayores y a jóvenes.

A mi entender, pero es mi opinión que aporto a los debates del congreso, hay que apostar decididamente por la democracia paritaria. Y hacerlo no por un mandato estatutario, sino por un imperativo de justicia y de igualdad y, si me lo permitís, de inteligencia. Los falsos argumentos meritocráticos ponen de manifiesto algo que todos sabemos: que sólo se aplican a las mujeres, no a los hombres. Esto pasa en el partido y en la sociedad, y hay que romperlo más allá de los avances que se han producido.

A mi entender, hay que medir seriamente las ideas que proponen limitación de mandato, por dos razones. Primero, por coherencia. Si se limitan de verdad, hay que contar con los que ya se tienen a la espalda, en esto sí que es razonable que se aplique la retroactividad, no en las leyes del fútbol y otras.(...)

La renovación o la innovación depende, sobre todo, de las ideas. Hay personas que tienen más y aportan más, tenedlas en cuenta. He trabajado, desde los tiempos sevillanos, con compañeras y compañeros que siempre he apreciado y sigo apreciando. Eran los comienzos para mí, hace más de 30 años. Después fueron muchos más: de todos los rincones del territorio y fuera del territorio, en Francia o en América, con nuestros «extraterrados».

No olvidéis a ninguno de los que nos puedan seguir aportando lo que necesita el partido. Por favor os pido que no simplifiquéis el debate, reduciéndolo a personas para que estén o no estén. Todos tenemos un sitio en este proyecto y en este partido.

Algunas luchas internas y personales, no sólo perjudicaron al partido históricamente, sino, y esto creo que es lo fundamental, sino que perjudicaron al proyecto socialista y a España. Por eso, integrar siempre es mejor que lo contrario.

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