PREVENCION
La mitad de las construcciones es antitécnica y las normas no se ciñen a la geología del país. En los últimos días se han multiplicado los sismos, afortunadamente de baja intensidad. Ya en 1996, el desastre de Pujilí, que afectó a más de 5.000 viviendas, dejó lecciones. La debilidad de las construcciones en Carapungo, los hundimientos en Picaihua y Esmeraldas, los deslizamientos en Azuay, abonan la tesis de que es necesario prevenir. Más aún cuando es imposible predecir un desastre natural.
Planificación * Las características del suelo y la realidad sísmica no son tomadas en cuenta por los reglamentos actuales: la informalidad y la ilegalidad ahondan los problemas
Ecuador: los constructores voltean la espalda a los riesgos
La premisa es una. Los 12 millones de ecuatorianos viven en un país que tiene alto riesgo por las fallas geológicas que lo atraviesan, la inestabilidad de los suelos y las grandes probabilidades de deslizamientos, deslaves y hundimientos. A ello se suma la deforestación que incrementa la fragilidad de la tierra: 180 mil hectáreas por año. Toda actividad debe tener en cuenta esta realidad.
Además, hay otros peligros por considerar como las erupciones volcánicas, tsunamis y los sismos. Todos han dejado, a lo largo de la historia, sus huellas, con diferentes consecuencias. Sin embargo, son los sismos los que más daños han causado al Ecuador, en los últimos tiempos.
Por ejemplo, el terremoto de 5, 7 grados Richter que ocurrió a las 18h03 minutos del 28 de marzo de 1996, en Pujilí, Cotopaxi, afectó en total a siete cantones: Pujilí, Sigchos, Salcedo, Saquisilí, La Maná, El Corazón y Latacunga ¿Las consecuencias? Más de un centenar de heridos, casi una docena de muertos, cerca de 5.000 viviendas dañadas o destruidas y 15.000 damnificados, especialmente en la zona rural.
Por ello, Pujilí desempolvó, una vez más, la necesidad de un regulación en la construcción y la optimización de los controles existentes, a nivel nacional y local.
Ante esta situación, una nueva regulación en la construcción es una necesidad imperiosa para las 21 provincias ecuatorianas que, en esta materia, tienen una diversidad tan marcada que agrava el problema. Ejemplos hay muchos. En Esmeraldas, las normas de construcción tienen 15 años de retraso, pese a estar en una zona de alto riesgo sísmico. El Municipio de esta ciudad recién comenzó la actualización del catastro y, hasta que no lo termine, no se sabe cuántas construcciones hay, ni el material de qué están hechas.
En los barrios bajos, junto a las riberas del río, y en las áreas marginales, 80.000 personas afrontan un grave peligro porque viven en zonas de relleno antitécnico. El 40 por ciento de la zona está bajo el nivel del río, según la Defensa Civil local.
En Cuenca, la construcción tiene su debilidad. Según el Colegio de Arquitectos del Ecuador, núcleo del Azuay, el 90 por ciento de las edificaciones en esta ciudad tiene entre dos y tres plantas. Los sistemas constructivos usuales son paredes portantes de ladrillo con cadenas de amarre y entrepisos de madera. Del total de edificaciones, el 86 por ciento destina su uso a vivienda. En cambio, los edificios suelen tener estructura de hormigón y metal.
Pero el hecho de contar con planos estructurales (en los que se consideran con rigor los elementos antisísmicos) no es necesariamente una garantía: aunque los constructores presenten los planos a las autoridades municipales, éstas reconocen que el control es meramente formal.
En Ambato, el 70 por ciento de las construcciones no cumple con los planos aprobados por el Departamento de Planificación del Municipio. ¿Por qué? Falta una entidad que fiscalice teniendo en cuenta que los dueños de las construcciones se ahorran el 30 por ciento del costo señalado en los planos. En promedio, el Departamento de Planificación aprueba 500 planos estructurales al año. En 1993 fueron 595. En el 94, 584; en 1995, 496; en 1996, 442, y hasta el 20 de mayo de 1997, 194.
Las casas en Picaihua, Tungurahua, se caen. 150 viviendas están afectadas por agua subterránea empozada. En este caso, como en muchos otros, no hubo los estudios de suelo.
Guayaquil tiene otro panorama. 400 viviendas de las 39.699 registradas tendrían daños estructurales, sin necesidad de un sismo, según una investigación de dos meses realizada por el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica (Iifiuc) ¿Por qué? El informe establece que los daños se producirían por el mal diseño de las edificaciones, tiempo de vida útil, tipo de suelo...
Además, 1.600 casas son susceptibles de tener daños serios en caso de sismos. Hoy tienen fisuras. Mientras 6.000 viviendas tienen daños arquitectónicos (pilares deformes, separación de uniones. Hay 18.000 edificios que poseen condiciones estructurales aceptables para resistir sismos de menor intensidad. 14.000 edificios resistirían adecuadamente.
Quito tiene 443.224 viviendas registradas para una población que llega al 1'700.000 habitantes. De ellos, el 82 por ciento está en la ciudad, donde se presenta uno de los principales problemas: el incremento de la construcción ilegal (1.200 en lo que va del año). Las laderas del Pichincha son las más afectadas: existen 82 barrios que en su mayoría no tienen aprobación legal, por lo tanto no están sujetos a ningún control.
Este panorama es similar en el resto del país. Lo que difiere es los materiales, pero el riesgo que representa la construcción antitécnica es común a todos los ecuatorianos. Las cifras lo demuestran: más del 60 por ciento de las construcciones en el país no tiene planificación ni soporte técnicos.
Vivienda *En los programas sociales, los diseños originales no se mantienen ni respetan. Esto aumenta el riesgo que representa un sismo de magnitud.
Programas sociales, mal ejemplo
El riesgo es común para todos. Pero hay lugares donde la peligrosidad es mayor. Por ejemplo, en los programas de vivienda social se utilizan materiales que no reúnen los requisitos. Además, el diseño cambia a gusto de sus propietarios. No existe ninguna relación con el proyecto original: viviendas de una planta tienen ahora tres.
Este es otro factor que aumenta el riesgo del colapso por sismo o problemas con los suelos. El desconocimiento del tipo de materiales que se debe utilizar para la construcción no permite que se edifiquen viviendas resistentes. Cada proyecto es individual con características propias de peso, suelo, altura... y no se consideran los esquemas establecidos, el de sismorresistencia es uno de ellos.
Barrios quiteños como La Ofelia, Agua Clara, Carapungo, Solanda, Turubamba son una muestra. Esas edificaciones pueden venirse abajo por una carga vertical, no se diga por un sismo. Han rebasado las tolerancias establecidas.
Según el director de proyectos del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica de Guayaquil, Jaime Argudo, un estudio de campo estableció que en el programa de vivienda El Recreo, en Durán, existen 20 tipologías de construcciones habitacionales de hormigón armado, mixta (cemento y acero), fibro cemento, mampostería armada, bloques.
Pero también ocurre en planes privados. Un ejemplo significativo es el de las casas del ex Cepe en Esmeraldas. Durante el último sismo fuerte en esa ciudad todas las viviendas que estaban en estructura (columnas y vigas) se cayeron. Luego se descubrió que las columnas estaban amarradas a media altura y tenían diferentes dimensiones. Las casas que ya tenían antepechos y paredes aguantaron.
Eso nos hace pensar, afirma Edgar Vásquez, profesor titular de la Facultad de Arquitectura, que si esas estructuras hubieran tenido mamposterías y techos, o sea estaban configuradas, no hubieran colapsado.
Como lo señala Carlos Velasco, subdecano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central, muy pocos planes de vivienda masivos que se realizan en el país cumplen con las especificaciones internacionales de construcción. Solamente realizan someros análisis de las condiciones geológicas de los sitios donde se asientan. Entonces, los riesgos aumentan.
Luego, ¿cómo se debe edificar para tener casas menos proclives a sufrir los efectos sísmicos, especialmente en los programas de interés social? El suelo es determinante, dice Velasco. Su análisis es la primera condición para dar seguridad a una edificación.
Todo suelo de un país de alto riesgo sísmico como Ecuador es potencialmente peligroso. La parte baja de Quito, por ejemplo, es un lecho lacustre; en consecuencia, tiene períodos de vibración muy largos y oscila muy lentamente. En un sismo, muchas casas poco rígidas pueden entrar en una frecuencia vibratoria similar a la del suelo y colapsar.
Lamentablemente, en el país no se hace la suficiente relación suelo-estructura, afirma Julio Romero, técnico del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Velasco recalca la necesidad una zonificación geológica de todas las ciudades. Es más, no solo es necesario un análisis de resistencia del suelo sino también otro de la vibración que existe.
Si la edificación es en pequeña altura, como la mayoría de casas de los planes de vivienda social, es muy fácil de diseñar: bastan una cimentación adecuada y una rigidez equilibrada en la planta (para que no haya giros con un movimiento de tierra).
La cimentación es esencial, dice Velasco, porque determinados tipos de suelos tienen tendencia a la licuefacción (hacerse líquidos) con la presencia de un sismo. ¿La solución? Unas buenas cadenas de amarre, la cimentación continua, zapatas corridas garantizan más seguridad, ideal para planes de vivienda masiva.
Legal * La construcción está regulada por normas sin base en la realidad del país
Un código propio aún está en espera
La principal regulación relacionada con las construcciones sismorresistentes o la calidad de suelos es el Código Ecuatoriano de la Construcción (CEC). Este es un documento que regula el análisis, el diseño y la etapa misma de la construcción en cualquier tipo de edificaciones. Fue promulgado hace más de 20 años.
A pesar de que fue uno de los primeros intentos en el país tiene mucho cuestionamientos. Uno de ellos, generado principalmente por los profesionales, plantea que las regulaciones y propuestas técnicas del documento no tienen como base la realidad sísmica ecuatoriana. Por el contrario es una copia de instrumentos similares emitidos por el Estado de California, en los Estados Unidos, y otros países.
Para cambiar este instrumento ya se han dado algunos pasos. La creación de un Comité de Gestión para elaborar un nuevo código, en el Gobierno de Sixto Durán Ballén es uno de ellos. Está integrado por representantes de la Escuela Politécnica Nacional, el Colegio de Ingenieros Civiles, la Sociedad Ecuatoriana de Ingeniería Estructural y la Fundacyt. Ya tienen un proyecto para su elaboración; sin embargo, la falta de recursos determina que los resultados tengan que esperar.
A nivel seccional varias son las regulaciones que se han emitido, a nivel de ordenanzas principalmente, pero éstas tienen una estrecha relación con el CEC. Sin embargo ello no es una regla en los 208 municipios que existen en el país. Más aún no todos tienen departamentos especializados para calificación y control.
Por ejemplo, el Departamento de Planificación del Municipio de Ambato tiene emitidas 32 tipos de ordenanzas sobre normas y regulaciones arquitectónicas de construcción.
En el caso de Cuenca no tiene una normativa específica sobre el tema. Los constructores se acogen al CEC. No obstante, la Facultad de Ingeniería de la Universidad Estatal realiza un estudio sísmico del Austro, de cuyos resultados se espera obtener conclusiones.
Quito tiene varias normas relacionadas con la construcción. La principal es la Ordenanza 3050 que, en la parte pertinente, hace referencia al CEC, como el instrumento regulador.
Guayaquil tiene una Ordenanza vigente desde 1995, que contempla especificaciones en el rubro de viviendas sismorresistentes. En el Artículo 29 generaliza la disposición y dice que en zonas consolidadas se permitirá exclusivamente con estructuras sismorresistentes, con materiales, en pisos y paredes, que serán de materiales resistentes al fuego.
El Plan para Reducción del Riesgo Sísmico establece desarrollar un código municipal de construcción. Pero este marco legal no es suficiente. El control en los organismos seccionales no funciona por la falta de personal especializado y recursos. Las especificaciones técnicas, apego a los planos y la calidad de los materiales utilizados quedan, en la mayoría de los casos, a voluntad de los constructores y propietarios.
El Colegio de Ingenieros Civiles de Pichincha reconoce esta situación no solo ocurre en la provincia sino también en todo el país.
Y si esto ocurre con las construcciones legales, con las ilegales la situación empeora: el bolsillo y el empirismo del maestro mayor determina la forma, la calidad y la clase de materiales que se deben utilizar.
Planificación * Los técnicos señalan que es obligación de los ingenieros y planificadores municipales sacar conclusiones en áreas afectadas por sismos.
A aprender de las experiencias
El objetivo de que las construcciones sean cada vez más resistentes a los sismos toman más importancia y las propuestas e investigaciones avanzan. Para el Departamento de Previsión Antisísmica del Estado de California, las construcciones están hechas para soportar la presión gravitacional. Mientras que los temblores y terremotos ejercen presión sobre una construcción en todas las direcciones. De arriba y abajo, pero más que todo a los lados. Una construcción resistente es aquella que puede soportar la presión lateral.
Adrián Chandler, ingeniero civil del Colegio Universitario de Londres, reveló que cada vez son más necesarios nuevos edificios que resistan terremotos o temblores fuertes. "Eso es indispensable en ciudades amenazadas por esos fenómenos naturales y algunas construcciones viejas debían ser pronto reforzadas".
El técnico señaló eso tomando como referencia a la ciudad japonesa de Kobe, donde el terremoto que la sacudió, en enero de 1995, mató a 6.000 personas y causó daños por 130.000 millones de dólares. "Los niveles de daños en edificios, anteriores a 1971, en las áreas más afectadas de Kobe son representativos de los que pueden esperarse en futuros terremotos en ciudades japonesas o estadounidenses, y en otra región propensa a terremotos en el mundo, especialmente dentro del Cinturón de Fuego del Pacífico".
Los ingenieros y planificadores municipales deben actuar antes que las lecciones aprendidas en Kobe se olviden. "Hay pocas dudas de que un terremoto con una fuerza destructiva similar pueda, y probablemente podrá, azotar a Tokio en los próximos 20 años".
Una construcción resistente conecta firmemente los componentes de la misma. El cemento en ladrillo y la mampostería se disuelven, incluso con un temblor moderado y no deben ser parte de las estructuras. Una casa con un espacio subterráneo debajo (no cimientos de losa) debe igualar las paredes que rodean el subterráneo para resistir la presión lateral. El espacio que ocupa una puerta de garaje no aguanta nada. Entonces, las paredes cercanas deben compensar en resistencia si, por ejemplo, el garaje está en el primer piso de una construcción de varias plantas.
Primero es necesario cimientos firmes con un perímetro continuo. La casa debe estar fuertemente asegurada con los cimientos -para que se no se la pueda desplazar-. Esto se logra colocando cerrojos entre el borde inferior de tierra y el concreto de los cimientos.
Es importante que los materiales sean fuertes. Concreto dañado y madera podrida afectan a la integridad del edificio. Una construcción segura protege la plomería, pues si la tubería se agua o de gas se rompe esto puede causar incendios fácilmente. La tubería necesita algo de espacio, pero no mucho, de desplazamiento; y, es importante fortalecer las paredes falsas.
No es muy caro construir edificios resistentes a terremotos, pero naturalmente, ninguna ciudad puede darse el lujo de reemplazar todos sus edificios. La necesidad urgente para mejorar los edificios antiguos y mal diseñados es algo evidente para todas las zonas principales de terremotos en el mundo, dijo Chandler.
Pero, la opinión general que tienen los ingenieros radica en que los dueños y proyectistas deben demostrar mayor deseo en el futuro de pagar por diseños y construcciones correctas para asegurar una estructura segura.
Es por ello que hace falta acción más pronto que tarde para evitar una repetición en otras ciudades propensas a terremotos. Por ejemplo, puede ayudar el utilizar cajas de bolas de goma en la base de las columnas que aguantan edificios. Los únicos dos edificios de ese tipo sobrevivieron al sismo en Kobe, aunque estaban lejos del epicentro. El uso de acero reforzado es cuestionado. Muchos edificios en Kobe sufrieron daños en las planchas de metal.
Alternativas * Las actuales construcciones pueden ser reforzadas; las soluciones no son difíciles
Por una cultura a favor de la prevención
Prevención. Esa es la receta que, a criterio de Jorge Valverde, catedrático de la Facultad de Ingeniería Civil de la Escuela Politécnica Nacional (EPN), se debe adoptar para mejorar la seguridad de Quito y el país ante un terremoto.
Según Valverde, el problema más grave es que la capital de los ecuatorianos no tiene un plan de mitigación de desastres. Igual ocurre a nivel nacional. "Cualquier país que se respete debería contar con un reglamento de este tipo".
Entre otras especificaciones, el plan que propone Valverde debería contemplar un estudio de evaluación del riesgo y del daño sísmico. Además, el diseño y la ejecución de un plan de reforzamiento de las estructuras de las viviendas. "Una edificación se vuelve especialmente vulnerable por tres razones: mal diseño, mala construcción o afectación por sismos".
De acuerdo con un estudio realizado por la EPN y otros organismos nacionales y extranjeros, cerca del 60 por ciento de las construcciones de Quito es de carácter informal. Es decir, no cuentan con ningún aval técnico. De ese porcentaje, casi todas están ubicadas en las laderas oriental y occidental de la ciudad, lo que arriesga más aún la integridad de los inmuebles y sus habitantes.
Pero, ¿qué hacer con las casas que están en peligro? "En el caso de las estructuras de bloque, primero hay que reemplazarlas con otras que pueden ser de metal, hormigón o madera. Además, hay que colocar buenos cimientos de un material fuerte como la piedra o el hormigón".
El precio para reforzar una casa de unos 100 metros cuadrados alcanzaría unos 150 mil sucres por metro cuadrado. El proceso tomaría alrededor de un par de meses.
En el caso de las viviendas, cuyo material de base es el adobe (como las del Centro Histórico de Quito), el nivel mínimo de sismorresistencia se consigue colocando conexiones de madera en las esquinas y anclando las cubiertas a las paredes existentes. Aquí, el precio rebaja a aproximadamente unos 80 mil sucres y el tiempo de trabajo es de 60 días.
Para las viviendas de mediana altura (tres a cuatro pisos), que por lo general están ubicadas en los sectores residencial y comercial de las ciudades, hay que aumentar las secciones de las columnas. "Normalmente, este tipo de casas empieza a crecer desmesuradamente y sin control. Una casa con cimientos y estructura para dos pisos, no puede -de la noche a la mañana- convertirse en una para cuatro o cinco".
Muchas veces, dice Valverde, es necesario proveer nuevos elementos como columnas, vigas, anillos rígidos de hormigón o metálicos. También se pueden colocar tensores perdidos en las paredes. ¿El precio? Para una vivienda de unos 300 metros se debe invertir alrededor de 200 mil sucres por metro cuadrado. El tiempo de restauración sería de unos seis meses.
¿Y para los edificios de mediana y gran alturas -de seis pisos en adelante-? "La evaluación es más compleja. Entre otras cosas, es fundamental realizar una modelación matemática, una retroalimentación de la tipología de la estructura, hay que analizar el estado de los materiales empleados, reforzar las columnas, colocar muros de corte, aumentar las paredes u otros elementos estructurales, instrumentar los edificios altos...". Este último punto, a criterio de Valverde, sería una excelente alternativa para prevenir los daños causados por un terremoto.
La idea, explica, consiste en colocar -en pisos seleccionados- sensores de movimiento: acelerómetros y sismómetros. Estos, que son aparatos que miden pocos centímetros, se ubican en las paredes de los edificios, se conectan a un monitor y permiten detectar los movimientos telúricos e inclusive la vibración ambiental. Con esta información, que se puede recolectar cada semana, es factible evaluar las características reales del movimiento de una determinada estructura y cómo ésta se comportaría ante la presencia de un sismo.
"Este esquema de monitoreo debería ser obligatorio. La inversión no llega a más del uno por ciento del costo total del edificio".
Para las nuevas construcciones -dice Valverde- sean grandes o pequeñas, es indispensable exigir el aval de un profesional. La calificación de los materiales, es decir, un estricto control de calidad de éstos, es otro punto que no se debe descuidar por ningún motivo.
Hay otra decisión importante: asegurar el buen uso de la vivienda. "Si una casa se construye para que la habite una familia, no es posible que luego se la convierta en una guardería, una escuela, un hospital, una universidad... Muchas veces, por adecuar sin previsión, las construcciones se vuelven débiles y vulnerables a cualquier embate de la tierra".
Lo primordial, dice, es crear una cultura de la construcción. Hay que exigir que las normas técnicas se cumplan a cabalidad y luchar porque el Código de la Construcción, que data de 1977 y que ni siquiera es ecuatoriano, sino una mala copia, sea una realidad. "Es importante que los profesionales cuenten con un documento técnico al cual remitirse".