'La incompetencia es la mayor garantía de impunidad'
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Ciro Gómez Leyva
¿Van a hacer un programa sobre el PRI? Busquen a Monsiváis.
¿Uno sobre el aborto? Inviten a Monsiváis. ¿Un reportaje sobre la democracia? Monsiváis. ¿Una reflexión sobre la rebelión de las cañadas? íMonsiváis! Pasan sexenios, bienios y el multirrequerido Monsiváis sigue siendo el mayor contador de historias de esta sociedad.
¿Recuerdas un arranque de sexenio con más rumores?
No recuerdo un arranque de sexenio con más certezas negativas que el de Zedillo. El 20 de diciembre de 1994 a todos nos abrumó la certeza de la insuficiencia económica. Bueno, a casi todos. Los rumores son consecuencias del golpe de una certidumbre: el empobrecimiento colectivo. Los rumores son notas de pie de página de la desesperanza o la desesperación.
¿Un arranque de sexenio con más chistes sobre el Presidente?
No, pero tampoco recuerdo a una sociedad tan debilitada en su vida cotidiana. Toda la crítica, los chistes sobre la figura presidencial, descontado el gozo de burlarse del poder, son el método para saltar de la autocrítica a la responsabilización externa. Es obvio que nosotros no devaluamos; entonces que quien lo hizo afronte la primera consecuencia de la ineficacia, la risa a su costa. Ernesto Zedillo, como responsable de la torpeza con que se llevó a cabo la devaluación, se ofreció, no sé si solícitamente, a ser el destinatario de la crítica de todos aquellos que no podían profundizar en la autocrítica porque sabían que la responsabilidad no estaba en ellos.
¿Lo positivo en el bienio de Zedillo?
Don Alejandro Gómez Arias decía que a él no le tocaba ponderar los éxitos del gobierno, que a él, como crítico, le tocaba analizar visiones de conjunto, y destacar errores y crímenes. Que para la alabanza ya había legión. No quisiera ser tan extremo, entre otras cosas porque en materia de alabanzas quedan poquísimos. ¿Lo positivo? Sí, hay muchas cosas. Todavía hay agua potable en la ciudad de México, los semáforos funcionan, la exportación conoce un buen momento, el ejercicio de la libertad de expresión ya no exige una peregrinación a Los Pinos a dar las gracias, el 40 por ciento de las personas que conozco no han sido asaltadas, entre mis amigos hay un 2 por ciento que ha leído completos los Informes presidenciales. ¿Qué más de positivo? Déjame ver...
Ya dijiste mucho.
Hay un desinterés muy marcado por los intelectuales. Eso lo agradezco.
Gran diferencia con el salinismo.
No se produce ahora el amor obsesivo que tanto Luis Echeverría como Carlos Salinas tuvieron por el ornato desprendible de los intelectuales.
Celebras el no apapacho.
Celebro la gelidez. Tanto a la presidencia como a los directamente interesados les conviene esa distancia siberiana.
¿Prevalece en Ernesto Zedillo la soberbia presidencialista, esa voluntad de no admitir error?
Hay diferencias substanciales.
¿Substanciales?
Sí, porque la soberbia presidencialista se radicaliza cuando no tiene interlocutor y cuando no hay un sector poderoso de la opinión pública a cargo de la memoria de los errores. Como se quiera ver, el Presidente Zedillo ha tenido interlocutores al frente.
¿Quién ha sido su interlocutor en política económica?
Ahí no. En todo caso ese interlocutor marginado es el infierno del empobrecimiento colectivo.
¿En política social?
Curiosamente, en sentido contrario, la violencia social, y el aniquilamiento de las esperanzas. Para "salvarnos" lo primero que hizo el neoliberalismo fue erradicar las esperanzas de la gran mayoría. A eso se le añade la delincuencia enfática: "Mis hijos no han comido y tú tienes de más".
Pero dices que hay diferencias substanciales.
La soberbia decrece cuando es otro el país que la contempla, otra la sociedad. Si hay testigos críticos, las hazañas del autoritarismo se vuelven mero despotismo burocrático. La crítica al gobierno de Ernesto Zedillo y al presidencialismo, de cualquier manera aisla, rebaja, constriñe la soberbia.
¿Qué momento pinta mejor estos dos años?
El tartamudeo gubernamental en la devaluación del 19 y el 20 de diciembre, cuando queda muy claro que la rapidez no va a ser el signo del régimen y que su estolidez programática es muy severa. En su desconcierto, Serra Puche quiere presentarse como víctima. Esa escena descrita por Fidel Samaniego del Presidente y Serra Puche llorando porque Serra Puche tenía que irse, me describe con claridad lo que fueron los días del descubrimiento de la falibilidad.
¿Cuál otro?
El 9 de febrero de 1995, cuando se piensa acabar con un solo tajo, no tanto con un proyecto subversivo ni con un hurto territorial al Estado, sino con la molestia infinita que causa la presencia del EZLN. Esa aparición del Presidente en la televisión declarando ya desenmascarada a la subversión me parece un gesto teatral sustentado en una acción militar contundente, que, sin embargo, públicamente se quedó en gesto teatral. Ahí se marcó parte del destino posible de la política de comunicación del sexenio: momentos de arrebato escénico seguidos por pausas de reconciliación. ¿Qué caso tenía el desenmascaramiento si lo iba a continuar un amago de cordialidad, que se interrumpe, y se vuelve a la agresión, que se interrumpe y...? ¿Para qué marcar tonos cuando no hay la decisión política de mantenerlos?
¿Qué otro?
El Primer Informe, donde el Presidente acusa a la sociedad del fracaso económico por su falta de ahorro interno. Otro momento es el 28 de febrero de 1995, cuando se detiene a Raúl Salinas como presunto autor intelectual de la muerte de Ruiz Massieu. Ahí el Gobierno aparenta romper con quienes lo anteceden y quebrantar las reglas de juego. Pero no. Lo que sigue es uno de los laberintos más confusos, más plenos de humor involuntario, más pletóricos de grandes personajes secundarios que hayamos visto, con el cast más bizarro de los últimos tiempos: Muñoz Rocha, con o sin calavera, la Paca, María Bernal, el fiscal Chapa Bezanilla, el guarura de Raúl Salinas que invita a un joven que quiere conseguir trabajo a ver cómo se realizan los asesinatos con un bat.
¿Qué más?
Se apuntala el desprestigio del aparato judicial, debido tanto a su conducta como a su gana de exhibir su ineptitud. Véase la extradición de Mario Ruiz Massieu o la precipitación con que se juzgó culpable de extranjería a Juan García Abrego. Y corona de laureles, corona de lágrimas: la investigación de Colosio, una suerte de autopsia del sistema judicial. El aparato judicial ha pasado con enorme destreza de la condición temible a la paródica. Sin dejar de ser temible.
Zedillo prometió que no habría guerra en Chiapas, y no la habido. Al menos en un sentido clásico: el Ejército atacando a los zapatistas. Tanto a favor.
Sí, me parece muy bien.
Me llama la atención que no hayas incluido Aguas Blancas. ¿Qué será Aguas Blancas en la biografía de Zedillo?
Un acto en donde la tecnocracia se ve arrinconada por el caciquismo. Enseña que los caciques tienen ya un rango de autonomía contra el que está enfrentándose muy débilmente el poder central. Aguas Blancas es una gran demostración de poder caciquil al que siguió una muestra de soberana incompetencia por parte de las autoridades. La incompetencia es la mayor garantía de impunidad en el caso mexicano; más que el monopolio del ocultamiento de las pruebas, la incompetencia. El que el Gobierno admitiese, con el candor que le es propio, que Rubén Figueroa llevara a cabo la investigación, el que sólo la transmisión de un video en Televisa neutralizara la gran campaña absolutoria, el que el Presidente mostrara tal lejanía respecto a un hecho como el de Aguas Blancas, me parecen hechos notables.
¿Es Ernesto Zedillo la cabeza renuente de un régimen autoritario?
No. Ernesto Zedillo es producto de un sistema autoritario que ha decidido cambiar las reglas del juego a partir de la aceptación complacida del autoritarismo del régimen. Sé que todo eso es contradictorio, pero es lo que he estado viendo.
¿A ver?
Ernesto Zedillo declara con frecuencia que no se ve como autoritario, que no ejerce como los anteriores un poder totalizador. Al mismo tiempo, cada que se pronuncia sobre el sentido y las explicaciones de la política económica, del mantenimiento en el poder del PRI, de la respuesta a críticas fundamentales, se vuelve al autoritarismo de siempre. En la 17 Asamblea del PRI Zedillo asegura que lo que es bueno para el PRI es bueno para el Presidente de la República. Si el PRI es derrotado, el Presidente es derrotado. No encuentro otra manera de explicarme la frase.
¿Característica de este Gobierno es, entonces, el desprecio al consenso?
El desprecio al consenso porque ya se tiene la verdad. Si se tiene la verdad, no vale la pena convencer a los que no estén de acuerdo, a fin de cuentas no importa.
¿Un gran desprecio por la opinión pública?
Al gobierno no lo desvela la opinión pública. Tanto que Zedillo ha llegado a jactarse de su impopularidad, y cada vez que se presenta en televisión, no es para dialogar con la sociedad (una de sus obligaciones fundamentales), sino para comunicar decisiones inapelables. Como a sus antecesores, el cargo le habilita una naturaleza axiomática.
Dijiste que durante el salinismo lo más preciado fue el empecinamiento en resistir. ¿Durante el zedillismo?
La decisión del análisis racional. Se necesita transitar a una etapa en donde la mentalidad política sea de largo plazo. El salinismo sólo permitió una mentalidad de corto plazo: resistir para sobrevivir. Hoy ya no. Hoy la lucidez implica abolir las jerarquías fundadas solamente en lo político e incluir muchísimos otros temas vitales, como la despenalización del aborto, la vigorización de la política de salud en lo tocante a quienes mueren de enfermedades curables o en la atención a enfermos de Sida y seropositivos, etcétera. Resistir hoy implica también claridad de propósitos respecto a las relaciones entre las iglesias y el Estado y la defensa de la secularización y el laicismo. No se puede admitir la intolerancia.
Dijiste que en 1995 llorar sería perder el tiempo. ¿Qué dices ahora?
En 96 ha sido imposible estar conforme con lo que pasa. En el 97, año de elecciones, queda claro que la sociedad no podrá seguir quejándose infinitamente del gobierno. El 97 exige una gran autocrítica social, en general. Si no procedemos a la autocrítica quedaremos en manos de ese juego entre el mayoriteo y la resignación impuesta, con las variantes que resulten. En el 97 llorar será simplemente ridículo. La resistencia gozosa y autocrítica: he ahí un lema posible del porvenir cercano.
íSíganme mis valientes!
Le tomó un año y 45 días, titubeos, contradicciones, sobresaltos, dudas y temores, pero por fin, en el brindis de las bodas de oro, Ernesto Zedillo, el Presidente, pidió sin ambigüedades la mano del PRI: esa amante vergonzante, impresentable en sociedad. Y el PRI, gustoso, contestó que sí.
¿Qué fue lo que dijo Zedillo en el auditorio Plutarco Elías Calles para dejar tan contentos a los priístas que hace siete días formaron un tropel para combatir la insensibilidad neoliberal de los ortices, gurrías, téllez y... zedillos? Dijo que "sólo la ingenuidad, la información torcida o el dolo de nuestros adversarios puede suponer que existe alejamiento entre el PRI y el mandatario".
Esa era la frase, expresada así, sin regodeos, en un foro como éste, en un día de fiesta, que los priístas de carrera anhelaban escuchar. Y hoy todos están detrás del capitán Oñate, firmes para secundar con convicción revolucionaria la arenga del Presidente de la República: ísoy Zedillo, síganme mis valientes!
-¿Y ahora qué -se pregunta en una pequeña colonia nómada de dinosaurios.
De excelente humor, recibiendo abrazos por doquier, recordando la máxima de que un dinosaurio jamás actúa en contra del Presidente, uno de ellos, tamaulipeco, se desprende del grupo para responder: -Seguir al jefe es y seguirá siendo nuestra norma número uno. Nada más que Zedillo no nos lo había pedido.
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