Jueves 2 de enero de 1997


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Anuncios del año entrante

Un gran cartel luminoso se encuentra al principio de la carretera 1997 y dice: elecciones.

Tanto el Gobierno como la oposición verán todas sus actividades teñidas por la luz de ese anuncio.

La renovación parcial de la Cámara de Diputados y los comicios para la designación de legisladores porteños, la relación con Domingo Cavallo y el comienzo de la puja por la sucesión presidencial para 1999 condicionarán fuertemente los actos del Gobierno.

No se trata de peligros imaginarios, sobre todo porque el PJ podría perder su mayoría en la Cámara baja, según infieren diversos analistas políticos que tienen en cuenta para esa consideración el desgaste natural de los ocho años que llevará Menem en el poder y de la lentitud con que la recuperación de la economía llega a la percepción pública.

La comezón del octavo año podría convertir en recuerdo el 50 por ciento con que Menem ganó la reelección en 1995. Principalmente, porque al no tratarse de una elección presidencial, los votantes tienden a dotar de equilibrio a la Cámara de Diputados.

El resultado electoral de septiembre tendrá, cualquiera sea el porcentaje final, una importante decisión en la vida política.


Los comicios marcarán el tono del 1997

Eduardo Menem, Ruckauf y Bauzá definen en Pinamar los próximos pasos

Las elecciones presidenciales se harán en 1999. Este año se eligen 128 legisladores en total, 61 de los cuales pertenecen al PJ. Alberto Pierri y Jorge Matzkin, por citar sólo al presidente de la Cámara y al titular del bloque oficialista, son dos de los que deberán renovar sus mandatos.

Cavallo, considerado por el Gobierno hasta hace poco un adversario intensamente peligroso, parece haber entrado en un camino menos violento. Dos puntos intervinieron para ello: las declaraciones presidenciales, que bajaron el tono, y la liberación de Parino.

Al agregar un nuevo elemento de suspenso, la jueza Servini de Cubría decidió que la convocatoria a elecciones de legisladores porteños para marzo próximo, tal como lo decidió el jefe comunal, Fernando de la Rúa (UCR) es perfectamente legal.

Al Gobierno le resultó inesperada una resolución semejante por lo siguiente:

  • Necesita pasar el primer semestre del 97 para que, según sus propias estimaciones, la recuperación económica tenga peso.

  • Había decidido unificar las elecciones nacionales y porteñas en octubre, tal como lo adelantó el propio Presidente a La Nación dos meses atrás.

  • Estaba acordado con De la Rúa la postergación hasta ese momento. Lo que también sabía el Gobierno es que el jefe radical debía convocar públicamente a elecciones en la Capital federal porque ese fue uno de los compromisos que asumió durante la campaña.
    La historia no se repite ¿O sí?

    La administración Menem busca demostrar, también, que la historia no se repite. Se explica: que a Menem en 1997 no le pasará lo que Raúl Alfonsín en 1987, cuando el radical perdió buena parte de su poder a manos del justicialismo.

    Es cierto que el escenario de entonces y el de ahora son distintos.

    De los 128 diputados nacionales que se renuevan la mitad corresponden al justicialismo. Los datos indican que el los votantes no extenderán, esta vez, un respaldo sin cuestionamientos.

    Quienes advierten claramente los interrogantes sobre la renovación parlamentaria y las dificultades que podría tener el PJ si pierde la mayoría en la Cámara baja son los propios justicialistas.

    Este será el tema primordial el fin de semana próximo , cuando se reúnan en Pinamar Eduardo Menem, Eduardo Bauzá, Carlos Ruckauf y , posiblemente Roque Fernández para celebrar el cumpleanos del primero.

    De Pinamar saldrá una convocatoria formal a la mesa nacional del PJ. El encuentro será en la primera quincena del el mes en curso y el lugar podría ser Mar del Plata.


    Esperar para unificar

    Kohan: "No pretendemos dilatar los comicios porteños, sino unificarlos con las elecciones legislativas nacionales".

    En el último día de 1996 el Gobierno apeló, a través de la Procuración General del Tesoro, el fallo de la jueza María Servini de Cubría que autorizó al gobierno de la ciudad de Buenos Aires a convocar a elecciones para legisladores porteños el próximo 29 de marzo. Con esta decisión, sería casi un hecho que los comicios no se celebrarán en la fecha prevista por Fernando de la Rúa.

    El secretario General de la Presidencia, Alberto Kohan, confirmó la apelación y sustuvo que con este recurso no se pretende dilatar los comicios, sino su unificación con las elecciones legislativas nacionales.

    Aunque lo niegue Kohan, la apelación judicial provocará de hecho inevitables demoras en la organización del comicio. En efecto, recién después de la feria judicial de enero la Cámara Nacional Electoral emitirá su fallo y definirá qué poder es el que tiene la facultad de convocar a elecciones: el Poder Ejecutivo, como lo expresa la ley Snopek, o el gobierno porteño, como establece el Estatuto. No se descarta que si su decisión avala al gobierno porteño, el Ejecutivo nacional recurra a la Corte Suprema.


    Postergarían elecciones

    Sin embargo, no sólo la apelación del Gobierno causará demoras; ambos bandos en la disputa admiten que existen otras complicaciones que, inevitablemente, harían improbable la celebración de elecciones porteñas el 29 de marzo.

    Dichas dificultades quedaron planteadas durante un encuentro casual que mantuvieron en el despacho de la magistrada el viceministro del Interior, Alberto Iribarne, y el secretario de Gobierno de la comuna porteña, Juan Octavio Gauna, el martes último. Durante las conversaciones, se coincidió en que el escaso tiempo de aquí a las elecciones dificulta la confección definitiva de los padrones electorales y la inclusión en ellos de los residentes extranjeros, los cuales serán obligados a votar de acuerdo a lo que manda el Estatuto.

    "Para todo comicio, el Código Electoral establece un cronograma de plazos. Ya varios de ellos están vencidos, por lo que la fecha del 29 de marzo es casi incumplible", advierten desde la Casa Rosada.

    Por otra parte, señalan, para que voten los extranjeros se necesita una ley del Congreso, la cual no está siquiera puesta a consideración.

    La cúpula del gobierno porteño no es ajena a estas dificultades; de hecho, ya planea la postergación de las elecciones por lo menos hasta abril, si es que, al final, la Cámara les da la razón en su disputa con el Gobierno.

    "Queremos cumplir con el Estatuto, pero no somos irracionales", se defendió Gauna.


    Meta 97: al menos, el Segundo Mundo

    En el concierto de las naciones, la Argentina se destaca tocando el bombo, dijo alguien con fina sensibilidad política y musical a la vez.

    El problema que se plantea para ubicar a nuestro país en las escalas comparativas frente a los otros es que somos únicos en ese aspecto. Y no podemos saber, por lo tanto, si estamos en el Primer Mundo o en el tercero o en el camino de uno a otro.

    Sabemos, sí, que en los discursos de Clinton no hay barres tocando el bombo (aunque a él se le da por el saxofón) y tampoco se ven manifestantes en Francia, Alemania o Canadá al ritmo de instrumentos tan sonoros y folclóricos como el bombo. Que se embromen ellos, pero por lo visto eso no pertenece al Primer Mundo.

    Pero, y nosotros, ¿a dónde pertenecemos? Lo del Primer Mundo no lo creemos demasiado. Pero en el Tercero tampoco estamos. Como sano propósito para 1997, nos permitimos, entonces, una sugerencia: apuntar, más modestamente al Segundo Mundo, que aparentemente está vacante, y que se aproxima mejor a las singularidades argentinas.

    Así como en su momento Perón hablaba de la Tercera Posición, Menem podría aggiornar definitivamente al peronismo con la meta más realista del Segundo Mundo, que debería ser mejor que el tercero sin tener la petulancia de sostener que llegamos al Primero.

    En realidad, tenemos ventajas comparativas frente al verdadero Tercer Mundo. Sin hacer nombres, para no ofender a nadie, hay demasiados países que viven penurias mucho más graves que las nuestras.

    Pero, al mismo tiempo, parece un poco excesivo mencionar a cada rato que ya estamos cerca del Primer Mundo porque se compra en los shoppings argentinos lo mismo que venden en Miami o vemos los mismos canales de cable que en Europa o Estados Unidos, o -valor que sí es esencial- vivimos en democracia y con libertad de expresión.

    El Primer Mundo es algo más. Y el Segundo prácticamente no existe.

    Cuando el polifacético economista, político y escritor francés Alfred Sauvy acuñó en la década del 50 el término Tercer Mundo (Tiers Monde, por referencia directa al Tiers Etat de la época de la Revolución Francesa), el planeta se dividía entre el Occidente desarrollado (Primer Mundo), el bloque comunista (Segundo Mundo), con un grado de desarrollo menor pero supuestamente algo mejor que el resto, y luego todo lo demás.

    El resto era el Tercer Mundo, donde quedamos nosotros como parte de América latina junto con países de Africa y Asia.

    Ahora que los ex comunistas de Europa son más capitalistas que nadie, la Argentina puede reclamar para sí la singularidad del Segundo Mundo.

    A lo mejor, como meta más modesta y realista, sirve para ponerse más serios y aspirar con más legitimidad a un tránsito verdadero rumbo al tan ansiado Primer Mundo.

    Por German Sopeña