Anguita prepara su «retirada ordenada» de la dirección ejecutiva de Izquierda Unida y del PCE
RODOLFO SERRANO,
Madrid
Cansado y harto. Julio Anguita, coordinador general de IU y secretario general del PCE, que cumple 55 años en noviembre, ha anunciado a sus más directos colaboradores que quiere retirarse de las tareas ejecutivas. Sólo le frena, según ha confesado, que con su marcha «se abra un proceso de navajeo en IU y en el PCE».
![]() en julio de 1991 (R. Aparicio). |
Para entonces, probablemente, ya no sería secretario general del PCE y tampoco coordinador general de IU. Algunos sectores han planteado a Anguita crear la figura de presidente en IU, que le liberara de lo más duro de las tareas ejecutivas. Anguita no dice que sí ni que no. Y no contestó a las reiteradas llamadas de este periódico. Pero en los últimos días ha hablado -incluso a gentes fuera de la organización- de su retiro. No como respuesta airada a los navajazos que acechan por los pasillos de General Rodrigo -sede de IU- o de Marqués de Monteagudo -sede del PCE-, sino como culminación de una reflexión personal.
El dirigente comunista ha ido pidiendo opiniones, buscando fórmulas para un relevo sin traumas. En teoría, la sucesión en el PCE quedó cerrada en el XIV Congreso, en julio de 1995. Anguita anunció que era su última reelección y que Francisco Frutos tampoco volvería a presentarse. Felipe Alcaraz era el sucesor. Ni un problema entonces.
Pero ni en el amor ni en la política hay decisiones que aguanten cuatro años. Los planes sucesorios se han torcido. Según las confidencias que Anguita ha hecho a sus más fieles, lo único que le frena para abandonar la máxima responsabilidad es la situación de «navajeo» existente en el PCE. Y la lucha por el poder que abra su marcha. El partido comunista, con escasa actividad en los últimos años, ha ido reclamando cada vez más parcelas de poder dentro de IU. En ello ha tenido mucho que ver que Julio Anguita -hace unos años dispuesto a mantener dormido al partido-, por imposibilidad de cubrir todos los frentes, haya ido dejando en manos de Francisco Frutos la organización.
Sobre Anguita presionan, además, otras razones. Y no es la menos importante, la personal. A sus deseos de vivir en Córdoba han venido a sumarse los de su compañera, Juana Molina, cansada de una vida en Madrid en la que Anguita está continuamente atado a agotadores programas de viajes de fin de semana.
Para hacer la vida más cómoda a su líder, los dirigentes de Izquierda Unida se han embarcado en la búsqueda de una nueva vivienda -un chalé en una zona residencial- que haga más atractiva la estancia en Madrid.
R. S.
,Madrid
«Cuando Julio nos preguntó qué nos parecía lo de dejar la dirección del PCE, nos quedamos callados como muertos. Cualquiera hablaba». Uno de los asistentes a la cena de septiembre relataba así la reacción de los invitados por Anguita. Reacción que explica en cierto modo el silencio público que se ha impuesto en la organización sobre su crisis interna. Fue Manuel Monereo quien planteó al líder la posibilidad de ir pensando en dejar el PCE. Y Mariano Santiso quien se atrevió a decir que no parecía que hubiera tanta prisa por tomar una decisión así.
Pero lo cierto es que desde entonces Anguita ha pedido opinión a media docena de dirigentes. Les ha sondeado y, sobre todo, les ha hecho llegar su estado de ánimo por la situación en la que viven el PCE e Izquierda Unida. Anguita ha llegado a comentar que «está harto de éstos» -en referencia a algunos dirigentes del PCE que le intentan imponer su política- y, más concretamente, «de los de abajo» -de los andaluces-. Confía en tres o cuatro personas y del resto espera cualquier traición.
Pero también los dirigentes, en apariencia muy cerca de Anguita, le culpan de haber configurado una fuerza política en la que la organización brilla por su ausencia. No hay mecanismos intermedios y de la base se pasa a la cabeza sin posibilidad de participación democrática real.
Esto ha hecho que no haya liderazgo distinto al del coordinador general y que, bajo una liviana cáscara de democracia participativa, en realidad, descanse sobre Julio Anguita el peso -y el poder- de la dirección. Y hace que su sucesión sea mucho más complicada y deba de contar, inevitablemente, con su aquiescencia y su apoyo. En un proceso natural, sostienen algunos dirigentes, lo lógico sería que Anguita siguiera un modelo similar al del PSOE: un líder que se reserva para actuaciones muy concretas y de gran calado y una dirección encargada del trabajo diario y que fuera cogiendo imagen pública.
¿Quién sera el ungido? No hay tantos, ni siquiera contando a los que se postulan a sí mismos. Pero todos coinciden en que el nombre que empiece a sonar ahora no tendrá posibilidad de llegar ni al próximo congreso.
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